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En la cuerda floja
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Fernando Suárez

El Teatro del Dinero

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En la cuerda floja

La toma de decisiones en asuntos públicos está habitualmente orientada al corto plazo. La maximización de réditos electorales en reválidas sucesivas y los intereses creados constituyen

La toma de decisiones en asuntos públicos está habitualmente orientada al corto plazo. La maximización de réditos electorales en reválidas sucesivas y los intereses creados constituyen incentivos suficientes para planificar sus efectos inmediatos o retardados. Políticas económicas de ajuste y sacrificio durante las primeras etapas de gestión, legitimidad popular mediante, para posteriormente y según manden las urnas, practicar aquellas actuaciones que favorezcan la reelección aprovechando cierta miopía de los votantes, quienes valoran generosamente los desempeños más recientes y desdeñan con facilidad los pasados, desmemoriados de pretéritas apreturas. Ciclo económico de origen político.

 

Desequilibrios globales, sistema en crisis. Ahora, como entonces, las soluciones son parches. Salir del paso. Fracaso dinámico de políticas económicas basadas en adecuadas combinaciones de desempleo e inflación, invalidadas en el momento en que la estanflación dejó al descubierto la visión naíf de aparentes opciones mutuamente excluyentes. Evolución hacia la inflación centrada en los activos, estanflación tipo II: en su afán por obtener rentabilidad, el inversor impulsará al alza los precios de la renta variable y los activos inmobiliarios, y a la baja las rentabilidades de los bonos y los diferenciales de la deuda empresarial. Cuando se produzca el estallido de estas burbujas, lo que en último término están llamadas a hacer, la estanflación de tipo II podría incluso tornarse en deflación.

Deflación y recesión. Remedios naturales para eliminar toxinas y purgar los excesos acumulados en forma de distorsiones productivas, oferta de bienes y servicios que no existirían ni resultarían rentables sin inflación fiduciaria. Pero estos ajustes, ineludibles aunque dolorosos, generan un coste político brutal mientras se produce la asignación de recursos en empleos más eficientes. Paro, descenso de ingresos fiscales, aumentos de cargas sociales y peso de las deudas. Intolerable. Y, sin embargo, las quiebras y fallidos permiten una liberación de factores de producción que pueden y deben ser transferidos a usos alternativos potencialmente rentables y adaptados a las preferencias intertemporales de los consumidores.

Aliviar los duros efectos de una recesión pasa por reducir dimensión e intervencionismo del Estado a la mínima expresión, disminuir drásticamente el gasto público de consumo, recortar impuestos y favorecer un superávit primario que permita el natural devenir en los ajustes de mercado sobre la estructura productiva. Lo contrario es agravar el problema y transformar una sana recesión en abismal depresión.

Al impedir la necesaria y saludable limpieza de corrales entre quienes fueron imprudentes, negligentes o avariciosos en sus decisiones financieras, los rescates mandan un doble mensaje perverso. En primer lugar, se refuerza el concepto de riesgo moral. Haga lo que haga, siempre vendrán en mi ayuda. Too big to fail. En segundo lugar, se reiteran falsas señales que inducen cálculos económicos ficticios, ralentizando la reestructuración productiva y la recomposición de las decisiones de consumo e inversión de los agentes. La bola de nieve crece y crece, se hace ciclópea. Too big to bail out. Futuro aterrador.

La errónea asunción de la neutralidad del dinero lleva a plantear soluciones basadas en estímulos del consumo y helicópteros monetarios. Desde la atalaya keynesiana, financiación directa y estimulación de la demanda agregada, opciones que sólo debilitan la posición fiscal gubernamental, impiden la reordenación de la estructura productiva y distorsionan las decisiones de consumo e inversión. Intervencionismo, proteccionismo y efecto exclusión coartan la conciliación entre lo que realmente se demanda y lo que se está ofreciendo. Desde la cofa monetarista, se aboga por escuadrillas de bombarderos y el alucinógeno Quantitative Easing (QE), obviando el motivo fundamental por el cual colapsa el crecimiento crediticio a pesar de la expansión monetaria: la incapacidad o desgana de los agentes privados por dar/tomar crédito adicional en un entorno de insostenible sobreendeudamiento e insolvencia generalizada. QE, trampa de la liquidez y riqueza neta.

