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Reforma laboral y recuperación de la economía española
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Juan Carlos Barba

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Reforma laboral y recuperación de la economía española

Pese a lo que se afirma desde ciertos ámbitos, la reforma laboral en realidad dificultó la recuperación de nuestra economía a partir de 2014

Foto: Imagen de Gerd Altmann en Pixabay.
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay.

Es bastante frecuente escuchar a ciertos economistas, instituciones como la Comisión Europea o el BCE y representantes de algunos partidos políticos que lo que finalmente acabó con la brutal crisis económica que asoló España entre 2007 y 2013 fue la reforma laboral que flexibilizó el mercado de trabajo y permitió que bajaran los costes laborales e impulsó de esta forma las exportaciones y con ello la recuperación de la economía española. Esto encaja bastante bien con cierta doctrina económica del ámbito de lo que se ha dado en llamar neoliberalismo o consenso de Washington. Son doctrinas encuadradas en el ámbito de las políticas económicas del lado de la oferta y que tomaron fuerza a partir de finales de los años setenta del siglo pasado como respuesta a la crisis económica de aquellos años, que se caracterizaba por altas tasas de inflación, un paro mayor de lo visto desde los años cuarenta y bajo o nulo crecimiento económico.

Estas políticas no son ni mucho menos nuevas sino que se trata de una actualización de las políticas vistas hasta la Gran Depresión y que habían caído en el descrédito a partir de los años treinta debido precisamente a la inmensa gravedad de aquella crisis económica, que como podemos recordar no solo causó enormes sufrimientos humanos sino grandes convulsiones sociales y políticas que fueron una de las causas materiales principales del surgimiento de los fascismos y que terminaron en el conflicto bélico más sangriento de la historia de la Humanidad, la Segunda Guerra Mundial.

Foto: Ilustración: El Herrero.

El 3 de mayo de 1979, sucedió uno de los acontecimientos decisivos de la historia reciente, la victoria del partido conservador encabezado por Margaret Thatcher en la elecciones generales en el Reino Unido. Fue la primera vez que una persona que abanderaba la ideología neoliberal pasaba a regir los destinos de una de las naciones importantes del mundo. La victoria del actor y político Ronald Reagan en las elecciones presidenciales de EEUU en 1980 selló el inicio de una nueva era en las políticas económicas a nivel mundial que se ha extendido con más o menos rigor hasta nuestros días.

No solo fue un triunfo político sino también cultural. De hecho, el centro ideológico se ha desplazado tanto en estas décadas que lo que hace 50 años eran políticas socialdemócratas hoy día se califican alegremente de comunistas, y políticas conservadoras son defendidas alegremente por los antiguos partidos socialdemócratas. Los darwinistas sociales, apestados durante décadas, ahora campan sin pudor alguno por el espacio público y su discurso está totalmente normalizado a nivel social, mientras que los socialistas, y no digamos ya los comunistas, están ausentes.

Por increíble que parezca ahora, durante la primera década de nuestro siglo la opinión generalizada entre los economistas era que no había problema en que los excedentes financieros de unos países se reciclaran en otros, y que esos desequilibrios se irían corrigiendo a nivel microeconómico. Semejante error estalló de una forma catastrófica, como todos sabemos, durante la Gran Recesión. Grecia, Portugal, España e Irlanda habían desarrollado unos gigantescos déficits por cuenta corriente que no eran más que el reflejo de esa demanda hinchada con crédito exterior al abrigo de los bajos tipos de interés que la nueva moneda, anclada 'de facto' a la economía alemana y por tanto muy estable, había provocado.

Foto: iStock Opinión
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La inacción inicial del BCE permitió una crisis especulativa sobre la deuda pública de estos países que agravó sobremanera su recesión y causó como efecto secundario una monumental crisis del sistema financiero, sin liquidez, sin financiación y con la morosidad escalando hasta la estratosfera. Enfrentado a lo que hubiera causado por la vía de los hechos consumados una disolución desordenada del euro, finalmente el BCE, Alemania y sus satélites y la Comisión Europea, adalides de las políticas económicas neoliberales, tuvieron que arrojar la toalla e intervenir de forma masiva en los mercados de deuda con el fin de acabar con la especulación sobre esos títulos, que estaba poniendo contra las cuerdas a países enteros, incluyendo España.

Esto lo consiguieron, dada la enorme solvencia del BCE, de forma inmediata. Fue, posiblemente, una de las primeras grandes derrotas del neoliberalismo. Parcial y no reconocida públicamente, pero derrota al fin y al cabo. Anteriormente, el Banco de Inglaterra, la Reserva Federal, el Banco de Japón y el Banco Nacional Suizo habían aplicado de forma masiva, aunque sin reconocer que estaban actuando contra el mecanicismo del 'laissez faire', políticas contrarias al fundamentalismo de mercado. Sin embargo, la primera vez que la ortodoxia económica arrojó de forma tan flagrante la toalla fue en julio de 2012 con el histórico “whatever it takes” de Mario Draghi.

Ocho años después, sin embargo, la ortodoxia económica sigue viva, especialmente en Europa, y vemos cómo las medidas tomadas para salir de la crisis desatada por las medidas tomadas para controlar la pandemia por coronavirus siguen en buena medida esa doctrina económica que aboga por ampliar el alcance de los mecanismos de mercado incidiendo como uno de sus ejes principales en la desregulación del mercado de trabajo. Se pone como ejemplo del buen funcionamiento de estas medidas la recuperación de la economía española entre 2014 y 2019.

