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Ignacio de la Torre

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La sombra que se cierne sobre China

A la vista de las amenazas económicas, existe el riesgo de proyectar un poder geopolítico no acorde con la realidad económica, algo que presentaría consecuencias históricas

Foto: Una imagen tomada con una exposición múltiple muestra al presidente chino, Xi Jinping. (EFE/EPA/Mark R. Cristino)
Una imagen tomada con una exposición múltiple muestra al presidente chino, Xi Jinping. (EFE/EPA/Mark R. Cristino)
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Hace muchos años, estudiando en Singapur, un profesor nos comentó un discurso que había ofrecido un primer ministro chino dirigiéndose a los EEUU. En él había afirmado: “Es cierto que, analizando la historia china, hemos hecho alguna cosa mal, pero solo nos hemos equivocado los últimos 500 años”. Esta frase venía a considerar cómo China tenía una capacidad de analizar la historia y los acontecimientos con una perspectiva mucho más a largo plazo que la mentalidad de un occidental.

Desde mediados de los setenta, China comenzó a implementar una serie de reformas económicas que generaron una gran prosperidad. El país ha pasado a ser la segunda economía mundial (tras superar incluso al PIB de la zona euro), a elevar la renta per cápita hasta niveles de unos 10.000 dólares (similares, por ejemplo, a Bulgaria) y, sobre todo, a eliminar prácticamente la pobreza extrema, pobreza que aún era muy patente en los años ochenta. Además, lo ha conseguido pacíficamente, algo no muy consonante con la historia de China, plagada de sangrientos conflictos civiles (una vez leí que de los 10 conflictos más mortíferos de la humanidad, cinco habían tenido lugar en China). China fue invitada a participar en la ONU, reemplazando a Taiwán, hace unos 50 años, y a unirse a la Organización Mundial del Comercio hace más de 20 años. La hipótesis básica era que la interrelación diplomática y comercial con China elevaría sus estándares de vida hasta el punto de que la clase media demandara libertades, lo que acabaría conduciendo el país a convertirse en una democracia, y como las democracias casi nunca luchan entre sí, a intensificar la paz mundial. Sin embargo, estas predicciones no fructificaron, mostrando en parte el férreo control que el Partido Comunista ostenta sobre el país, y también la aceptación por gran parte de la sociedad de esa prosperidad y orden a cambio de sacrificar libertades (como dijo Goethe, “prefiero una injusticia a un desorden”).

Foto: EC.

La evolución de semejante milagro económico ha hecho que muchos pensadores proyecten dicho éxito hacia el futuro, contemplando diferentes años en los que la economía china superará a la de los EEUU y, por lo tanto, China se convertirá en el país más importante del mundo.

Yo he escrito en varios artículos que no comparto esa opinión, principalmente porque me parece erróneo proyectar crecimientos económicos pasados hacia el futuro, por muchos motivos muy estructurales (al final, el crecimiento estructural depende de demografía y de productividad y los datos no son muy halagüeños). Sin embargo, me gustaría reflexionar sobre varios puntos recientes que conforman una amenaza hacia el aparente exitoso modelo desarrollado hasta la fecha.

Primero: tanto importa el crecimiento económico como su sostenibilidad; en mi opinión, el principal factor que explica la sostenibilidad es la intensidad de crédito. Si la deuda sube más que el PIB, antes o después, el país tendrá que purgar esos excesos, y la purga conllevará un crecimiento económico muy inferior. Pues bien, la deuda china ha duplicado su peso en el PIB desde 2008, pasando de niveles de 140% sobre PIB a entornos del 290%, con un talón de Aquiles muy evidente en la deuda del sector corporativo, que alcanza niveles estratosféricos. China correctamente ha identificado esta debilidad e intenta acometer políticas para limitar su vulnerabilidad, el problema es que limitarla se traduce en un menor crecimiento.

Foto: Un agricultor en Kenia. (Reuters/Thomas Mukoya)

Segundo: aunque el sector inmobiliario/constructor es muy relevante en un país en términos de PIB, de empleo, de recaudación impositiva y de interrelación con el sector bancario, cuando se permite que crezca demasiado se puede gestar una crisis económica y a veces bancaria, como sabemos bien en España. En un país normal, tiende a pesar menos de un 15% de PIB. En China, según datos de Harvard, pesa un 28%. El ciclo inmobiliario chino ha comenzado a pinchar en agosto de 2021. Su 'limpieza' se traducirá en un menor crecimiento (las ventas de casas bajan un 19% y la iniciación de hogares, un 20%). El sector tecnológico podría 'tirar del carro' ante esta situación, pero la política de 'prosperidad común' se ha traducido en que la capitalización bursátil de las tecnológicas chinas haya caído la friolera de 1,4 billones de dólares desde inicios de 2021. No es de extrañar que la bolsa china haya perdido un 22% desde diciembre pasado.

Tercero: la política de covid cero ha podido ser exitosa en el pasado, pero en este momento se está traduciendo en datos económicos escalofriantes. Si los índices de gestores de compras (PMI) muestran expansión de la economía a partir de 50, los PMI chinos de abril se mueven entre 37 (sector privado) y 43 (empresas estatales). No es de extrañar que el yuan se esté depreciando (un 6% el último mes), pero ni aun así las exportaciones tiran (crecen solo al 4%, el menor incremento en dos años).

Foto: Foto: EFE/EPA/Jérôme Favre.

Al final, se trata de reconciliar los puntos anteriores sobre un 'trilema imposible': no se puede crecer al 5,5% (objetivo del Politburó del Partido Comunista), mantener estable la ratio de deuda sobre PIB y seguir aplicando la política de covid cero.

Maquiavelo afirmó: “Nada es tan débil e insostenible como la reputación de poder que no se base en la fuerza de uno mismo”. En términos geopolíticos, esta afirmación del genial toscano se traduce en la identidad que acaba existiendo entre el poder geopolítico y el poder económico. Cuando ambas se disocian y se trata de proyectar un poder geopolítico no respaldado por el poder económico (por ejemplo, Imperio romano de los siglos III y IV, la España del siglo XVII o la Unión Soviética de la década de los setenta), los imperios acaban implosionando. No creo que esto vaya a ocurrir en China. Sí creo que, a la vista de las amenazas económicas, existe el riesgo de proyectar un poder geopolítico no acorde con la realidad económica, algo que presentaría consecuencias históricas.

Hace muchos años, estudiando en Singapur, un profesor nos comentó un discurso que había ofrecido un primer ministro chino dirigiéndose a los EEUU. En él había afirmado: “Es cierto que, analizando la historia china, hemos hecho alguna cosa mal, pero solo nos hemos equivocado los últimos 500 años”. Esta frase venía a considerar cómo China tenía una capacidad de analizar la historia y los acontecimientos con una perspectiva mucho más a largo plazo que la mentalidad de un occidental.

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