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El nazareno, especie protegida hasta nueva orden
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José Ignacio Bescós

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José Ignacio Bescós

El nazareno, especie protegida hasta nueva orden

Los muchos aficionados al arte que pasean su sensibilidad por los museos londinenses están curados de espanto. Después de vérselas con virtuosos de la automutilación que se

Los muchos aficionados al arte que pasean su sensibilidad por los museos londinenses están curados de espanto. Después de vérselas con virtuosos de la automutilación que se abren las venas para manchar el lienzo y con los bocetos masturbatorios de Tracey Emin, una muestra tiene que ser muy especial para conseguir suscitar en el aficionado esa sensación de inseguridad de quien no sabe si tirar por lo artístico o girar hacia lo sensacional. Y muy especial fue la exhibición Lo sagrado hecho real que la National Gallery albergó desde octubre pasado hasta finales de enero.  Bajo tan sugerente título, una muestra de la mejor pintura religiosa e imaginería de nuestro dorado siglo XVII. Zurbarán, Ribera y Velázquez junto a Montañés y Alonso Cano.

 

Andaba entonces un servidor por anglos pagos y le dio por preguntarse qué podría más en las cabecitas de estos herejes, nada acostumbrados a la figura del Cristo vista a través de lo tremendo, seña patria de identidad, para bien y, a menudo, para mal.  He de decir que me satisfizo sobremanera comprobar que la mayoría de los críticos abordaron el asunto con un ánimo de lo más desprejuiciado. Entre la belleza artística y los efectos especiales de casquería, eligieron ver aquella y no regodearse en estos, lo cual resultó en un resonante éxito para los ensangrentados yacientes. Sin embargo, a mí, que soy un agonías, qué se le va a hacer, me quedó un poso de inquietud. Porque bellos, los Cristos de cabeza espinada y espaldas en carne viva son un rato bellos, o eso me parece a mí, ignorante en materia artística y en casi todo lo demás. Pero políticamente correctos, como que nada de nada. Y en estos extraños tiempos, apañado vas si no comulgas con ciertos credos. ¡Bueno es el establishment con estas cosas!

Nos ha tocado en suerte una nomenklatura que prioriza la abolición de las corridas de toros y el descuelgue de los crucifijos que amenazan la pureza de alma de nuestros futuros ciudadanos modelo. Como haga presa en los pasos de Semana Santa, pensé yo, démonos por desemanasantizados. Al fin y al cabo, estamos oreando entre tambores y saetas cadáveres torturados, restos en madera policromada de un Dios que algunos se han propuesto sacar a patadas del almario de cada quién. O sea que, en la escala de esta gente, irse de procesión debe de ser, más o menos, como torear un crucifijo. Es un decir, ustedes ya me entienden. Y encima a los Juan de Mena y Gregorio Fernández no se les ocurrió ser previsores y tomarse una licencia histórica conveniente. Así, no les dio por tallar ni una mísera apóstola que echarse ahora a la paridad.

Esperaba yo un ukase bibiano, trinitario o directamente joseluítico para estas fechas, pero nos acercamos al Jueves Santo y parece que nos van a dejar en paz. Se me ocurre que la inhibición de los sacerdotes de la bienpensantía pueda tener que ver con los dineros. A Dios lo que es de Dios y a Hacienda lo que es de Hacienda, que no están las cosas como para poner en peligro los 164 millones de euros que se prevé genere la Semana Santa sevillana. Y aún más en todos esos pueblos y pequeñas ciudades que carecen del atractivo turístico de Sevilla y para los que las procesiones son como agua de marzo (o abril, según toque). Si hasta la muy izquierdosa Córdoba se juega en el envite casi un punto de PIB y 1.700 puestos de trabajo, a lo mejor mis inquietudes carecen de fundamento. Para levantar el alicaído ánimo de nuestros pueblos, no todo va a ser remodelar piscinas y ampliar vestuarios de campos de fútbol municipales con cargo al contribuyente.  O sí.

Buena Semana Santa a todos, y tengan cuidado ahí fuera.

Los muchos aficionados al arte que pasean su sensibilidad por los museos londinenses están curados de espanto. Después de vérselas con virtuosos de la automutilación que se abren las venas para manchar el lienzo y con los bocetos masturbatorios de Tracey Emin, una muestra tiene que ser muy especial para conseguir suscitar en el aficionado esa sensación de inseguridad de quien no sabe si tirar por lo artístico o girar hacia lo sensacional. Y muy especial fue la exhibición Lo sagrado hecho real que la National Gallery albergó desde octubre pasado hasta finales de enero.  Bajo tan sugerente título, una muestra de la mejor pintura religiosa e imaginería de nuestro dorado siglo XVII. Zurbarán, Ribera y Velázquez junto a Montañés y Alonso Cano.