Foto: Christine Lagarde y Jerome Powell, presidentes del BCE y la Fed, se saludan en un acto. (Reuters)

Es desde luego cierto que la economía española se recuperó con fuerza durante esos seis años, aunque en ningún momento llegó a alcanzar los niveles de empleo, actividad comercial, industrial o de servicios que tenía en 2007. Pero ¿qué sabe la ciencia económica de las causas reales de esa recuperación?

Si realizamos una revisión de esto, nos damos cuenta de que los expertos no coinciden, ni remotamente, con el discurso de muchos tertulianos, columnistas o políticos.

Empezando por este trabajo de 2017, los autores concluyeron que la devaluación interna aplicada por las políticas económicas iniciadas por el Gobierno de Rodríguez Zapatero en 2010 y continuadas por el de Rajoy, lejos de contribuir a la recuperación económica, habían restado 0,3 puntos porcentuales al crecimiento económico en cada uno de los años transcurridos entre 2010 y 2016. Eso sin contar los efectos colaterales producidos en forma de desigualdad y deterioro de los servicios sociales. En el gráfico, vemos cómo disminuyó la participación de los salarios en el PIB debido a estas políticas.

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Participación de los salarios en el PIB español. Fuente: https://eprints.ucm.es/42692/1/WP%2005-17.pdf

Los autores de este trabajo achacan la recuperación económica del periodo 2014-2016 (extendida posteriormente hasta principios de 2020) a la depreciación del euro, a la caída de los precios de la energía, a la expansión cuantitativa del BCE y a cierto abandono de la austeridad por parte de los gobiernos españoles.

A conclusiones muy similares se llegó en este otro trabajo, donde también se destacaba que era muy dudoso que se pudiera llegar al pleno empleo en España con el tipo de políticas económicas aplicadas.

En 2012, este otro trabajo ya advertía del error de este tipo de políticas, avisando de que en última instancia el objetivo real era reequilibrar la cuenta corriente de los países deficitarios, algo que ha ocurrido. Su modelo indicaba una pérdida de producción similar a la de la Gran Depresión, lo que finalmente pasó en Portugal, Italia y España. Sin embargo, con Grecia, por desgracia, se quedaron cortos.

Foto: Imagen de Gerd Altmann en Pixabay. Opinión
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Este libro analiza exhaustivamente las teorías ortodoxas sobre la influencia de las rigideces del mercado laboral sobre la crisis de 2007-2013 y la salida de esta y desmonta país por país de una forma demoledora esas tesis.

Esta publicación demuestra cómo la crisis de los países del sur no fue consecuencia de una irresponsabilidad fiscal, sino del diseño del área euro, y también cómo la devaluación interna y la austeridad no han sido sino contraproducentes. Es decir, la recuperación se ha producido a pesar de ellas.

Así, podríamos seguir con decenas y decenas de trabajos académicos que llegan una y otra vez a las mismas conclusiones que desacreditan el discurso que aparece en tantos medios o que defienden tantos políticos.

Muy poco antes de que Margaret Thatcher accediera al poder, en 1978, el economista Nicholas Kaldor encontró que las economías más competitivas no destacaban por tener salarios más bajos, sino que la norma era lo contrario. Esto desafiaba cualquier tipo de ortodoxia económica y explica lo que los expertos han encontrado referente a la economía española durante esta última década. La ortodoxia económica solo sobrevive como una especie de pensamiento mágico, fundamentado en creencias y no en hechos. Si bien el mercado cumple una importante función que pocos economistas niegan, sean de la escuela que sean, es un error desastroso creer que por sí solo puede conducir, sin intervención de los poderes públicos, a un resultado óptimo.

Es un error desastroso creer que el mercado por sí solo puede conducir, sin intervención de los poderes públicos, a un resultado óptimo

¿Por qué entonces sobreviven estas creencias? La respuesta es compleja y tiene que ver probablemente con cuestiones más bien basadas en el atractivo del mecanicismo simple de la teoría o en el hecho de que a corto plazo puede beneficiar al capital frente al trabajo, aunque a largo plazo perjudique también al capital, al reducir la demanda, la eficiencia de la economía y la producción. Nuestro entorno, una vez más, demuestra ser extraordinariamente complejo.

El mundo surgido de la Ilustración, en que el conocimiento humano llegaría más bien pronto que tarde a un dominio total de la Naturaleza y la sociedad, ha resultado ser un fiasco absoluto. La complejidad de la realidad es tal que solo podemos aspirar a obtener resultados parciales, a estar alerta para corregir nuestras creencias y a ser tremendamente flexibles. La reciente pandemia por coronavirus, con una Naturaleza rebelándose contra nosotros y nuestro entorno artificial, ha sido un clavo más en el ataúd de ese mundo, y lo que queda es mucho más caótico e incierto, mucho más desafiante pero a la vez más apasionante.

Es bastante frecuente escuchar a ciertos economistas, instituciones como la Comisión Europea o el BCE y representantes de algunos partidos políticos que lo que finalmente acabó con la brutal crisis económica que asoló España entre 2007 y 2013 fue la reforma laboral que flexibilizó el mercado de trabajo y permitió que bajaran los costes laborales e impulsó de esta forma las exportaciones y con ello la recuperación de la economía española. Esto encaja bastante bien con cierta doctrina económica del ámbito de lo que se ha dado en llamar neoliberalismo o consenso de Washington. Son doctrinas encuadradas en el ámbito de las políticas económicas del lado de la oferta y que tomaron fuerza a partir de finales de los años setenta del siglo pasado como respuesta a la crisis económica de aquellos años, que se caracterizaba por altas tasas de inflación, un paro mayor de lo visto desde los años cuarenta y bajo o nulo crecimiento económico.

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