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15-M, cuando la idea era buena

Esta semana se ha cumplido un mes del inicio del movimiento 15-M, tiempo suficiente para poder reflexionar profundamente sobre el mismo y sobre su evolución. Desde

Esta semana se ha cumplido un mes del inicio del movimiento 15-M, tiempo suficiente para poder reflexionar profundamente sobre el mismo y sobre su evolución. Desde el punto de vista de joven universitario tengo que confesar que, en un principio, me sentí cautivado por un mensaje que arremetía contra un sistema que cada día muestra de forma más clara sus ineficiencias.

Políticos sin formación alguna que se dedican a pasarse el poder  de unos a otros, eligiendo a dedo quién les sucede y limitando las opciones de los votantes con candidatos recurrentes de incapacidad más que probada. Constantes casos de corrupción en medio de una situación económica insostenible y, sobre todo, la nula autocrítica de los políticos (que no han demostrado ninguna voluntad de mejorar la situación) fue lo que agotó la paciencia de muchísimos españoles y lo que llevó a los “indignados” a la calle.

Hasta este punto, todo en orden. A nadie se le escapa que el sistema democrático necesita retoques y las elecciones municipales eran una buena excusa para, por fin, sacar a debate este tema. Han sido, por un lado, las ganas que tenían muchos y, por otro lo novedoso de un movimiento como este en España, las que han hecho que haya tenido gran repercusión y, además, lo que en gran medida explica su posterior evolución. Los medios de comunicación, seguramente hasta para sorpresa de los acampados, dieron una amplísima cobertura de las protestas. Todos los medios ofrecían información al minuto, hacían entrevistas aquí y allá y ofrecían su particular punto de vista de un collage de opiniones. 

Sin ir más lejos, pasé por la puerta del Sol durante el cuarto día de acampada con la intención de comprobar si, lo que se decía en los medios, era en efecto el fiel reflejo de lo que ocurría. No creo que nadie se sorprenda si digo que allí no había más de 200 personas sentadas en una “asamblea”, y casi el doble de periodistas y curiosos merodeando por la plaza en busca de algún testimonio novedoso que permitiera llenar unos minutos de Telediario.

Viendo la difusión masiva de los medios y aprovechando el desconcierto de los primeros días, algunos grupos de anarquistas, comunistas y hasta hippies fueron tomando el control de la acampada, Empezaron a mezclar el mensaje inicial con propuestas sin mucho sentido y relacionadas con infinidad de temas absurdos que ya estamos hartos de escuchar. En la asamblea a la que me he referido antes, por ejemplo, se escuchaban propuestas que iban desde la declaración de la 3ª República, hasta la creación de todo tipo de ayudas estatales. Sin comentarios.

Los días fueron pasando hasta llegar a los acontecimientos de los últimos días, dónde algunos de los que se decían abanderados del movimiento (15M) se han quitado la careta y han decidido que lo mejor que pueden hacer es recurrir a la violencia e impedir el funcionamiento del sistema que ellos critican (sirva como ejemplo lo ocurrido en el Parlament esta semana). Estoy convencido que todos los manguis protagonistas de estos actos nada tienen que ver con aquellos que empezaron la acampada ni con el espíritu pacífico que la protagonizó.

En definitiva, estamos ante un movimiento que puso sobre la mesa un debate que muchos esperaban, y que es necesario plantearse; pero que, por culpa de unos pocos y gracias a la cobertura mediática que han recibido, en vez de centrarse en este planteamiento, ha ido evolucionando a una caótica revuelta que no lleva a ningún lado.

Por un lado, no  nos podemos olvidar que, aunque plagado de fallos, éste es el sistema que hemos elegido y, por lo tanto, las propuestas han de ser siempre canalizadas por las vías establecidas. De otra forma, nos estaríamos pareciendo más a las revueltas árabes que a cualquier otra cosa.

Por otro lado, siendo mínimamente pragmático, la situación del país es suficientemente grave en estos momentos como para contribuir a su empeoramiento. La prima de riesgo está subiendo otra vez a máximos de 2010 y la inestabilidad no hace más que incrementar la desconfianza hacia nosotros. Por lo tanto, aunque el cambio es necesario, no hagamos  el “indio” una vez más, y centrémonos en lo más urgente, no vaya a ser que crezca  aún más la indignación.

 

Esta semana se ha cumplido un mes del inicio del movimiento 15-M, tiempo suficiente para poder reflexionar profundamente sobre el mismo y sobre su evolución. Desde el punto de vista de joven universitario tengo que confesar que, en un principio, me sentí cautivado por un mensaje que arremetía contra un sistema que cada día muestra de forma más clara sus ineficiencias.

Movimiento 15M