Es noticia
Cómo comunicar el cambio climático
  1. Economía
  2. Gráfico de la Semana
Juan Carlos Barba

Gráfico de la Semana

Por

Cómo comunicar el cambio climático

La batalla por el conocimiento se ha ganado, pero continúan las altas emisiones

Foto: Activistas climáticos ponen una tarta falsa con motivo de los cinco años que cumple el Acuerdo de París. (EFE)
Activistas climáticos ponen una tarta falsa con motivo de los cinco años que cumple el Acuerdo de París. (EFE)

Una de las cuestiones más importantes que nos preocupan a quienes nos dedicamos —en mi caso, a tiempo parcial— a la comunicación pública sobre los peligros del cambio climático, es cómo provocar entre la población los cambios conductuales que llevarían a un mundo con niveles de emisiones que consiguieran detener, o al menos mitigar, el cambio climático.

Después de varias décadas de lucha en la arena pública para que la población tuviese conocimiento fehaciente, en primer lugar, de la existencia del cambio climático, en segundo lugar, del origen antropogénico de este y, en tercer lugar, de las graves consecuencias de no actuar para controlarlo, ahora muchos comunicadores nos encontramos con que todo ese conocimiento público está afectando menos de lo deseable a cambios en el comportamiento de las personas y en la legislación como para que estos puedan realmente ser efectivos.

Todo ese conocimiento público está afectando menos de lo deseable a cambios en el comportamiento de las personas y en la legislación

Si bien aún existe una batalla importante tanto a nivel público como académico sobre la gravedad real de las consecuencias del cambio climático (ver, por ejemplo, aquí o aquí), el consenso científico es lo suficientemente firme como para justificar políticas que conduzcan a una rápida reducción de las emisiones. Sin embargo, y salvo algunas excepciones nacionales, estas políticas son tan tímidas que no están conduciendo de momento a una reducción de estas a nivel global. Como se ve en el gráfico siguiente, a nivel global, las emisiones están en máximos (aunque en 2020 habrá con seguridad una ligera reducción, debido a la pandemia por coronavirus) y solo ha habido reducción en las economías avanzadas, siendo ya aproximadamente el doble las emisiones en las economías no avanzadas que en las primeras. En las economías avanzadas, la reducción de las emisiones ha sido debida a dos factores. El primero es una disminución en la intensidad energética de la economía causada por la terciarización de la economía y la deslocalización de las industrias más intensivas. Y el segundo es el incremento de las renovables en el 'mix' energético (ver aquí).

placeholder Pinche para ampliar.
Pinche para ampliar.

En las economías no avanzadas, por el contrario, hay dos factores que influyen en el aumento. El primero es un mayor crecimiento económico (ver aquí) y el segundo es la intensidad energética de la economía, que en algunos casos como China ha mejorado, pero en otros como India o Indonesia lo ha hecho mucho menos (ver aquí). Sin embargo, incluso en China, el crecimiento de la economía es tan potente que el total de emisiones a pesar de las mejoras en la intensidad energética continúa aumentando (ver gráfico).

placeholder Pinche para ampliar.
Pinche para ampliar.

Fuente: https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S187661021730927X

La dinámica china de aumento de emisiones no proviene de una falta de concienciación pública, que es alta (ver aquí), sino del enorme crecimiento económico. Aunque hay menos datos equivalentes de India, sí que los que existen apuntan a un fenómeno similar al chino, con un crecimiento económico que ensombrece los esfuerzos hechos por mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero (ver aquí).

Entonces, ¿qué es lo que está pasando para que si realmente existe un conocimiento y concienciación sobre el cambio climático no se estén tomando más acciones al respecto para reducir las emisiones?

La dinámica china de aumento de emisiones no proviene de una falta de concienciación pública, que es alta, sino del enorme crecimiento económico

El tema no es ni mucho menos evidente y entronca con las raíces de la psicología humana. Es un hecho conocido que el mero conocimiento de que una conducta no es conveniente no lleva automáticamente a la modificación de esta. Esto se ha estudiado mucho, por ejemplo, en los programas de salud pública, como las campañas para erradicar el tabaquismo, en que se incide prioritariamente en despertar algún tipo de emoción (miedo o esperanza por lo general) con el fin de incrementar la efectividad de estas. En la comunicación sobre el cambio climático, también hay numerosos estudios a este respecto, con resultados en algunos caso algo contradictorios, ya que algunos estudios han encontrado mayor eficacia en los mensajes que tratan de despertar el miedo (ver, por ejemplo, aquí) y otros, en los que despiertan la esperanza (ver aquí). De hecho, entre los activistas en la lucha contra el cambio climático (entre los que me incluyo), el miedo a una catástrofe global es el principal motivador, mientras que la paralización que podría inducir ese miedo es evitada por el sentimiento de esperanza ante la posibilidad de que la acción evite esa catástrofe (ver, por ejemplo, este trabajo). Al final, es necesaria la combinación de mensajes en ambos sentidos.

Foto: Líderes discuten durante el Consejo Europeo de diciembre. (Reuters)

Otra razón que se ha hallado para que los individuos no transformen el conocimiento sobre el cambio climático en acción es la duda sobre la efectividad de sus eventuales acciones, debida a diversas creencias sobre la avaricia o egoísmo de la condición humana, a que ya es demasiado tarde para actuar, a que la población no está informada, a que si no hay cooperación internacional no se puede hacer nada o a que la mayoría de las personas no van a actuar (ver este trabajo).

Es decir, que una adecuada comunicación sobre el cambio climático debe incluir no solo información, sino despertar el miedo ante las consecuencias de la inacción, la esperanza ante los beneficios de la acción, proporcionar un marco de acción coherente y combatir el fatalismo sobre la posibilidad de actuar de forma eficaz (ver aquí). También es muy importante conseguir la llamada 'hegemonía cultural', es decir, que las conductas perniciosas sean desaprobadas socialmente, y las beneficiosas sean vistas como virtuosas.

Una de las cuestiones más importantes que nos preocupan a quienes nos dedicamos —en mi caso, a tiempo parcial— a la comunicación pública sobre los peligros del cambio climático, es cómo provocar entre la población los cambios conductuales que llevarían a un mundo con niveles de emisiones que consiguieran detener, o al menos mitigar, el cambio climático.