Gráfico de la Semana
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¿Nos dejarán los robots en el paro?
A pesar de los pronósticos reiterados sobre el futuro paro tecnológico, los datos a día de hoy no indican nada de esto
Cada vez es más frecuente encontrar, de unos años a esta parte, artículos periodísticos en que se nos advierte de que el imparable desarrollo de la inteligencia artificial provocará una oleada brutal de paro tecnológico. Estaríamos, según esto, en el inicio de una tendencia secular que, de no tomar medidas drásticas, ocasionará un incremento tremendo de la desigualdad, con ejércitos de desempleados que subsistirán a duras penas (o ni siquiera eso) mientras que los propietarios de las nuevas tecnologías acumularán cada vez más riqueza y poder.
Todo este discurso, sin embargo, tiene un problema, y es que los datos a día de hoy no lo respaldan en absoluto. En el gráfico de esta semana vemos cómo ha evolucionado la productividad del factor trabajo a nivel mundial en los últimos 22 años y, como se ve, si estamos asistiendo a la cuarta revolución industrial, la productividad no se ha enterado de tal cosa. La tendencia de aumento de la productividad permanece virtualmente en plano en el entorno del 1,5% anual, lo que es reflejo de una mayor utilización per cápita de insumos materiales y energía, una mayor dotación de capital y una mejora en los procesos y la tecnología. Parafraseando a Robert Solow (1987), podríamos decir que la era de la inteligencia artificial está por todos lados menos en las estadísticas de productividad.
Solow, unos de los mayores especialistas en teoría del crecimiento económico, lo que realmente quería decir es que el fenómeno de la generalización de la informática era muy espectacular, pero que la repercusión en la productividad era limitada. Tanto, que ni afectaba a la tendencia previa. Otro tanto se puede decir de la inteligencia artificial y por tanto de la cuarta revolución industrial a día de hoy. Es un fenómeno sumamente atractivo para unos y preocupante para otros, pero su repercusión es, de momento, tan sumamente limitada que sencillamente ha tenido un impacto nulo en las estadísticas generales de productividad.
Es, por lo tanto, algo que está dando mucho que hablar y que está dando de comer a algunos gurús y futurólogos, pero lo más que podemos decir con los datos en la mano sobre estos pronósticos es que no dejan de ser una previsión sin base empírica alguna, y que por tanto el anticipar que veremos ejércitos de desempleados fruto de la aplicación de la inteligencia artificial no deja de ser una exageración.
El progreso tecnológico existe, obviamente, y los avances que estamos viendo son además de atractivos y espectaculares muy importantes, pero no dejan de ser un paso más en la misma dirección que lleva la economía mundial en los últimos 300 años, primero de forma muy limitada y a día de hoy de modo cada vez más global: la de mejorar el conocimiento y aplicar estas mejoras a producir cada vez más por hora trabajada, con el fin de reducir costes de producción. Además, se trata de un paso que en absoluto parece que esté acelerando para nada este proceso, sino simplemente contribuyendo a mantener su velocidad.
Luego, de momento, tranquilidad, que, salvo de forma puntual, los robots no nos van a quitar el trabajo. El empleo sigue aumentando a nivel global y los que se destruyen en unos sectores se van creando en otros. Si vemos empobrecimiento de las clases medias en muchos países ricos y aumento de la riqueza de las personas ya muy ricas, no es consecuencia de esto sino de la aplicación de políticas económicas premeditadamente diseñadas para esto. Pero esto será, esperemos, tema para otro artículo.
Cada vez es más frecuente encontrar, de unos años a esta parte, artículos periodísticos en que se nos advierte de que el imparable desarrollo de la inteligencia artificial provocará una oleada brutal de paro tecnológico. Estaríamos, según esto, en el inicio de una tendencia secular que, de no tomar medidas drásticas, ocasionará un incremento tremendo de la desigualdad, con ejércitos de desempleados que subsistirán a duras penas (o ni siquiera eso) mientras que los propietarios de las nuevas tecnologías acumularán cada vez más riqueza y poder.