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Fernando Suárez

El Teatro del Dinero

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Cuestión de confianza

El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los

El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen. Aunque ignoro el grado de verosimilitud que le otorgaban sus contemporáneos, casi dos siglos después, cualquier parecido con la realidad se ha convertido en un lacerante e inmenso sarcasmo. Un espejismo vergonzoso, pero bien merecido, fiel reflejo de una inercia labrada a base de mantenella e no enmendalla, cebando ese continuismo orientado únicamente a cautivar votos, pesebres mediante, como medio de acceso y permanencia al goloso monipodio de la cosa pública.

 

En tanto que la fiducia constituye la esencia de la actual economía de mercado, y siendo imprescindible su concurso a la hora de garantizar el buen funcionamiento del sistema sociopolítico, ¿en quién se puede confiar tras la crisis financiera?. Un interesante estudio que aborda diferentes aspectos de la confianza sistémica o institucional, su evolución, y las consecuencias sobre las demandas ciudadanas respecto de sus élites regentes, nacionales y comunitarias. Una vez delimitado el concepto atendiendo a sus tres vertientes fundamentales; el poder legítimo o parlamentario, el dinero, y la autoridad gubernamental; el autor valida la hipótesis inicial de que los conflictos de interés entre factores productivos, capital y trabajo, se atenúan mediante los diferentes mecanismos compensatorios del Estado del Bienestar. De esta forma, las externalidades generadas permiten compartir riesgos y oportunidades, cultivar la cohesión social protegiendo a los miembros más vulnerables, fomentar un clima industrial participativo, y enriquecer el marco socioeconómico de la ciudadanía. Economía social de mercado.

 

Quizá, cabría añadir aquella dualidad básica de líderes y seguidores, libre de cualquier connotación de superioridad moral o intelectual. Los primeros, dada su singular capacidad creativa e innovadora, inclinados de manera instintiva a resolver y promover avances, tanto en el plano individual como colectivo; los segundos, interesados en convertirse en meros receptores de las decisiones ajenas, contribuyendo en su caso a difundirlas mediante conductas de imitación o muestras de apoyo y adhesión. Inclúyanse también las salvedades habituales de racionalidad acotada, sesgos informativos y creencias erróneas, mediatizadas a conveniencia, para aproximar un contexto de valoración del impacto sobre la credibilidad de las instituciones comunitarias, especialmente el BCE, cuyo aperitivo ya fue servido en pieza separada. Desgaste en primera línea y fatiga de combate serían dos ingredientes adicionales que ayudarían a explicar que la confianza en las autoridades europeas disminuyera durante el período inmediatamente posterior al crac, mientras aumentaba la otorgada a los gobiernos nacionales; habiéndose originado el proceso inverso cuando aquélla mejoró en los meses siguientes.

 

La sensación de un colapso financiero cercano, el rocambolesco baile de rescates públicos in extremis, y aceptar, de grado o por la fuerza, la curiosa relación de dependencia en la fe mutua, han sido factores determinantes a la hora de asumir la fragilidad del andamiaje, favoreciendo la desaparición de excesos de confianza sistémica. Y dado que ésta es considerada crucial para la estabilidad democrática, aquella parte depositada en el gobierno se convierte en prerrequisito básico de legitimidad popular, siendo los ciudadanos más propensos a cumplir con las normas si perciben, en primer lugar, que pueden fiarse de quienes rigen sus designios y, en segundo, que buena parte de sus pares resultan igualmente cooperativos. Oh là là. Sin embargo, la consecuencia inmediata cuando el modelo pierde favores en torno a su aparente y bondadosa equidad es la presión ejercida ante las autoridades nacionales, con el fin de que eleven sus dosis de dirigismo, regulación, y políticas redistributivas.

 

Éstas, además de condicionar el desempeño económico vía reasignación subóptima de recursos, están encaminadas a fomentar la confianza, influyendo a su vez en la percepción de justicia y reciprocidad del sistema. Un círculo virtuoso o perverso, según se mire y administre. El contrato social descansaría idealmente en elementos de protección que eviten a toda costa provocar desidia y riesgo moral, fruto de una fe ciega en la existencia de un inagotable maná benefactor, justificando así la cómoda coartada de quedarse a verlas venir. Las servidumbres disfrazadas de derechos, firmes garantes de paz social y estabilidad institucional, suponen tentaciones difíciles de vencer, al permitir asombrosas oportunidades para, de un lado, aumentar el peso e intervencionismo públicos y, de otro, aplazar continuamente las transformaciones estructurales necesarias o improvisar sobre la marcha, con el único objetivo de evitar sus ulteriores costes políticos.

 

Por su parte, las grandes esperanzas consignadas en la lozanía de los mercados financieros se han convertido, a tenor de la rabiosa actualidad, en piedra angular por antonomasia. Tratándose de un juego cuyos efectos están dirigidos a fabricar causalidad circular, entrelazando sucesivos descuentos de expectativas en base a desempeños pasados, la reforma de los sistemas de pensiones en Europa requiere, más que nunca, el aval de los papelillos. Además de dar facilidades para la captación de ahorro cautivo, se allana el camino de la modificación y, en su caso, transición ordenada desde modelos de reparto hacia regímenes mixtos o de capitalización. Y España, de nuevo, vuelve a quedar descolgada y en evidencia. Eso sí, abonados al bluf de autoengaño e ignorancia, según el recetario habitual, por ver si cuela. Mientras tanto, las ocurrencias last minute sólo ponen de manifiesto la abyecta dejación de funciones, reconvertida en ley del embudo e inicuos parches, a la par que el más absoluto desprecio por los administrados. Soluciones fáciles de justificar, rápidas de implementar y, sobre todo, capaces de diferir cuestiones recurrentes otros tres lustros. That's the way it goes. Sin embargo, la paciencia siempre tiene un límite y, tarde o temprano, se tocará a degüello

 

En cualquier caso, parece razonable adaptarse para enfrentar un entorno de credibilidad menguante y riesgo creciente, cuya evolución seguirá sometida a la propaganda del desconcierto, la ineficiencia, y el chantaje permanente. Librarse de la arbitrariedad e incompetencia supone decisión, compromiso, e imaginación, ahondando en la búsqueda de cauces alternativos, en franca rebeldía frente a un sistema abocado al fracaso. Un gobierno suficientemente grande para darte todo lo que quieres también lo es para quitarte todo aquello que tienes. (GF).

El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen. Aunque ignoro el grado de verosimilitud que le otorgaban sus contemporáneos, casi dos siglos después, cualquier parecido con la realidad se ha convertido en un lacerante e inmenso sarcasmo. Un espejismo vergonzoso, pero bien merecido, fiel reflejo de una inercia labrada a base de mantenella e no enmendalla, cebando ese continuismo orientado únicamente a cautivar votos, pesebres mediante, como medio de acceso y permanencia al goloso monipodio de la cosa pública.