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Gracias por bajarnos las pensiones
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Álvaro Anchuelo

Hablando Claro

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Gracias por bajarnos las pensiones

El miércoles 2 de febrero, una foto resumía mejor que un millón de palabras hasta qué punto la clase dirigente española ha perdido todo asomo de

El miércoles 2 de febrero, una foto resumía mejor que un millón de palabras hasta qué punto la clase dirigente española ha perdido todo asomo de pudor. En un primer momento, al ver a este grupo de personas haciendo la piña, la ola, o lo que sea, pensé que se trataba de un equipo de la NBA celebrando un título.

Después me percaté de que estaban un poco talluditos y faltaba Pau Gasol. Mirando con más cuidado, distinguí al presidente Zapatero, con su eterna sonrisa, junto a los principales líderes sindicales y empresariales. Pero, si no una canasta triple ¿qué demonios estarían celebrando?

No celebraban el fin de la crisis, ni la disminución del paro, eso seguro. El mismo día acababan de publicarse los últimos datos del paro. La Encuesta de Población Activa, que ofrece la mejor radiografía del problema, presenta actualmente las siguientes cifras: el número de parados es 4.696.600, la tasa de paro el 20,33% (frente al 9´6% en la UE-27), se siguen destruyendo empleos tras más de tres años de crisis (138 600 en el IV trimestre de 2010), hay ya 1.328.000 hogares con todos sus miembros en paro, la tasa de paro juvenil es del 42´8%... Para qué seguir. Se trata de cifras monstruosas, que nos hacen retroceder más de una década.

Lo que celebraban era algo distinto: la firma del Acuerdo Social y Económico. ¡Qué jubilo! ¡Un acuerdo! ¡Que redoblen las campanas! En medio de tal algarabía, pocas personas se habrán tomado la molestia de leer el acuerdo. Si tienen paciencia, háganlo, por favor. La fiesta que ha celebrado su nacimiento les dejará perplejos.

Lo esencial del acuerdo consiste en ratificar una importante disminución futura de las pensiones. Esto es evidente, por más que oficialmente se niegue. Las pensiones se van a disfrutar menos años (al tener que trabajar más tiempo, hasta los 67). Cuando por fin se cobren, la cantidad de la pensión íntegra será menor (al calcularse sobre más años, 25 en vez de 15, lo que incluirá años iniciales con sueldos más bajos).

Además, menos personas cobrarán el 100% de la pensión (pues se exigirán 37 años de cotización para ello, o 38´5 de retirarse a los 65, muy difíciles de completar). Según algunos cálculos, la reducción resultante de la pensión media podría ser del 20%.

Curiosamente, el gobierno niega que las pensiones vayan a reducirse y, a la vez, presume de que se ahorrarán 3,5 puntos del PIB en el gasto de pensiones futuro gracias a la reforma. Como tantas veces me he visto obligado ya a escribir, está claro que a los ciudadanos españoles nos toman por tontos.

Ya conocemos, por tanto, el motivo de la celebración. ¿Se imaginan a los gestores de una compañía de seguros celebrando el anuncio a sus asegurados de que, tras cotizar, hay que cambiar las reglas del juego de la protección futura por falta de recursos? ¿Y que encima les exijan que compartan su alegría ante tal éxito colectivo?

Sería más bien un momento para caras tristes, disculpas, explicaciones de lo sucedido y asunción de responsabilidades. Además de los indudables factores demográficos ¿no habrá aumentado la gravedad del problema la mala política económica del gobierno, debido al descenso en el número de cotizantes y al gasto público descontrolado en otras partidas?

¿No habrá ayudado a llegar hasta aquí el que las cotizaciones se hayan usado alegremente en el pasado para fines ajenos al pago de las pensiones contributivas? Se han pagado con ellas pensiones no contributivas.

El superávit de la Seguridad Social no se acumulaba en un Fondo de Reserva y ahora se acumula solo parcialmente. Los gastos de gestión de la Seguridad Social se han cubierto con ellas, en vez de con los Presupuestos Generales del Estado.

Respecto al resto del acuerdo, sorprende que la parte del documento referida a pensiones sea tan detallada y la referida a industria, energía e innovación tan genérica. Es evidente que el resto de secciones son sólo un envoltorio para intentar simular un acuerdo más amplio, enmascarando así la verdadera naturaleza de lo sucedido.

Una última cuestión tiene que ver con los intereses en juego y la dudosa legitimidad de los participantes en el Acuerdo. Recordemos que este gobierno carece de un mandato para las medidas que aplica, pues ganó las últimas elecciones con un programa que prometía exactamente lo contrario de lo que está haciendo.

En buena lógica democrática, hace ya tiempo que debería haber convocado elecciones. El acuerdo le viene bien para aparentar que tiene apoyos (aunque es dudoso que los mantenga entre la ciudadanía), para apaciguar la crisis de la deuda pública que ha terminado provocando y para responder a las exigencias de nuestros acreedores internacionales.

La patronal siempre ha sido favorable a reducir las cotizaciones a la Seguridad Social para reducir costes. Así mismo, le conviene dar una nueva imagen, tras su cambio de liderazgo. Los sindicatos, que de nuevo han hablado por el conjunto de los trabajadores pese a lo reducido del número de sus afiliados, probablemente estén más preocupados por la reforma de la negociación colectiva, el tema verdaderamente crucial para ellos.

Ahora este asunto ha quedado pospuesto y se deja en manos de una negociación bilateral entre sindicatos y patronal. El resto de partidos políticos no han sido consultados y, una vez más con el mejor de los talantes, se les enfrenta a hechos consumados.

El miércoles 2 de febrero, una foto resumía mejor que un millón de palabras hasta qué punto la clase dirigente española ha perdido todo asomo de pudor. En un primer momento, al ver a este grupo de personas haciendo la piña, la ola, o lo que sea, pensé que se trataba de un equipo de la NBA celebrando un título.