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El Quinto en Discordia

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Poco dura la alegría del mundial

Ya hemos vuelto a la rutina diaria. Ha pasado la resaca de la victoria en el mundial de fútbol –brillante, que nos ha hecho vibrar y

Ya hemos vuelto a la rutina diaria. Ha pasado la resaca de la victoria en el mundial de fútbol –brillante, que nos ha hecho vibrar y ha rescatado un patriotismo (frente al patrioterismo habitual) de todos olvidado- y nos hemos dado de bruces con la cruda realidad. No ha podido ser de peor forma: con el Debate sobre el (triste) estado de la Nación.

Hemos pasado de disfrutar a lo grande con el fútbol y con esta gran selección  -lo que sin duda no soluciona los graves problemas económicos pero, en cambio, si sirve para paliar la grave depresión que tiene completamente atenazados a los “animal spirits”- y nos hemos vuelto a encontrar con lo de siempre: con un gobierno de incapaces que presumen de responsables y que busca apoyo para unas reformas en las que no cree y que no sabe como articular; con una oposición que por motivos de estrategia electoral continúa en “wait & see”; y con unos nacionalistas que aparentemente son lo únicos con algo de sentido de estado en sus planteamientos.

Esta situación no tendría nada de nuevo en la tradición democrática española, ni de particular para lo que nos ocupa en este blog, si no fuera por la relevancia que ha cobrado de un tiempo a esta parte la acción de los distintos gobiernos y en concreto –por el tamaño (mayor) relativo de su economía- el de España.

Así que después de haber sufrido en mis carnes las distintas intervenciones –otro de los efectos colaterales de la crisis-, creo que se pueden llegar a la nada  halagüeña conclusión de que todos tienen su parte de razón: Zapatero a la hora de acusar al PP de no tener programa; Rajoy en lo de que la falta de credibilidad de ZP ha provocado una crisis de confianza de magnitudes bíblicas; e incluso CiU cuando tacha de irresponsables a los dos principales partidos.

Sin embargo, creo que –con mi voluntarismo habitual- se puede hacer una lectura positiva del baile de máscaras en el que se han convertido el patio político español en el que nada es lo que parece –los socialistas se han convertido en los abanderados del liberalismo, el partido popular es el nuevo partido de los descamisados y CIU es el que tiene más sentido de estado-. Y esta lectura sería la siguiente: CiU tiene la sartén por el mango. Va a marcar el calendario electoral. Va a apoyar al gobierno para que pase las reformas en materia laboral y del sistema de pensiones, lo que no es necesariamente malo, todo lo contrario. Y una vez que pasen las elecciones catalanas, los van a dejar caer al no apoyar el presupuesto: hay elecciones generales en el primer trimestre del año que viene, lo que sin duda es a priori muy buena noticia. El partido catalán lo han dicho abiertamente y ZP, que no es Churchill, va a tragar con todo porque por un lado viene impuesto por Bruselas -¡bendita crisis griega!- y porque no quiere soltar la poltrona de ninguna manera.

El resultado de estas elecciones es otra cosa. Creo que la derrota del gobierno tendría que ser por goleada, ha sido lo peor que le ha pasado a España en muchos años –sin concretar el número- pero lo que pasa es que el partido popular con las estrategias del fontanero Arriola tampoco está ayudando. El tiempo dirá.

Ya hemos vuelto a la rutina diaria. Ha pasado la resaca de la victoria en el mundial de fútbol –brillante, que nos ha hecho vibrar y ha rescatado un patriotismo (frente al patrioterismo habitual) de todos olvidado- y nos hemos dado de bruces con la cruda realidad. No ha podido ser de peor forma: con el Debate sobre el (triste) estado de la Nación.