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Atención al debilitamientos de la recuperación económica mundial
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Álvaro Anchuelo

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Atención al debilitamientos de la recuperación económica mundial

La crisis actual tiene sorprendentes paralelismos con la de 1929, como muchos analistas han señalado. En ambos casos el origen ha sido financiero, con unas secuelas

La crisis actual tiene sorprendentes paralelismos con la de 1929, como muchos analistas han señalado. En ambos casos el origen ha sido financiero, con unas secuelas de elevado endeudamiento de familias y bancos que dificultan una rápida recuperación.  Pues bien, uno de los rasgos de la Gran Depresión fue que, cuando parecía que estaba siendo superada, se reavivó. Esto sucedió en 1937 y suele atribuirse a un prematuro endurecimiento de las políticas fiscales y monetarias.

Recientemente, la economía mundial empieza a mostrar preocupantes síntomas de debilitamiento. ¿Existe el riesgo de que vuelva a suceder algo parecido? Examinemos los peligros que suponen una amenaza potencial en el actual panorama económico internacional, para calibrar la importancia de ese interrogante.

El PIB mundial sigue creciendo, en conjunto, a buen ritmo. La OCDE estima que su aumento en 2011 será del 4,2%. Pero, desde hace un par de meses, se suceden los síntomas de ralentización, lo que hace temer una rebaja de las previsiones. Buena parte de ese crecimiento se ha sustentado en el buen comportamiento de las economías emergentes, con China como el caso más espectacular. Esta economía sigue creciendo a tasas de en torno al 9% anual.

No obstante, la inflación empieza a alcanzar niveles preocupantes, situándose en el 5,3%. Existe, por otro lado, el temor de que se haya incubado una burbuja inmobiliaria que acabe estallando. Por todo ello, las autoridades chinas han tomado medidas para restringir el crédito. Los indicadores de producción industrial y de venta de viviendas han empezado a emitir señales de que la restricción crediticia está surtiendo efecto. Aunque no sea el escenario más probable, incluso existe alguna posibilidad de un “aterrizaje duro” de la economía china.

La economía estadounidense también parece enfriarse. El dato de creación de empleo en mayo (54 000 frente a los 220 000 mensuales creados en los cuatro meses anteriores) ha sido peor de lo esperado. La tasa de paro ha aumentado ligeramente hasta el 9,1%. Una batería de indicadores (producción industrial, confianza empresarial, ventas al por menor) apuntan en la dirección del debilitamiento. El mercado inmobiliario no termina de estabilizarse y los precios continúan cayendo. Subsiste el problema básico del endeudamiento de las familias, que lastra el consumo.

En un entorno en el que la demanda privada no puede resurgir con fuerza, la recuperación se ha sustentado en los estímulos públicos. Gracias a ellos, se espera este año un crecimiento del 2,6% del PIB. El dato es en sí poco impresionante, puesto en perspectiva histórica, para tratarse de la salida de una grave recesión. Pero lo peor es que esos estímulos que lo sustentan están a punto de agotarse.

En el ámbito de la política fiscal, a principios de agosto el gobierno federal alcanzará el límite de endeudamiento permitido por el Congreso. Si éste no se modifica, será necesario reducir drásticamente el gasto público. Si, como es mucho más probable, el límite se eleva, las negociaciones con los republicanos para modificarlo llevarán aparejadas algún compromiso de reducción (más moderado) del déficit, que ahora se sitúa en el 9,1% del PIB.

Moody´s ya ha amenazado con rebajar la calificación de la deuda federal en el caso de que no haya acuerdo. Respecto a la política monetaria, en junio termina el programa de “quantitative easing 2” mediante el cual la Reserva Federal compra deuda. Existe, por tanto, el riesgo de que (como en 1937) se retiren los estímulos cuando la recuperación económica es todavía demasiado débil.

