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Por qué China devaluará su divisa
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Ignacio de la Torre

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Por qué China devaluará su divisa

Como la cotización del yuan está intervenida por el banco central, el banco procede a vender dólares de sus reservas y comprar yuanes. ¿Resultado? Caída abrupta de reservas

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Marco Polo quedó deslumbrado al contemplar cómo los chinos utilizaban moneda sin un respaldo de oro o plata, sino de mero papel. Hecha la ley, hecha la trampa. Los mandarines imperiales chinos intentaron solventar las sucesivas crisis fiscales y económicas durante siglos mediante la impresión masiva de dinero, proceso que desembocó en inflación, devaluaciones de la divisa, y a la larga intensificó las crisis y acabó, junto con otros factores, debilitando a China hasta llevarla hasta un letargo de siglos.

Ayer conocimos que las reservas chinas bajaron en octubre en 70.000 millones de dólares, de forma que, en los primeros 10 meses del año, China ha perdido la friolera de 530.000 millones de dólares de reservas, que han descendido hasta situarse en el nivel de tres billones de dólares. La razón no es otra sino la fuga de capitales que experimenta el país desde hace ya más de dos años. Como en la práctica la cotización del yuan está intervenida por el banco central (que fija su precio frente a una cesta de divisas, en la que el dólar tiene preponderancia), el banco procede a vender dólares de sus reservas y comprar yuanes, en un proceso inverso al que realizan las fugas de capitales. El resultado es una caída abrupta de las reservas.

El motivo por el que se producen las fugas de capitales es evidente: China es un país en el que se genera una enorme masa de ahorro, y existe una percepción generalizada de desaceleración, de existencia de burbujas de activos, de una fuerte intervención estatal para atemperar la caída (vía déficit público e inyecciones masivas de liquidez) y, sobre todo, de que el tipo de cambio del yuan está sobrevalorado.

Esta percepción se plasma, a efectos empresariales, en un fuerte volumen comprador de activos internacionales por parte de las compañías chinas (todo el dinero que saquen mediante fusiones y adquisiciones evitará perder poder de compra cuando se devalúe la divisa), así como la aceleración del repago de dividendos hacia las matrices por parte de las filiales de multinacionales. Para intentar poner coto a dicha sangría, las autoridades han procedido a prohibir cualquier adquisición de una empresa extranjera por más de 1.000 millones de dólares si la adquiriente es una empresa pública, han prescrito una autorización pública para cualquier adquisición de dicho nivel por parte de una empresa privada y están imponiendo importantes trabas al pago de dividendos hacia las matrices, infringiendo así las normas básicas de libertad de capitales que debería cumplir un país cuya divisa figura entre las monedas de reserva del FMI.

A nivel de ciudadanos, estos emplean a fondo la facultad de poder sacar 50.000 dólares al año (salidas que se concentran los primeros días de Enero, lo que acucia la presión sobre la divisa estacionalmente), e intentan sobrepasar dichos límites mediante complejos sistemas que exportan bienes y servicios a Hong Kong que luego son importados de vuelta a un precio inferior, proceso por el que se camufla una salida de capitales y que también ha sido en el puesto de mira por parte de las autoridades. Alternativamente, se dispara la importación de oro por parte de los hogares, oro que es pagado en yuanes, motivo por el que se ha prohibido también su importación.

Una devaluación del yuan ayudará al maltrecho sector exportador, e insuflaría algo de crecimiento marginal en un momento crítico

Por razones parecidas China tuvo que devaluar su divisa en verano de 2014, al igual que hizo en 1994 (un 50%). De lo contrario tendría que seguir interviniendo masivamente en el mercado de divisas, lo que genera el somero coste de casi 600.000 millones de dólares al año. Es cuestión de tiempo para que se asuma como un precio demasiado elevado. Además, una devaluación del yuan ayudará al maltrecho sector exportador, e insuflaría algo de crecimiento marginal en un momento crítico. La consecuencia negativa será afrontar el enorme endeudamiento empresarial en dólares (cerca de un 10% de PIB) con flujos de caja generados en yuanes devaluados, lo que acentuaría una crisis bancaria que llegará antes o después.

La trinidad imposible de Mundell establece que un país dispone de tres herramientas de política económica a su disposición: la fijación de tipos de interés con autonomía, los controles de capitales y el tipo de cambio de su divisa. Como mucho, dice el teorema, se pueden controlar dos. Es imposible controlar las tres. China ha intentado desafiar la ley de Mundell, pero la experiencia nos demostrará cómo nadie puede conseguir actuar con éxito por encima de las leyes de la economía. La devaluación del yuan lo ilustrará.

El Banco Central Europeo crea mensualmente dinero por importe de 80.000 millones de dólares, equivalente a cubrir de billetes de cincuenta euros 2.500 campos de fútbol cada mes. Ojalá su consejo de gobierno, que se reúne hoy para decidir cuánto dinero seguir creando y por cuánto tiempo, no olvide las lecciones que nos enseña la historia desde tiempos de Marco Polo.

Marco Polo quedó deslumbrado al contemplar cómo los chinos utilizaban moneda sin un respaldo de oro o plata, sino de mero papel. Hecha la ley, hecha la trampa. Los mandarines imperiales chinos intentaron solventar las sucesivas crisis fiscales y económicas durante siglos mediante la impresión masiva de dinero, proceso que desembocó en inflación, devaluaciones de la divisa, y a la larga intensificó las crisis y acabó, junto con otros factores, debilitando a China hasta llevarla hasta un letargo de siglos.

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