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Gasto social en Europa: un continente polarizado
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Juan Carlos Barba

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Gasto social en Europa: un continente polarizado

Las grandes diferencias existentes antes de la crisis se han acentuado desde entonces

Foto: Imagen de Mohamed Hassan en Pixabay.
Imagen de Mohamed Hassan en Pixabay.

Uno de los caballos de batalla en el terreno de políticas económicas en Europa ha sido, desde hace cuatro décadas, la insistencia de los liberales (dominantes también en los partidos conservadores) en reducir el gasto social de forma drástica mientras que los economistas más keynesianos (dominantes en los partidos socialdemócratas) han oscilado entre una reducción más moderada, un mantenimiento o incluso una pequeña ampliación de este tipo de gasto.

Europa, especialmente en lo que atañe al núcleo occidental de la UE, ha sido la región del mundo donde las reducciones del gasto social han sido menos agresivas considerando un contexto mundial, pero la Gran Recesión (realmente una gran depresión en varios países del sur de Europa) ha hecho que la presión sobre los partidos socialdemócratas para implantar políticas de austeridad, especialmente en algunos países, haya influido directamente sobre la evolución del gasto público en políticas sociales.

En el primer gráfico, vemos la evolución de este gasto desde el año 2008. Como vemos, hasta el año 2010 la evolución fue uniforme y en 2009 aumentó en todos los países. Pero a partir de 2010 las políticas de austeridad se impusieron y las cosas cambiaron de forma drástica. En el gráfico, vemos que en Francia y Alemania (así como en la media de los 19 países más antiguos de la UE), el gasto social era notablemente mayor en 2016 (fecha de los últimos datos de Eurostat) que en 2009. Mientras, en Italia y Portugal ha permanecido estancado, y en Irlanda, España y Grecia ha bajado en mayor o menor medida.

Fuente: Eurostat.Fuente: Eurostat.

Esta divergencia ha provocado que los países que ya tenían una situación más desfavorable en 2009 ahora la tengan con mucha más diferencia. Esto lo vemos en el siguiente gráfico, en que vemos el gasto social por países como porcentaje del alemán.

placeholder Fuente: Eurostat.
Fuente: Eurostat.

Como se ve, la austeridad se ha practicado básicamente en los países de la periferia europea, con el resultado conocido de aumento de la pobreza, tanto de parados como de trabajadores, y de la desigualdad. Es cierto que en Alemania, y en Francia, que podemos considerar también como un país fundamental dentro de la UE, también aplican políticas neoliberales dentro de sus fronteras que provocan más desigualdad, pero —sobre todo en el caso de Alemania pero también parcialmente de Francia— los enormes beneficios que reporta la arquitectura del euro hacen que para los ciudadanos de a pie sea al final ventajosa la situación.

Foto: ¿El fin de la austeridad? Alemania prepara un plan de ‘estímulos’ para evitar la recesión

Esta arquitectura consiste en un área monetaria no óptima cuya función fundamental es, sumando a países que no son atractores netos de flujos financieros, deprimir el tipo de cambio con el que operan las grandes empresas exportadoras alemanas. Esta situación es sumamente ventajosa para ellas y ha permitido que un país que solo tiene el 1% de la población mundial como Alemania se convierta en la tercera mayor potencia exportadora del mundo (solo por detrás de China y EEUU) y en el segundo país con mayor superávit comercial, detrás de China, que tiene 17 veces más población. No está de más recordar que en la década de los noventa Alemania mantuvo una situación de déficit por cuenta corriente de forma persistente.

En el siguiente gráfico, podemos ver cómo ha evolucionado la producción manufacturera en el área euro en lo que va de siglo. Si en el conjunto de la eurozona ha crecido un 10%, en Alemania este crecimiento ha sido del 30%, mientras que en el resto de países seleccionados ha bajado de forma más o menos importante, oscilando entre el 12% de Francia y el 25% de Grecia. Irlanda, donde sí ha aumentado la producción manufacturera de forma drástica en los últimos años, es un caso diferente, pues mantiene un estatus de país protegido de los EEUU y por ello puede actuar como una especie de semiparaíso fiscal para las grandes empresas de ese país, en una simbiosis muy ventajosa para Irlanda y para las multinacionales de EEUU (y muy perjudicial para otros actores internacionales).

placeholder Fuente: Eurostat.
Fuente: Eurostat.

