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¡Viva España!: el error de Morgan Stanley
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Juan Carlos Barba

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¡Viva España!: el error de Morgan Stanley

En un conocido informe recientemente Morgan Stanley habló hace poco de las buenas perspectivas de nuestra economía. Pero no es oro todo lo que reluce¿Están yendo

En un conocido informe reciente, Morgan Stanley habló de las buenas perspectivas de nuestra economía. Pero no es oro todo lo que reluce.

¿Están yendo las cosas tan bien en España como nos dijo Morgan Stanley hace poco? Como se dice en el argot de la profesión, ¿hay que ponerse largos con España? El informe de Morgan Stanley ha sorprendido, favorablemente, por la excelente opinión que han manifestado sus analistas a la hora de juzgar la evolución de la economía española en los últimos años. Basan sus conclusiones en dos hechos. El primero es que las exportaciones españolas están evolucionando muy bien, y el segundo es que los costes laborales en relación a lo que se produce están bajando con fuerza. Ello, según el banco estadounidense, demuestra la eficacia de las reformas económicas y el aumento de la competitividad de nuestra economía.

Sin embargo, es muy dudoso que el juicio de Morgan Stanley sea correcto. Comenzando con las exportaciones, en el gráfico siguiente podemos ver la evolución de estas en España y Alemania, y en España y Francia desde el año 1994. En el primer gráfico se ve cómo la exportación en Alemania ha crecido siempre aproximadamente a la misma tasa que en España, con períodos en que crecía más (1994-1999, 2000-2001, 2003-2005 o en estos momentos) y períodos cuando lo hacía menos (sobre todo 2004-2008). Es un mito que el gigantesco problema de deuda que hemos acumulado se deba a la pérdida de competitividad acumulada desde el inicio de la era euro, porque si no este gráfico ofrecería una imagen radicalmente distinta.

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Si en el gráfico anterior hemos visto cómo las empresas españolas supieron mantener el pulso exportador a la bestia exportadora de la economía mundial manteniendo tasas de crecimiento similares, en el siguiente vemos cómo ganaron por goleada a las francesas, con tasas muy superiores de crecimiento durante casi todo el tiempo durante los últimos 20 años. Y, sin embargo, eso no ha hecho que Francia haya estado en una situación crítica en ningún momento de la crisis.

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El problema de la dispar evolución de la situación en Europa, algo que sorprende que no comprendan los analistas de Morgan Stanley, no es que las exportaciones hayan evolucionado de forma distinta o que se haya perdido competitividad en unos sitios más que en otros, sino el distinto impulso de la demanda interna en unos sitios y en otros al abrigo de las facilidades que tenía la banca para obtener crédito en los mercados internacionales durante la época dorada de la financiarización de la economía mundial. Algo que aprovecharon nuestros bancos y cajas para incrementar de forma brutal su cifra de negocio y sus beneficios. En el siguiente gráfico vemos los efectos de esta burbuja crediticia sobre nuestras importaciones, cuyo impresionante aumento es la causa básica de nuestra delicada situación (que recordemos que es por la elevadísima deuda externa). Las importaciones en España crecieron a ritmos muy superiores a los de Alemania durante años y años de forma casi continua hasta que se hundieron, y lo siguen haciendo, a partir de 2008, cuando se cerró el grifo en los mercados financieros internacionales para nosotros.

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La misma imagen se repite en el caso de Francia, aunque en esta ocasión, y al haber evolucionado mal las exportaciones francesas en los últimos 20 años, este país sí que ha ido acumulado un moderado desequilibrio externo, aunque mucho menor que el nuestro. De ahí viene, y no de otro lado, el que los alemanes sean los alumnos de matrícula, los franceses tengan el aprobado raspado y nosotros tengamos un suspenso en esos exámenes a los que los inversores internacionales someten a los países.

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Los precios de producción en los diferentes países tienen realmente poco que ver con la evolución de las exportaciones. España ha aumentado sus precios más que Francia durante el período 1995-2013 y a pesar de ello, y como hemos visto, nuestras exportaciones se han comportado mucho mejor. Nuestros precios de producción, de forma sorprendente, han permanecido estables respecto a Alemania, con oscilaciones mínimas, desde la última devaluación de la peseta (1995), lo que a su vez quiere decir que los precios de producción alemanes han aumentado más que los franceses.

Estos hechos aparentemente contradictorios tienen una explicación muy simple, y es que el aumento del comercio mundial en los últimos 20 años ha sido tan enorme y el cambio tecnológico tan grande que hace que estos factores de costes, cuando nos movemos a niveles del 10% o poco más, pierdan importancia. España, por ejemplo, exporta ahora casi siete veces más que en 1993. Incluso corrigiendo lainflación es cuatro veces más que hace dos décadas. Las economías que más han ganado en esta carrera por el comercio mundial han sido las que han tenido empresas que se han sabido mover y adaptar sus productos a la evolución de la tecnología y las que han propiciado acuerdos comerciales favorables. Nosotros, que veníamos de una situación de aislamiento relativo, teníamos muy buenas expectativas después de nuestra integración en la CEE y luego en la Eurozona, y nuestras empresas las aprovecharon bastante bien.

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El segundo punto al que hace referencia Morgan Stanley es el de la reducción de los costes laborales. Independientemente de que para afirmar esto tomen la estadística de costes laborales unitarios cuya fiabilidad en el caso español hay que poner en duda, ya que se calcula a partir de los datos de un PIB con toda probabilidad muy hinchado, los costes laborales en economías como la española, de ingresos más bien altos y especializadas en exportaciones que requieren altas inversiones en capital, tienen una importancia relativamente pequeña. Promedian sobre el 8% de la facturación en los sectores que se dedican a la exportación, por lo que por mucho que se bajaran los costes salariales las empresas -algo que realmente sólo últimamente se está comenzando a hacer-no podrían mejorar más que levemente los precios de producción.

La devaluación interna, por tanto, además de injusta y dolorosa para la mayor parte de la población, es sobre todo estúpida e inútil. Sólo un apoyo decidido a los sectores económicos intensivos en tecnología puede garantizar un futuro para la población española. Y este apoyo no supone en la mayor parte de los casos dar dinero a las empresas, sino establecer un marco regulatorio que les permita llevar a cabo con facilidad sus proyectos, una incentivación fiscal clara (y no tan ambigua como la actual) de la tecnología aplicada a los procesos productivos y el establecimiento de una banca pública que se dedique específicamente a financiar los proyectos en los sectores estratégicos. Todo lo demás será perder el tiempo y causar sufrimientos innecesarios a la población.

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En un conocido informe reciente, Morgan Stanley habló de las buenas perspectivas de nuestra economía. Pero no es oro todo lo que reluce.

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