El Teatro del Dinero
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Señuelos y zalagardas que distraen de lo esencial
En ésas andamos, bien entretenidos con nuestro particular sainete eurolandés, a base de tragedia griega y pasión española. Incapaces de aparcar el desmedido gusto por el
En ésas andamos, bien entretenidos con nuestro particular sainete eurolandés, a base de tragedia griega y pasión española. Incapaces de aparcar el desmedido gusto por el morbo financiero, entre conspiraciones especulativas e intervenciones verbales, distraemos la atención de lo que realmente importa, haciendo las delicias de quienes juegan sus cartas a voluntad, sobre un cómodo tapete de indolente debilidad. Y eso que la tradicional liturgia, adaptada a los tiempos, mantiene la esencia de antaño: presa fácil, codiciado trofeo, rececho en terreno acotado, y lances mañosos que interesen, siquiera furtivamente, el suculento matacuelga de lomos, paletas, y jamones. Et voilà: La belle Hélène.
Maniobras de evasión para una realidad global de sobreendeudamiento e insuficiencia fiscal, cuyo riesgo sistémico, tan contagioso, trata de difuminarse mediante descastes y caza selectiva. De los big players, le ha tocado el turno a la UME, tal vez por deferencia a sus canas o porque se prestaba mejor al envite. Sea como fuere, recordarán que los escenarios inducidos descansan en una doble posibilidad: primera, el fracaso de los debidos ajustes y la negativa de los socios solventes de acudir al rescate. Ello generaría un efecto dominó y las opciones de retirada, suspensión de membresía, o incluso disolución, quedarían expeditas. Segunda, de producirse el rescate se premiaría el riesgo moral, incentivándose que todos aquellos en dificultades, causadas por su propio laissez faire-laissez passer corrupto e ineficiente, quieran también su particular billete gratis para la salvación. A este respecto, algunos abogan en favor de la intervención aséptica del FMI, mientras otros la desaconsejan aduciendo la tesis de los twin deficits. En cualquiera de los casos, la confianza en el euro pasaría a mejor vida, eliminándose el mayor rival del dólar, y revitalizando éste su estatus como única divisa de reserva plausible.
Un tercer escenario, ya saben, sería el de olvidarse de abandonar la nave, hacer de tripas corazón, e iniciar una severa dieta fiscal. Marco institucional y disciplina de mercado acompañados de la habitual táctica de poli bueno-poli malo, a modo de solidario reparto de los costes políticos de medidas impopulares, al tiempo que se cumplen los deberes impuestos. Ésta parece la alternativa seguida hasta ahora, toda vez que los mensajes enviados benefician, de un lado, a los incumplidores, quienes no tienen más remedio que ponerse las pilas y, de otro, a sus teóricos salvadores, que ven reforzadas sus posiciones, en tanto se rasgan las vestiduras cara a la galería. Porque, además del coup de grâce a la Unión, la alternativa secesionista, en el caso heleno, llevaría bajo el brazo una devaluación en torno al 80% de su reflotado dracma, incrementando cinco veces la roncha gubernamental. As simple as that. Se trataría, pues, de administrar mucho palo y poca zanahoria, contemplando incluso un default selectivo, consensuado y orientado a reestablecer credibilidad y responsabilidad fiscal, lo que redundaría en la mejora del cartel de la moneda única.
Y es que un euro saludable sigue siendo muy mala noticia para el eje anglosajón, en especial Estados Unidos. Con la atención de sus propias tragedias financieras convenientemente desviada, la bancarrota que atenaza a algunos de sus Estados, privados también de soberanía monetaria más allá de socorridos IOUs, enfrenta las habituales recetas de aumentos impositivos, reducciones de gasto, y/o default. Claro que, por aquellos lares, la más atractiva y cercana parece ser la del concurso de aspirantes al rescate federal, una solución fácil de vender en términos políticos internos, y rearmada con un privilège exorbitant recién fortalecido. No es de extrañar, por tanto, que según evolucionen las dudas sobre las respectivas solvencias a ambos lados del Atlántico, vayan afinándose las querencias acreedoras e imponiéndose la selección natural en torno a las renovadas preferencias en materia de divisas de reserva.
