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Ignacio de la Torre

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Por una subida de salarios en España

Se ha estimado que nuestra economía ha caído la friolera de un 9% durante la crisis. Uno de los principales motivos radica en el hundimiento del consumo español

Foto: Ilustración: Raúl Arias.
Ilustración: Raúl Arias.

Se ha estimado que nuestra economía ha caído la friolera de un 9% durante la crisis. Uno de los principales motivos radica en el hundimiento del consumo español, motivado principalmente por la enorme destrucción de empleo que hizo subir el paro hasta un escalofriante 26%, cortesía de nuestro desgraciadamente peculiar sistema laboral. En este contexto, los salarios de los afortunados que mantuvieron su empleo se han visto prácticamente congelados en términos reales (netos de inflación) desde que comenzó la crisis. A su vez, cuando un desempleado vuelve al mercado laboral, en general lo hace a un sueldo medio muy inferior al último que disponía. El resultado de estos factores es un malestar social y cierto incremento de la desigualdad de ingresos (que en cualquier caso es menor de lo que se dice, como bien ha expuesto Juan Ramón Rallo en el pasado).

Si en nuestra última columna exponíamos por qué la historia se repetía, y cifrábamos la destrucción de la cohesión como factor fundamental de la decadencia de las civilizaciones, es importante calibrar posibles medidas para que la cohesión vuelva a subir con bases sólidas. En mi opinión, la subida de sueldos es uno de los pilares básicos, ya que la escasa renta per cápita española, comparada con la de otros países occidentales, explica una parte relevante del malestar social.

Foto: El Banco de España revela que el empleo temporal continuó siendo el que creció con más intensidad.

Desde 2014, el consumo inició una recuperación, que se afianzó a partir de 2015, hasta generar crecimientos sólidos, en su mayor parte provocados por la intensa recuperación de empleo vivida en España los últimos años, recuperación que se ha traducido en unos 500.000 trabajos nuevos a tiempo completo generados anualmente.

Sin embargo, como hemos expuesto, la situación de desempleo elevado ha provocado un estancamiento salarial prácticamente desde 2009. El motivo es evidente: las compañías han sufrido mucho durante la crisis, tanto en sus cuentas de pérdidas y ganancias como en sus balances muy apalancados, y han traspasado parte de dicha presión en sus cuentas en forma de menor número de empleados y en contención salarial. Además, el nuevo modelo productivo español, sostenido en la revolución exportadora, se ha basado en una combinación de salarios contenidos, mejoras continuas en productividad y un salto claro al exterior por parte de nuestro tejido empresarial.

El resultado de estas transformaciones ha sido que si desde la crisis la productividad ha aumentado alrededor de un 10%, los salarios reales apenas han subido. Esta dicotomía explica nuestro éxito exterior, pero una vez que España exporta enormes cantidades de bienes y servicios, cabe preguntarse si ha llegado el momento de que comiencen a recuperarse los salarios.

Salarios vs. productividad

El consumo representa más de la mitad de nuestra economía, luego si observamos una recuperación salarial en línea con la inflación e incremento de la productividad, todos nos beneficiaremos de un mayor crecimiento económico y bienestar. Se puede aducir que si suben los sueldos en términos reales, perderemos competitividad, pero esta afirmación ha de ser matizada. Así, el problema no es que suban los sueldos, sino que estos suban más que los incrementos de productividad, y/o que suban más que las subidas de los sueldos reales de nuestros competidores. Es el problema que afrontaba España antes de la crisis y que hoy afronta mucho país emergente, pero no nos afecta a nosotros.

La realidad es que durante bastantes años los sueldos reales en España han subido por debajo de la productividad y por debajo de las subidas de los sueldos reales de nuestros principales competidores. El resultado es que hoy en día un español produce 47 dólares por hora trabajada, y cuesta 30 dólares (incluyendo Seguridad Social), es decir, que el margen que se obtiene sobre el coste laboral es de un 57%, frente a un 32% en Francia (cuestan 45 y producen 60) o un 26% en Alemania (cuestan 48 y producen 60). En otras palabras: tenemos un margen holgado para que suban los sueldos sin poner en riesgo nuestro modelo productivo. Si además somos capaces de ir cerrando el diferencial de productividad, haciendo subir nuestra producción hasta los 60 dólares la hora en los próximos años, podremos disfrutar de subidas salariales aún más suculentas.

Foto: Los ministros de Hacienda, Cristóbal Montoro, y de Empleo, Fátima Báñez, en el Congreso. (EFE)

Hoy en día, las familias españolas presentan el nivel más bajo de endeudamiento de los últimos 20 años (menos de un 65% de PIB, unos 0,7 billones de euros), con un nivel de activos más que saludable: poseemos siete billones de euros, 4,9 billones en casas y 2,1 en activos financieros, por lo tanto nuestros riesgos están más que acotados (no se puede decir lo mismo de familias muy apalancadas en economías como Suecia, Australia o Canadá), otro factor que nos invita al optimismo para propiciar una subida salarial.

Hemos sufrido mucho durante la crisis. Una parte de la cicatriz comienza a curarse con la recuperación del empleo. Ahora queda afianzar el segundo pilar básico: una razonable mejora progresiva de sueldos, mejora que creo que ha comenzado ya a gestarse y que se irá materializando durante 2018. En mi opinión, la cohesión de España se beneficiará de un movimiento así, lo que apuntalará un porvenir brillante para nuestra nación.

Se ha estimado que nuestra economía ha caído la friolera de un 9% durante la crisis. Uno de los principales motivos radica en el hundimiento del consumo español, motivado principalmente por la enorme destrucción de empleo que hizo subir el paro hasta un escalofriante 26%, cortesía de nuestro desgraciadamente peculiar sistema laboral. En este contexto, los salarios de los afortunados que mantuvieron su empleo se han visto prácticamente congelados en términos reales (netos de inflación) desde que comenzó la crisis. A su vez, cuando un desempleado vuelve al mercado laboral, en general lo hace a un sueldo medio muy inferior al último que disponía. El resultado de estos factores es un malestar social y cierto incremento de la desigualdad de ingresos (que en cualquier caso es menor de lo que se dice, como bien ha expuesto Juan Ramón Rallo en el pasado).

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