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EEUU: la desaceleración ya está aquí
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Ignacio de la Torre

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EEUU: la desaceleración ya está aquí

A nivel de política nacional, una fuerte desaceleración de la economía norteamericana, y una posible recesión técnica en 2020 podría producir importantes efectos políticos

Foto: El presidente de Estados Unidos, Donadl Trump. (Reuters)
El presidente de Estados Unidos, Donadl Trump. (Reuters)

La economía está conformada por “espíritus animales”. Un shock positivo o negativo de confianza positiva provoca que se invierta y consuma más o menos, lo que afecta directamente al crecimiento económico. Pues bien, la elección de Donald Trump a finales de 2016, contra muchos pronósticos provocó un catalizador en estos “espíritus animales”: se generó una confianza positiva entre inversores en el sentido de que la desregulación y la reforma fiscal aceleraría el crecimiento económico, y por lo tanto los beneficios empresariales. Las abruptas subidas bursátiles que acompañaron esas semanas reflejaron bien ese estado de ánimo.

El impacto más relevante lo generó la reforma fiscal, que permitió repatriar una cantidad ingente de beneficios “aparcados” en filiales de empresas de los EEUU, y supuso una reducción impositiva que se tradujo en un mayor crecimiento económico, eso sí, a costa de generar un muy relevante déficit fiscal (cercano a un 4% del PIB) en un momento final de un ciclo alcista. Esto es peligroso ya que cuando llegue la recesión la FED apenas tendrá margen de maniobra, y la política fiscal tampoco lo tendrá. En cualquier caso, las reducciones de impuestos aceleraron el crecimiento de la economía de los EEUU, hasta el punto de conseguir un 4% de crecimiento anualizado el segundo trimestre de 2018, y un crecimiento para todo el año del 2,9%, el mejor crecimiento de los últimos doce años, y el nivel más elevado entre las grandes economías occidentales de 2019.

Foto: El presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell (Reuters)

Con todo, un análisis detallado de lo que está ocurriendo en la economía de los EEUU no invita al optimismo de cara a 2019. Primero, tras diez años de expansión económica, el momentum del crecimiento se ha ido perdiendo ya el año pasado (si el crecimiento anualizado del segundo trimestre fue de un 4,2%, el del tercero fue de un 3,4% y el del cuarto de un 2,6%).

Segundo, la economía ha comenzado 2019 con mal pie, como se ha observado en el frenazo en la creación de empleo (es difícil contratar cuando apenas quedan desempleados como ilustra el que haya ya 7,4 millones de ofertas de trabajo vacantes, el número más elevado de la historia), o en el debilitamiento del consumo en diciembre y enero (los peores datos desde 2013).

Tercero, el impacto de la subida de tipos de la FED acaecida el último año se decala unos trimestres, es decir que este endurecimiento monetario hará sentir todo su efecto en 2019.

Foto: Cambio de ciclo en la economía: la crisis que nos acecha
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Cuarto, el “chute” que genera la reforma fiscal expira el tercer trimestre de 2019, luego la segunda mitad de año observaremos crecimientos aún más menguantes (por ejemplo las ventas de viviendas de segunda mano caen un 10%).

Quinto, la fortaleza del dólar se traslada a un déficit comercial que sigue creciendo y se sitúa al mayor nivel en diez años.

Sexto, el mercado inmobiliario ya se encuentra en una fase de estancamiento con segmentos de crecimiento negativo. El impacto de estas tendencias ya se observa en el crecimiento del primer trimestre, que viene muy débil (entre un 0,5% y un 1,5% de crecimiento anualizado, menos de la mitad del crecimiento del trimestre anterior).

¿Cuáles son las consecuencias?

A nivel de política monetaria, según la economía se siga debilitando aumentarán las apuestas a que la FED comenzará a discutir bajadas de tipos, para implementar en 2020. Además, se intensificará el debate sobre el tamaño final del balance de la FED (que determina los tipos de interés a largo plazo), y se concluirá que la FED necesita un balance mucho más elevado que el histórico.

A nivel de política nacional, una fuerte desaceleración de la economía norteamericana, y una posible recesión técnica en 2020 podría producir importantes efectos políticos. Trump se presenta a la reelección ese año, y la popularidad depende mucho de la situación económica. A mucho analista le ha sorprendido que Trump mantenga un nivel razonable de popularidad, pero si se pone en contexto esta popularidad con las extraordinarias circunstancias económicas actuales (paro en mínimos) lo que destaca es precisamente el bajo nivel de apoyo que tiene frente a otros presidentes que disfrutaron de contextos económicos boyantes.

De ahí se colige que si la economía se estanca o entra en recesión bajará el apoyo a Trump y los demócratas si eligen a un candidato moderado, tendrán oportunidades de ganar la Casa Blanca. Lo interesante es cómo reaccionaría Trump ante una economía en desaceleración que redunde en menor apoyo popular. Y aquí la política exterior podría desempeñar algún papel.

En fin, confiemos en las palabras de Churchill “los americanos acaban siempre haciendo lo correcto… después de haber agotado todas las alternativas”.

La economía está conformada por “espíritus animales”. Un shock positivo o negativo de confianza positiva provoca que se invierta y consuma más o menos, lo que afecta directamente al crecimiento económico. Pues bien, la elección de Donald Trump a finales de 2016, contra muchos pronósticos provocó un catalizador en estos “espíritus animales”: se generó una confianza positiva entre inversores en el sentido de que la desregulación y la reforma fiscal aceleraría el crecimiento económico, y por lo tanto los beneficios empresariales. Las abruptas subidas bursátiles que acompañaron esas semanas reflejaron bien ese estado de ánimo.

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