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No, la crisis no ha supuesto que los salarios pierdan peso en la riqueza nacional
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Juan Carlos Barba

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No, la crisis no ha supuesto que los salarios pierdan peso en la riqueza nacional

Los datos del INE no indican eso y los de Hacienda, aún menos

Foto: Imagen de Julien Tromeur en Pixabay.
Imagen de Julien Tromeur en Pixabay.

Muchas veces, las estadísticas económicas provocan auténticas batallas a la hora de que las diferentes formaciones políticas propongan la toma de decisiones en materia de política económica. Por eso es tan importante contar con estadísticas fiables que justifiquen medidas adecuadas, y sobre todo economistas que sepan interpretarlas.

Una de las supuestas derivas de la economía española más denunciadas en la última década ha sido la pérdida de peso de los salarios en la tarta de la riqueza nacional. Esto se comprueba generalmente con los datos del PIB desde la perspectiva de la renta. El PIB de un país se puede calcular de tres formas. La primera es desde la perspectiva de la demanda, en que se compilan estadísticas de gastos e inversión, se suma el saldo exterior, las variaciones de inventarios y se llega a una cifra aproximada para todo el país. La segunda es desde el punto de vista de la oferta, que es fundamentalmente el valor añadido generado por los sectores productivos, es decir, cuánto más vale lo que venden que lo que han gastado para producirlo. Y la tercera es la perspectiva de la renta, en que se compilan salarios, pensiones y demás ingresos procedentes del trabajo, se suman otras partidas menores y se resta eso a la cifra del PIB obtenida por los otros métodos. Esa cifra es lo que se llama excedente bruto de explotación, que se asimila 'grosso modo' a las rentas del capital. En el siguiente gráfico, podemos ver qué ha ocurrido con ambos tipos de renta desde el año 1995.

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Como se puede observar claramente, las rentas del capital disminuyeron su peso desde mediados de los años noventa del pasado siglo ligeramente, desde el entorno del 44% del PIB hasta más o menos el 42%. Durante la crisis, según el INE, permanecieron más o menos estables, subiendo luego algo desde 2011 hasta 2013, para luego volver a bajar y quedarse otra vez oscilando en el entorno del 42%, punto en el que se encuentran ahora. Las del trabajo estuvieron desde 1995 hasta el inicio de la crisis muy estables, sobre el 48%, subiendo hasta el 51% en 2010 para luego volver a bajar hasta 2013. Desde entonces han venido oscilando entre el 47 y el 48% en que están en estos momentos.

A la vista del gráfico del INE, lo más que se puede decir es que la proporción de las rentas del capital y del trabajo está casi exactamente igual que antes de iniciarse la crisis, por lo que las aseveraciones de que “el trabajo ha perdido en favor del capital” carecen del menor fundamento empírico y son totalmente gratuitas. La crisis se habría dividido en dos partes, una primera en que las rentas del trabajo sufrieron menos que las del capital y una segunda, más o menos coincidiendo con la segunda fase de la crisis a partir de 2011, en que pasó lo contrario. En este sentido, sí que podríamos estar viendo los efectos de una primera gestión de crisis más keynesiana y una segunda, impuesta desde Europa, más neoclásica. O por lo menos eso es lo que se deduce de los datos del INE.

Ahora, pasemos a ver lo que nos dice la Agencia Tributaria, que tiene diferencias bastante sustanciales con el INE. Esto es lo que vemos en el siguiente gráfico.

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Aquí, la imagen de lo que pasó durante la crisis cambia bastante, pues después de una violenta subida de las rentas del capital en la fase final de la burbuja, estas se desplomaron durante la crisis, llegando a mínimos en 2012 y 2013. Desde entonces, se han recuperado con fuerza (los datos de 2017 y 2018 son proyecciones en función del resultado contable informado en el impuesto de sociedades, ya que el resultado bruto de explotación aún no está publicado). Pero a pesar de esta fuerte recuperación vista desde 2014, el nivel de las rentas del capital se halla todavía donde estaba en 2004, ya que el desplome entre 2007 y 2013 fue de más del 50%.

