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Desde el corazón de Ghana: cómo acabar con la pobreza a través del capitalismo
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Ignacio de la Torre

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Desde el corazón de Ghana: cómo acabar con la pobreza a través del capitalismo

El concepto clave es mutar la idea de ayuda hacia la de financiación, la única forma de transformar la mentalidad y hacer un proyecto recurrente, desarrollando el emprendedor que todos llevamos dentro

Foto: Vendedor de naranjas en Ghana. (Reuters)
Vendedor de naranjas en Ghana. (Reuters)

En 1995 pasé una temporada en Camerún. Acudía diariamente a echar una mano en una leprosería en la que trabajaban dos monjas españolas mayores, Esther y Fidela, que dividían su tiempo entre la leprosería y la terrible prisión de Kondengui. Los leprosos estaban en una situación muy avanzada, muchos carecían de piernas y brazos, y se arrastraban por el suelo con la ayuda de unas minibicicletas que impulsaban con sus muñones.

Una tarde llamaron a la puerta, la abrí y me encontré tirado a un hombre de aspecto cadavérico. Debía pesar menos de 35 kilos, estaba literalmente en los huesos. Recordé las imágenes de la liberación de Auschwitz. Esther me comentó que era un prisionero de Kondengui enfermo de sida. Cuando los guardias veían que un enfermo de sida estaba a un par de días de morir, lo llevaban a la leprosería. Me pidió que lo lavara, cosa que hice, contemplando la inerte expresión de sus ojos.

En esa época había acompañado a una pediatra gallega a recorrer poblaciones rurales de Camerún para atender niños. Yo solo contribuía traduciendo malamente del francés al español, ya que no tenía conocimientos médicos, sino tan solo muy superficiales conocimientos financieros. Reflexionando sobre aquello, y sobre la impotencia que me inundó al lavar a aquel pobre hombre, me sentí completamente desolado por no poder ser más útil como joven financiero 'in pectore' ante tanta desgracia.

Escribo estas líneas desde Ghana, 20 años después. Hoy he visitado un poblado, Ketta, a unas dos horas de la capital, Accra. En una pequeña iglesia evangélica destartalada rodeada de maizales nos hemos reunidos con un grupo de paupérrimos agricultores. En la iglesia, los agricultores emitieron una sencilla oración en la que agradecían a Dios que los visitáramos desde España para intentar ayudarles. El portavoz se expresaba en un idioma local, el ewe, una mujer de edad avanzada traducía a otro idioma más hablado en Accra, el twy, y un Ghanés, Magnus, nos traducía del segundo idioma al inglés. Magnus, de unos 60 años, ha consagrado su vida a las microfinanzas. Fundó la ONG de microcréditos CEDIF para contribuir a aliviar la pobreza “según el mensaje del Evangelio de Jesús”.

El premio Nobel Angus Deaton expande la necesidad de impulsar la financiación como motor más eficiente que desarrolla la capacidad emprendedora

En esencia, CEDIF viene realizando reducidos préstamos agrícolas desde hace unos años, préstamos que permiten a pequeñas comunidades rurales poder adquirir semillas y equipo para la siembra, en junio. En octubre se recoge la cosecha, se paga el microcrédito y se intenta subsistir con la pesca. El grupo es solidariamente responsable del microcrédito, de forma que en muchos años el nivel de impagados ha sido de cero.

En un país en el que la inflación supera el 15%, los tipos de interés oficiales se sitúan en el 23% y el mercado de prestamistas opera desde el 100% anual, la irrupción del microcrédito, de importes entre 100 y 500 euros, y con tasas cercanas al 30% (la diferencia respecto al tipo de interés oficial sirve para cubrir los costes de gestión de los microcréditos, la ONG no gana nada), ha permitido a muchos agricultores aumentar su producción mediante la financiación de la compra de fertilizantes y semillas, reducir mucho sus gastos financieros, y así mejorar su desesperante situación vital. En este caso, los microcréditos han servido para evitar depender del trabajo de los niños, de forma que estos han podido acudir a una muy humilde escuela muy cercana de la iglesia.

Magnus, el responsable de la ONG, define a sus clientes, el 95% mujeres, como su “familia”, que le acompaña desde hace muchos años en el mundo de las microfinanzas. La morosidad cero también supone que cuando ha habido problemas de cosecha o de enfermedad, el crédito se reestructura basándose en el íntimo conocimiento del cliente. Nosotros, desde Financieros sin Fronteras, habíamos financiado a CEDIF en el pasado con una modesta suma y una parte de ese dinero había sido canalizada hacia esos agricultores.

Hoy intentábamos avanzar en el entendimiento del perfil de cada cliente, sus necesidades, su operativa agrícola… con el objetivo de incrementar los créditos a CEDIF, de forma que esta pueda a su vez dedicar estos créditos a ampliar los programas de préstamo agrícola a más comunidades como la visitada y para iniciar un programa de microcréditos para permitir a mujeres montar pequeños negocios. Y así, mediante créditos de España hacia Accra, y microcréditos de Accra hacia Keta, aliviar la pobreza.

La España rural del s. XIX experimentó fuertes caídas de la pobreza gracias al papel desempeñado por las cajas de ahorro en la bancarización del ahorro

El concepto clave es mutar la idea de ayuda hacia la de financiación, ya que es la única forma de transformar la mentalidad y hacer un proyecto recurrente, desarrollando el emprendedor que todos llevamos dentro. Estas convicciones están muy en la línea de lo sugerido por el recién agraciado premio Nobel Angus Deaton, que también construye sobre la cuestionable efectividad de la ayuda por la ayuda, como señaló la gran economista Dambisa Moyo en Dead Aid, y expande la necesidad de impulsar la financiación como motor más eficiente que desarrolla la capacidad emprendedora. En palabras más profanas: acabar con la pobreza a través del capitalismo.

En el fondo no es nada nuevo. La España rural del siglo XIX experimentó fuertes caídas de la pobreza gracias al encomiable papel desempeñado por las cajas de ahorro en la bancarización del ahorro, lo que provoca aún más pesar e irritación al contemplar el destino que les esperaba a tan meritorias instituciones cuando la clase política plantó sus manos sobre la caja de las cajas desde 1984.

Si humildes iniciativas como la de Magnus prosperan en el marco adecuado y los financieros ponemos a trabajar nuestro conocimiento al servicio del microcrédito con su prometedora promesa de generación de clase media y reducción de pobreza, creo que estaremos rindiendo un gran favor a nuestra profesión y a la gente que con muchas ganas de trabajar anhela un instrumento adecuado para poder ponerlas en marcha.

Vuelvo de mi viaje preguntándome si se podrían titulizar las carteras agregadas de microcréditos de Ghana, de forma que se pueda impulsar y abaratar la financiación. También preguntándome si la abundante experiencia en seguro rural de España se podría aplicar en Ghana a través de microseguros que permitan limitar los riesgos crediticios de la meteorología en las cosechas.

El prisionero con sida murió al día de que sonara aquella puerta de la leprosería. Pero posiblemente hoy mis ojos sean menos inertes e impotentes que los de aquel joven desolado que hace 20 años lavaba a un moribundo.

Dedicado a Fernando Castellá, SJ.

En 1995 pasé una temporada en Camerún. Acudía diariamente a echar una mano en una leprosería en la que trabajaban dos monjas españolas mayores, Esther y Fidela, que dividían su tiempo entre la leprosería y la terrible prisión de Kondengui. Los leprosos estaban en una situación muy avanzada, muchos carecían de piernas y brazos, y se arrastraban por el suelo con la ayuda de unas minibicicletas que impulsaban con sus muñones.

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