La interpretación de lo que estamos viendo en estos gráficos no tiene ningún sentido desde el punto de vista de la racionalidad económica. ¿Por qué habrían de permanecer estos países en una situación tan desventajosa para ellos? Salvo el caso de Francia, la situación no solo es desventajosa para las empresas sino también para su población, o al menos para buena parte de ella. En la misma Francia, si bien la población sí que ha mejorado en lo material en lo que va de siglo, las empresas manufactureras han salido sumamente perjudicadas. Pienso que la situación solo tiene sentido desde un análisis hecho desde una perspectiva política.

Nos encontraríamos ante un poder pseudoimperial (Alemania) que estaría sumando a un aliado de primer nivel (Francia) y a unos aliados de segundo nivel o Estados satélite (España, Grecia, Italia, Portugal). Si aparentemente la población alemana estaría comportándose de una forma bastante estúpida, puesto que son continuos los informes que alertan del mal reparto de toda esta riqueza conseguida de este modo (ver aquí o aquí), sin embargo esta es tanta que incluso un reparto desigual ha hecho que el grueso de la población salga netamente beneficiado de este acuerdo de integración en el euro.

Foto: La canciller alemana, Angela Merkel. (Reuters)
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La narrativa imperante en Alemania va por la vía de exaltar las virtudes de las empresas y los trabajadores alemanes y menospreciar a los de los países del sur, cuando lo que vemos es en realidad una situación monetaria sumamente beneficiosa para ellos que, en un juego de suma cero como es el euro, prosperan a costa de otros. La crisis habría supuesto un reajuste de la eurozona que se ha traducido en un afianzamiento de esta área monetaria, que, organizada en un principio de una forma desastrosa, se ha parcheado con lo que se ha dado en llamar políticas de austeridad. Unas políticas que en realidad tenían el objetivo de corregir los desequilibrios por cuenta corriente de los países del sur de Europa, algo que se ha conseguido. De esta forma, estos países periféricos se ven sumidos en una situación muy desfavorable, pues ya no gozan de las ventajas de una moneda fuerte, ya que no pueden impulsar la demanda interna, y sí que padecen sus inconvenientes en forma del llamado 'mal holandés', que es lo que refleja el hundimiento de su industria.

El caso de Francia es diferente, pues en ningún momento, como se ve en el gráfico de la evolución del gasto social, se ha visto sometido a políticas depresoras de la demanda y sigue manteniendo un déficit por cuenta corriente persistente y en el entorno de los 60.000 millones de euros anuales. Una vez más, esto solo puede tener una explicación política, pues Francia nunca hubiera aceptado un tratamiento más bien propio de un Estado vasallo como el que sufrieron los países del sur de Europa.

Foto: El presidente francés Emmanuel Macron durante unas sesiones de consultas de ciudadanos sobre Europa, en Epinal. (Reuters)

La pregunta ahora es entender por qué estos países aceptan un tratamiento tan desfavorable. Un análisis político, una vez más, nos da una respuesta coherente, pues hemos tenido sobrados episodios de terremotos políticos muy explícitos, desde el descabezamiento de Berlusconi y la toma del poder por parte de una especie de virrey (Mario Monti) que se ocupó de conducir Italia por el camino 'correcto', hasta el sacrificio del ministro griego Yanis Varoufakis en un extraño giro de Alex Tsipras cuando, a pesar de contar con el respaldo popular, decidió unilateralmente aceptar unas políticas de austeridad que destrozaron la economía griega. Eso sin olvidarnos del extraño episodio de mayo de 2010 en que el entonces presidente español, Rodríguez Zapatero, viró también bruscamente hacia la comunión con las exigencias de Bruselas. Todos estos acontecimientos no son sino típicos episodios de sumisión de las oligarquías locales a los poderes foráneos, que de este modo pueden seguir manteniendo el poder, aunque sea a costa de perjudicar a la mayoría de la población.

El futuro, a menos que asistamos a un cambio de régimen en estos países, con el descabalgamiento de las oligarquías dominantes y la instauración de regímenes que sean no solo formal sino efectivamente democráticos de verdad, puede sacar a estos países de la decadencia y ofrecer unas mejores perspectivas vitales a sus pobladores. Esperemos que así sea.

Uno de los caballos de batalla en el terreno de políticas económicas en Europa ha sido, desde hace cuatro décadas, la insistencia de los liberales (dominantes también en los partidos conservadores) en reducir el gasto social de forma drástica mientras que los economistas más keynesianos (dominantes en los partidos socialdemócratas) han oscilado entre una reducción más moderada, un mantenimiento o incluso una pequeña ampliación de este tipo de gasto.

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