En vanguardia, ya saben, los zapadores del Plunge Protection Team, cebando nuevamente la bomba fiduciaria global: El Gobierno norteamericano tiene una tecnología, llamada imprenta (o su equivalente electrónica), que permite producir tantos dólares como se deseen sin coste alguno. Bajo un sistema monetario fiduciario, un determinado gobierno puede siempre generar mayor gasto y, por tanto, inflación positiva. [...] Si el Tesoro emite deuda para comprar activos privados y la Fed compra por el mismo importe la deuda emitida por el Tesoro con dinero recién creado, la operación completa equivaldría a una operación de mercado abierto en activos privados.

En condiciones normales, los bonos descontarían la inflación/devaluación con aumentos de sus rentabilidades, descensos en sus precios. ¿Solución? Compras masivas de los tramos largos de la curva de tipos. De esta forma, se ajusta la yield curve a los sucesivos recortes del precio del dinero, realimentando la psicosis deflacionista; se incentiva y rentabiliza el reciclado de dólares de los exportadores; y se facilita la refinanciación hipotecaria cuyo tipo de referencia principal es el rendimiento del bono USA a 30 años. Absurda paradoja: a mayor endeudamiento, menores tipos de interés. Vuelta al famoso conundrum de Greenspan.

Asumiendo que la deflación sólo podría llegar involuntariamente, en forma de imprevisto accidente, y que su evitación para que continúe el espejismo de prosperidad sólo extrema el dolor, empeora la enfermedad e impide su posterior cura, la reflación actual podría degenerar en hiperinflación. Funambulismo sin red. Inducir a las entidades financieras a que creen dinero bancario, expandiendo el crédito para refinanciar bienestar ilusorio, es engordar para morir. Excederse con el parque de aviación y su efecto multiplicador de reservas podría certificar la muerte sobrevenida del dollar standard y del sistema fiduciario internacional. Y entonces sí que no habrá rescates ni estímulos posibles. The End.

La banca atesora, de momento, la liquidez inyectada para capitalizar pérdidas, reduciendo eficiencia y abandonando su papel de intermediario financiero. En un entorno de insolvencia técnica, el crédito no llega a su destino final. Visto el escasísimo éxito de las medidas adoptadas, políticas más agresivas, directas y arriesgadas se otean en el horizonte. Por allí resopla. Equilibrismo y zozobra.

Hay tres tipos de equilibrio: estable, neutro e inestable. Un sistema está en equilibrio estable si ocurrida cualquier pequeña perturbación, entran en juego fuerzas para restablecer la posición inicial; es neutral si, producido el trastorno,  no acontecen fuerzas reparadoras ni perturbadoras, de forma que el sistema permanece en reposo en la nueva posición alcanzada; y está en equilibrio inestable si la alteración provoca mayores fuerzas turbadoras que actúan de manera acumulativa para llevar al sistema fuera de su posición inicial. Un buque con una pesada quilla está en equilibrio estable; un huevo tumbado sobre un lado, en equilibrio neutro; un huevo sobre uno de sus extremos, en equilibrio inestable.

Quizá sea momento de asumir que la economía, como cualquier sistema dinámico, rara vez está en equilibrio. Y mucho menos estable. La premura, las soluciones de continuidad y las simplificaciones de la realidad, amparadas en supuestos y restricciones de improbable cumplimiento, sólo alimentan la incertidumbre y el caos. ¿Es sostenible este inestable desequilibrio sin invocar a Colón...? Ustedes dirán...

La toma de decisiones en asuntos públicos está habitualmente orientada al corto plazo. La maximización de réditos electorales en reválidas sucesivas y los intereses creados constituyen incentivos suficientes para planificar sus efectos inmediatos o retardados. Políticas económicas de ajuste y sacrificio durante las primeras etapas de gestión, legitimidad popular mediante, para posteriormente y según manden las urnas, practicar aquellas actuaciones que favorezcan la reelección aprovechando cierta miopía de los votantes, quienes valoran generosamente los desempeños más recientes y desdeñan con facilidad los pasados, desmemoriados de pretéritas apreturas. Ciclo económico de origen político.