Llegados a este punto, cabría interesarse por el estado de sucesión al trono del dólar, cuestión que trasciende las meras opciones de conversión de haberes monetarios, e incide en la triple función de estándar internacional aceptado como unidad de cuenta, medio de cambio, y depósito de valor. La evidencia histórica muestra que este tipo de relevos se realizan de manera lenta, pero inexorable. Si bien EEUU superó en tamaño económico a Reino Unido durante el último tercio del siglo XIX, y aún tardaría casi cinco lustros en hacerlo como potencia exportadora y acreedor neto, el billete verde sólo se convirtió en divisa líder tras Bretton Woods. Análogamente a la azarosa cohabitación durante el periodo de entreguerras; en el que la esterlina se resistió a perder su estatus, y la City a ceder su cetro en favor de Wall Street; la firmeza de la candidatura del euro dependería, al parecer, de dos factores fundamentales: la ampliación de la UME, sobre todo con el acceso de UK, desbancando a la economía norteamericana y asumiendo Londres, de iure, su papel de capital financiera core; y que las políticas macroeconómicas de EEUU finalmente socaven la confianza en el dólar, a través de inflación y depreciación crecientes.
Obviando las consideraciones sobre el primero, la cara manutención del liderazgo global norteamericano depende, a su vez, del deseo de bancos centrales e inversores privados de seguir acumulando activos denominados en greenbacks, y de la voluntad de aquéllos de mantener sus intervenciones en los mercados de divisas cocinando un tipo de cambio bilateral conveniente, cargándose de stock en lugar de favorecer una diversificación entre posibles alternativas, incluso una divisa de reserva sintética. Y tratándose de manipuladores, la actualidad devuelve a escena a todo un clásico oriental, causa perdida para unos, remedio milenario para otros. Así, desempolvados los temores de que China utilice su superávit por cuenta corriente e ingentes reservas como arma de desestabilización geopolítica, especialmente sus haberes de US Treasuries en su particular vis a vis con EEUU, casi una séptima parte del total, urge el refino de la estrategia de acoso y derribo.
El objetivo oficial es la suspensión de sus intervenciones en los mercados de divisas y, por tanto, de sus compras de activos extranjeros. Ello supondría una sustancial apreciación del yuan; cuyo tipo de cambio estaría infravalorado respecto al dólar en torno a un 25-41% según las últimas estimaciones; y también una depreciación de éste en términos reales efectivos. El intercambio de competitividad generado, sin embargo, podría traer resultados inciertos, habida cuenta la particular exuberancia irracional china, el estado ruinoso de las finanzas norteamericanas, y que los efectos de una devaluación competitiva pueden ser replicados mediante subvenciones y aranceles, jugándose al ratón y al gato mediante sucesivas políticas de franca deslealtad. Otra posibilidad, que no disgusta del todo, es que mantenga la adulteración cambiaria, pero modifique la composición cualitativa de sus reservas de dólares, reduciendo sus compras de deuda gubernamental y acumulando otros activos. Finalmente, queda la opción de que se decidiera a diversificar de manera agresiva entre otras divisas majors, emponzoñando así otros comederos, incluso que forzase la maquinaria de su renovado interés bimetalista. Quién sabe. En cualquier caso, sean galgos o podencos, evitemos sucumbir a señuelos y zalagardas. Tempus fugit.
En ésas andamos, bien entretenidos con nuestro particular sainete eurolandés, a base de tragedia griega y pasión española. Incapaces de aparcar el desmedido gusto por el morbo financiero, entre conspiraciones especulativas e intervenciones verbales, distraemos la atención de lo que realmente importa, haciendo las delicias de quienes juegan sus cartas a voluntad, sobre un cómodo tapete de indolente debilidad. Y eso que la tradicional liturgia, adaptada a los tiempos, mantiene la esencia de antaño: presa fácil, codiciado trofeo, rececho en terreno acotado, y lances mañosos que interesen, siquiera furtivamente, el suculento matacuelga de lomos, paletas, y jamones. Et voilà: La belle Hélène.