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De los analistas, como de los presidentes, hay que fiarse lo justo
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José Ignacio Bescós

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José Ignacio Bescós

De los analistas, como de los presidentes, hay que fiarse lo justo

En este pueblito, unos días nos vestimos de esencialistas para darnos garbeos por la plaza luciendo RH negativo y tatarabuelo suevo, y otros nos disfrazamos de

En este pueblito, unos días nos vestimos de esencialistas para darnos garbeos por la plaza luciendo RH negativo y tatarabuelo suevo, y otros nos disfrazamos de modernos con lo último de la capital, que en la capital nunca es lo último ni lo penúltimo.

 

Esta temporada se lleva mucho eso del Jalogüín, los pantalones acantinflados y los monólogos cómicos.  Tan es así que a uno de nuestros monologuistas más graciosos lo hemos hecho presidente. Este miércoles pasado, sin ir más lejos, ha vuelto a demostrar que domina uno de los secretos de la comedia: el timing. Era la vieja broma aquella del estamos saliendo del túnel, un clásico en su repertorio, pero esta vez la soltó en sede parlamentaria, con esa cara busterkeatonesca que ha hecho célebre su estilo, y dejando unas horitas no más para que el corolario, la rebaja del rating crediticio por parte de S&P, completase el efecto. Para morirse, no sé si de risa, lo de este Harlem sublimado en sede parlamentaria (“lo de la gobernación del país se nos va de las manos”).

Otros que poseen el divino don del timing son los de Bloomberg. El mismo día en que los demonios griegos hacían presa en las bolsas y los índices, incluidos los americanos, caían con fuerza, publicaban un artículo curioso. En él, y con ese tonillo triunfalista que hace furor entre el todo Wall Street, daban voz a una macedonia de analistas que venían a decir que, a pesar del mayor rally visto desde 1930 y viendo los magníficos beneficios que presentan una empresa tras otra, las acciones americanas son una verdadera ganga. Y es que, si como unidad de medida se consideran las previsiones del analista medio, el S&P 500 cotiza a 14,1 veces beneficios previstos, un número no visto desde 1990.

¿Nos lanzamos a comprar, pues? Ustedes hagan lo que les dé la gana, faltaría más. Yo, por si acaso, voy a releerme un informe imprescindible hecho por los consultores de McKinsey (regístrense, damas y caballeros, que es gratis). Es una actualización de un estudio que presentaron hace diez años. En su día, llegaron a la conclusión de que los analistas de bolsa exhibían, de media, un notable sesgo optimista en sus estimaciones de beneficios. No sólo eso, también eran tardos a la hora de ajustar previsiones cuando las circunstancias económicas cambiaban y fallones con la bola de cristal en periodos de desaceleración.

¿Ha cambiado el diagnóstico en esta década? No, por supuesto. De hecho, examinando el último cuarto de siglo, resulta que mientras los analistas han apostado por crecimientos medios de beneficios del 12%, la cifra real se ha quedado en la mitad, y que tan sólo en siete de los veinticinco años examinados los beneficios reales han coincidido con las previsiones. Unos fieras.

Por suerte, sus clientes deflactan el enfermizo optimismo de los analistas (como algunos ciudadanos con los presidentes de gafas rosas), lo que explica que el PER de la bolsa americana haya estado un 25% por debajo del PER implícito en las previsiones. Lo mejor va a ser hacer como ellos y fiarse lo justo de los analistas financieros. Y luego fiarse lo justo de los consultores estratégicos. Y más tarde fiarse aún menos de lo justo de los escribidores de blogs que glosan alegremente a unos y a otros para cocinarse su articulito de los lunes.

Buena semana a todos, y tengan cuidado ahí fuera.

En este pueblito, unos días nos vestimos de esencialistas para darnos garbeos por la plaza luciendo RH negativo y tatarabuelo suevo, y otros nos disfrazamos de modernos con lo último de la capital, que en la capital nunca es lo último ni lo penúltimo.