Otro de los pilares de la economía mundial, Japón, está aún asimilando las consecuencias del terremoto del 11 de marzo. El PIB se contrajo un 0,9% en el primer trimestre; entre febrero y marzo la producción industrial disminuyó un 15,5% ;  en abril las exportaciones caían un 12,5% anual, mientras que las importaciones (necesarias para la reconstrucción) aumentaban un 8,9%. Para el conjunto de 2011 se pronostica un mínimo crecimiento del 0,2% del PIB. Sin embargo, es probable que las necesidades de la reconstrucción provoquen un aumento de la demanda agregada que pudiera estimular la producción.

La situación en la zona del euro tampoco está exenta de problemas. Se va perfilando, cada vez con mayor claridad, una Europa de dos velocidades. El crecimiento del PIB del conjunto de la zona, del 1,6%, enmascara un respetable crecimiento en Alemania (del 2,8%) y su zona de influencia, frente a una Europa periférica estancada o en recesión. Incluso Alemania presenta algunos síntomas de ralentización, como la caída del índice Ifo de confianza empresarial en marzo y abril, aunque se ha mantenido estable en mayo. Pero eso no es nada en comparación con la situación de Grecia, Irlanda y Portugal (soslayando la española, cuyo estudio no es objeto de este artículo).

Grecia tiene unas cuentas públicas claramente insostenibles. La Comisión europea calcula que la deuda pública griega equivaldrá al 158% del PIB a finales de año. El tipo de interés de la deuda pública griega a 10 años ha alcanzado recientemente el 16,8%, un nivel más alto que el anterior al rescate. Es evidente que los préstamos europeos sólo sirven para ganar tiempo, pero no pueden resolver este problema de solvencia.

Los números no cuadran ni siquiera con el masivo programa de privatizaciones previsto. La resistencia alemana a conceder nuevos préstamos, y la negativa a realizar transferencias, hace que el camino actual se acerque a un callejón sin salida, pese al acuerdo reciente para dar nuevas ayudas. La sociedad griega tampoco está dispuesta ya a soportar muchos sacrificios adicionales. Su PIB se está contrayendo a un ritmo del 3,9%. Algún tipo de reestructuración de la deuda terminará siendo inevitable. Habrá que hacerla intentando evitar el hundimiento de los bancos europeos que han comprado deuda griega, así como el efecto contagio a otros países periféricos.

Irlanda, que tenía una deuda pública del 25% del PIB en 2007, ya la tiene del 96% (y se prevé que alcance el 111% a finales de año). El tipo de interés de la deuda irlandesa a 10 años es el 8,34%. El déficit público sigue estando en un elevado 11,4% del PIB. El coste que ha tenido para las arcas públicas irlandesas rescatar a los bancos se estima en un 42% del PIB irlandés. Aunque más levemente que en Grecia, la economía también se contrae (al 0,9%). Portugal tampoco presenta un cuadro idílico. La deuda pública alcanzará el 100% del PIB a final de año, el PIB se contrae al 1,6% y el tipo de interés a 10 años está en el 9,54%.

Con este panorama, es evidente que el tono de la política fiscal será contractivo en Europa. A ella se sumará una política monetaria más contractiva. El BCE subió el tipo de las operaciones principales de financiación del 1 al 1,25% el 7 de abril, y es probable que lo eleve otros 25 puntos básicos este verano, al aumentar la inflación hasta el 2,8% debido al incremento del precio del petróleo.

La historia de 1937 no tiene porqué repetirse, pero permanezcamos alerta, pues la recuperación económica mundial sigue sin ser todavía suficientemente sólida.

La crisis actual tiene sorprendentes paralelismos con la de 1929, como muchos analistas han señalado. En ambos casos el origen ha sido financiero, con unas secuelas de elevado endeudamiento de familias y bancos que dificultan una rápida recuperación.  Pues bien, uno de los rasgos de la Gran Depresión fue que, cuando parecía que estaba siendo superada, se reavivó. Esto sucedió en 1937 y suele atribuirse a un prematuro endurecimiento de las políticas fiscales y monetarias.