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¿Hacia un nuevo Lehman? ¡Por supuesto que no!
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Juan Carlos Barba

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¿Hacia un nuevo Lehman? ¡Por supuesto que no!

Los indicadores de estrés financiero no apuntan a que estemos en riesgo de una nueva crisis financiera mundial

Foto: Una estatua, junto a un logo del Deutsche Bank en Fráncfort, Alemania. (Reuters)
Una estatua, junto a un logo del Deutsche Bank en Fráncfort, Alemania. (Reuters)

En estos últimos días, estamos leyendo bastantes análisis que apuntan a que la situación de la banca europea, en especial el Deutsche Bank o la banca italiana en general, podría desencadenar una nueva y devastadora crisis financiera de forma inminente.

Sin embargo, analizando los indicadores de estrés financiero, no vemos nada de eso. El TED spread, uno de los indicadores más claros en este sentido, que mide la diferencia entre el tipo aplicado en los préstamos interbancarios y la deuda a corto del Gobierno de los EEUU, está en niveles francamente bajos. Esto muestra que la banca no tiene problemas en prestarse dinero entre sí a tipos muy bajos, es decir, que no hay desconfianza en general sobre problemas serios de quiebras en el sector.

Eso, por supuesto, no quiere decir que la banca esté bien. Por supuesto que las entidades citadas están mal. Y no solo esas. La enorme burbuja de crédito generada en los años anteriores en Europa sigue sin digerirse. Lo que pasó es de todos conocido. La puesta en marcha de nuevos instrumentos financieros y la bajísima percepción de riesgo permitió a la banca expandir su balance hasta llegar a ratios ridículos de poco más del 3% en algunas entidades. Es decir, que solo contaban con un colchón para absorber un 3% de morosidad adicional. Ni qué decir tiene que este aumento de morosidad se ha superado ampliamente en varios bancos, incluyendo en determinados momentos casi todos los bancos italianos y españoles.

La banca no tiene problemas en prestarse dinero entre sí a tipos muy bajos, es decir, que no hay desconfianza sobre problemas serios de quiebras en el sector

En España, la puesta en marcha de la Sareb y el rescate de las entidades en peor situación, junto a la legendaria capacidad del sector para la creatividad contable, han permitido salvar los muebles, aunque desde luego los bancos continúan siendo extremadamente frágiles. Una mejora de la morosidad también ha contribuido a estabilizar el sector. Pero en Italia, con una morosidad oficial en estos momentos superior a la española (los dos farolillos rojos de Europa), las cosas se han ido pudriendo y la banca se halla en una situación similar a la de la española hace cuatro años. El Texas Ratio de la banca europea, que mide la capacidad en recursos propios para hacer frente a la morosidad, sitúa en la cabeza a la banca italiana y española, como vemos en el gráfico, en el que están acompañados de un par de bancos griegos (Eurobank y Alpha Bank). Destaca en España la presencia de la tercera entidad del sector, CaixaBank, y de la quinta, el Banco Popular.

Es evidente que hay multitud de bancos que, si estuvieran sometidos únicamente a las fuerzas del mercado, colapsarían de forma catastrófica y, dado el tamaño de los que están peor, se llevarían por delante el sistema financiero europeo y, en un efecto dominó, el mundial. Se paralizarían totalmente las operaciones de crédito y lo que pasó en 1932-33 sería como comparar una pelea de patio escolar con la batalla de Verdún. Pero la banca no está sometida a ningún mercado desregulado. Todo lo contrario. Está, desde que se vio su poca resiliencia a sucesos improbables en 2007-2008 (cisnes negros), estrechísimamente vigilada e intervenida por los reguladores (aka bancos centrales). No, el BCE no va a dejar quebrar de forma desordenada ningún banco. Por eso los indicadores de estrés financiero están tan bajos, porque los banqueros lo saben perfectamente.

Esto no quiere decir, claro está, que vivamos en un mundo ideal. El hecho de que la banca central esté protegiendo de ese modo a bancos y también a grandes empresas sistémicas es indicativo de que la economía en general no va bien. Las inversiones encuentran muy escasa rentabilidad, y eso no permite que los balances se recuperen. El proteger de esa forma a los mastodontes de la economía provoca además el efecto que destacó Minsky de estalinización de la economía. ¿Para qué se va a esforzar nadie en gestionar bien las cosas si al final no pasa nada? Esto agrava aún más la situación, pues vuelve más ineficiente la economía en general, y refuerza una dinámica en que las manos fuertes son cada vez más fuertes e influyen cada vez más en los gobiernos y reguladores.

Las cosas no van bien. La competencia mundial es brutal, las innovaciones disruptivas no llegan a pesar de las inmensas inversiones, los problemas medioambientales penden como una espada de Damocles sobre todos… No vamos a volver a 2007, ni mucho menos a los treinta gloriosos. De eso se pueden ir olvidando. Vivimos en un mundo nuevo de escasa rentabilidad, fruto de la poca capacidad de crecimiento de la economía mundial, que ha venido para quedarse. Salvo que por un improbable problema político la UE se deshaga de forma desordenada, no veo grandes catastrófes a la vista que puedan poner en peligro el 'statu quo' actual, pero tampoco grandes esperanzas de mejorar. Por lo tanto, más nos vale asumirlo e intentar adaptarnos lo mejor posible.

En estos últimos días, estamos leyendo bastantes análisis que apuntan a que la situación de la banca europea, en especial el Deutsche Bank o la banca italiana en general, podría desencadenar una nueva y devastadora crisis financiera de forma inminente.

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