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El Quinto en Discordia

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¡Ánimo!, ya no queda tanto

Hoy  hace un día demasiado bonito como para seguir ahondando en nuestro fatídico destino. No merece la pena tratar de desentrañar las oscuras razones detrás de

Hoy  hace un día demasiado bonito como para seguir ahondando en nuestro fatídico destino. No merece la pena tratar de desentrañar las oscuras razones detrás de la insensatez de nuestro Gobierno en materia económica y volver un día más a amargarnos la mañana. Creo que hay que dar por imposible una eventual rectificación en el rumbo de la política económica porque el que manda parece estar convencido, a pesar de la opinión de casi todos –de un color y de otro; catedráticos y estudiantes; empresarios y autónomos; futbolistas y vedettes-, de que lo que hace es lo correcto.

 

No es una estrategia electoralista y de corto alcance movida por el ¿legítimo? objetivo de maximizar el rédito electoral como muchos dicen. Es el convencimiento del que ha visto la luz, del converso. Aunque sea un converso autodidacta –dos tardes no dan para mucho- y desconfiado que, según dicen, de lo único que se fía es de su intuición. Y lo ha demostrado claramente con la postura que ha adoptado en defensa de la subida del IVA, si no entiende que con la subida del impuesto se destruye empleo como consecuencia de la reducción de la capacidad de gasto general. Y si se reduce el gasto, se reducen las ventas; y si se reducen las ventas, se reduce la producción; y si se reduce la producción, aumenta el paro. Y por supuesto no consigue el objetivo de recaudar más.

Pero hoy, sin embargo, creo que hay que tratar de ser constructivo y ver en cómo se ha rechazado la moción del Partido Popular contra la subida del IVA, el principio del fin de este des-gobierno. A pesar de que la moción se ha rechazado, el apoyo con el que ha contado Zapatero –él y sólo él es el gran muñidor de la estrategia de wait and see- en la cámara ha sido de muy mala calidad. Ha dejado en clara evidencia que nunca ha tenido la iniciativa en materia económica y que desde el punto de vista del rédito electoral ya no mola salir en la foto apoyándole.

El que en la única votación trascendental en materia económica que hemos tenido desde que todo este paripé del acuerdo de estado empezara, ZP se haya tenido que valer de dos partidos marginales para ganar, es un síntoma claro de lo complicado que lo tiene. Ya veremos qué votan estos nacionalistas cuando sean temas que les tocan más de cerca y/o cuando vean que estamos en un punto de maceración tal, que el apoyar a este gobierno en barrena no sale gratis.

Los tiempos los van a marcar las elecciones catalanas. Con un poco de suerte, Montilla una vez más trata de desmarcarse de Madrid y mirando exclusivamente en su propio interés adelanta las elecciones a antes del verano porque ve que la sangría –de intención de voto me refiero- lejos de mejorar, con el tiempo sólo puede ir a peor. Esto sería muestra de la falta de confianza en la estrategia del líder preclaro que lo juega todo a una carta: que el tiempo le solucione la papeleta.

En cualquier caso, independientemente de cuándo se celebren y de su resultado, la moción de censura, que hasta ahora no se ha presentado como consecuencia de que los tiempos políticos no permiten que CIU se signifique demasiado, será imparable. Y entonces habrá muy pocos que quieran estar al lado del que manda que con un poco de suerte no se come el turrón y Sonsoles lo tiene todito para ella para arreglar los problemas de comunicación que parece que hay en la pareja.

Siento haberles enchufado esta carta a los Reyes Magos en la que algo ha tenido que ver el antihistamínico, pero hay un sol radiante esta mañana y la esperanza, dicen, que es lo último que se pierde.

Hoy  hace un día demasiado bonito como para seguir ahondando en nuestro fatídico destino. No merece la pena tratar de desentrañar las oscuras razones detrás de la insensatez de nuestro Gobierno en materia económica y volver un día más a amargarnos la mañana. Creo que hay que dar por imposible una eventual rectificación en el rumbo de la política económica porque el que manda parece estar convencido, a pesar de la opinión de casi todos –de un color y de otro; catedráticos y estudiantes; empresarios y autónomos; futbolistas y vedettes-, de que lo que hace es lo correcto.

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