Respecto a las rentas del trabajo, podemos ver cómo estas han permanecido más estables, ya que actúan como estabilizadores las pensiones y los subsidios de desempleo; además, es conocido desde hace un siglo que el mercado de trabajo tarda mucho más en alcanzar el equilibrio que otros. El mínimo de las rentas del trabajo se alcanzó en 2013 y 2014, habiendo quedado la caída en el 17%. Es decir, que en un principio la participación de las rentas del trabajo en la renta nacional subió mucho al golpear la crisis con mayor fuerza a las empresas, pero después la recuperación de las rentas del capital ha sido mucho más fuerte y han ganado mucho del terreno perdido desde 2007. De hecho, la proporción entre rentas del trabajo y del capital es casi exactamente la misma que en 2003. Mi opinión es que el repunte de los beneficios empresariales en la fase final de la burbuja fue una anomalía y que no volveremos a ver algo así en bastante tiempo.

En el siguiente gráfico, podemos ver cómo han variado las rentas por subsectores.

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Como vemos, las rentas del trabajo siguen muy por debajo de las de 2007 (casi un 10%), la suma de las del capital, un 27% por debajo, y desglosando las del capital vemos cómo las del capital como tal (parte de los fondos de inversión, plazos fijos, etc.) se han desplomado (-54%), bolsa, bonos y resto de fondos también se han hundido (-54%), las rentas empresariales que integran el IRPF han caído un 16% y el resultado bruto de todas las sociedades que existen en España está todavía un 17% por debajo del de 2007.

Solo las rentas del inmobiliario han aumentado en este periodo, un 15%, lo que da idea del mal funcionamiento de este mercado, sometido a un brutal estrangulamiento de la oferta y controlado por muchos rentistas que lo toman como alternativa de ahorro y depósito de valor, algo que nunca debería ocurrir en este sector. Es urgente un cambio radical en la regulación de este sector, que básicamente sigue siendo la misma que se instauró durante la dictadura con la legislación de 1956. Una legislación concebida para que la clase rentista del franquismo aprovechara el crecimiento de las ciudades para lucrarse a costa del resto de la sociedad. Hoy día, los herederos de esa clase rentista siguen haciendo exactamente lo mismo que sus padres y abuelos, amparados por las sucesivas reformas de esa legislación, cuyos privilegios jamás han sido ni siquiera reducidos, y no digamos ya anulados.

En mi opinión, la imagen que nos da la Agencia Tributaria, basada en datos totales compilados por esta y que ofrecen pocas dudas sobre su exactitud, es mucho más fidedigna a la hora de retratar lo que ha sido España en los últimos 15 años que lo que nos dice el INE. Si nos fijáramos en los datos del INE, apenas habría motivos para sospechar, para un observador no informado, que hubiera sucedido un cataclismo económico brutal como el que supuso para España la crisis de 2007-2013. Esto, sin embargo, se observa perfectamente en los datos de Hacienda.

El mercado de trabajo es mucho más estable que el resto de mercados, por lo que las subidas y bajadas de renta se perciben menos ante auges o crisis

Y lo que nos dice Hacienda es algo que cualquier economista sabe: que el mercado de trabajo, máxime con los estabilizadores de que dispone, es mucho más estable que el resto de mercados, por lo que las subidas y bajadas de renta se perciben menos ante auges o crisis económicas. Por tanto, y en mi opinión, es perfectamente normal la recuperación de las rentas del capital vista desde 2013, ya que lo único que ha ocurrido es que ha llegado a los niveles relativos a las rentas del trabajo que había hace 15 años. Otra cosa es que estas rentas continuaran subiendo de forma desproporcionada en relación con las rentas del trabajo, situación que sí que sería muy preocupante y que requeriría de medidas en materia de política económica.

Esto no debe ser óbice, no obstante, para que desde una perspectiva ideológica de izquierdas muchos sigamos reclamando una mayor igualdad de rentas. Pero como veremos en próximos artículos, esto no siempre significa lo que muchos creen ni afectaría solo a lo que generalmente se dice.

Muchas veces, las estadísticas económicas provocan auténticas batallas a la hora de que las diferentes formaciones políticas propongan la toma de decisiones en materia de política económica. Por eso es tan importante contar con estadísticas fiables que justifiquen medidas adecuadas, y sobre todo economistas que sepan interpretarlas.

Salarios de los españoles PIB