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La increíble doble racha de Goldman Sachs
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José Ignacio Bescós

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José Ignacio Bescós

La increíble doble racha de Goldman Sachs

Puede que Rahm Emanuel no sea el personaje más simpático de la política americana, pero no se puede negar que el jefe de gabinete de Obama

Puede que Rahm Emanuel no sea el personaje más simpático de la política americana, pero no se puede negar que el jefe de gabinete de Obama sabe cómo dejar huella en los medios. Suya es una de las frases más brillantes que se han pronunciado en estos últimos anni horribiles: “Nunca se debe desaprovechar una crisis”.  A algunos, les ha servido para impulsar una reforma sanitaria que ya intentó Hillary con penosos resultados. A otros, para darle un empujoncito a Europa, no se sabe muy bien si hacia la unidad de acción imprescindible para alcanzar el codiciado estatus de alternativa económica a Chimérica o hacia el abismo de la eurodescomposición. Y a otros, parece que ha tenido que venir un huracán financiero que se ha llevado buena parte de sus ahorros para abrir los ojos y hacerse un par de preguntas pertinentes sobre las escasas vestiduras del emperador financiero.

 

La espectacular caída de la casa Busher, la economía subprime alentada por el bueno de George W. y por aquél a quien llamaban Maestro y al que hoy nadie le confiaría la lista de la compra, produjo la atmósfera adecuada, pero tuvo que haber un niño que gritara a la multitud que mighty Goldman estaba desnudo. Probablemente ese niño fue Matt Taibi. Su artículo en Rolling Stone, j’accuse económico que figurará entre los clásicos de la crisis, fue el primer mazazo en el muro de respetabilidad de una institución supuestamente poblada por los cerebros mejor amueblados de Wall Street, alquimistas de la volatilidad, videntes de los escenarios macros, capaces de ver oportunidades donde otros ven problemas y viceversa, liderados por un tipo que se jacta de hacer el trabajo de Dios.

Para Taibi, los goldmanitas tienen poco de superhéroes con visión de mercado de rayos X. Al contrario, lo que exhiben ahora y exhibieron en cada una de las crisis anteriores es una astucia y una habilidad para la manipulación propia del mejor trilero. 

Desde la publicación del artículo, Goldman Sachs ha sido vilipendiado en los medios y hasta perseguido judicialmente por un quítame allá esos riesgos mal explicados.  Naturalmente, su cotización en bolsa ha corrido pareja a la cotización en el corazoncito de la opinión pública, y la acción ha perdido un 20% desde que se abrieran diligencias contra los chicos de Blankfein, el 16 de abril.

Casi darían pena, si no fuera porque día sí y día también, aparecen noticias que ayudan a perfilar la verdadera imagen del que sólo es ejemplo quintaesencial de banco de inversión. La última, una demoledora comparación entre la increíble consistencia de Goldman para ganar dinero para sí y hacérselo perder a los clientes. 

Comprar zloty polaco y vender yen: 14% de pérdida. Acciones chinas: 9%. Libras contra dólar neozelandés: 10%. Darte cuenta de que los cabezaconos del departamento de estrategia de tu banco tienen las mismas posibilidades de acertar las tendencias de mercado que un mono: no tiene precio. Hasta siete de las diez ideas de inversión de GS para 2010 han supuesto costosos fracasos para los incautos que las pusieron en práctica.  Sin embargo, sería injusto dar la impresión de que se falla sistemáticamente. El año anterior, sin ir más lejos, ocurrió lo contrario.  Unos años buenos y otros malos. Lo que cabría esperar de un mono con un dardo.

Lo que ni todos los lémures de Madagascar podrían hacer es vanagloriarse de no haber perdido dinero ni un sólo día del primer trimestre. ¡Ni un sólo día! Los mismos que estratégicamente hablando no han visto tres en un burro en la primera mitad del año han demostrado un talento increíble en el manejo de las propias posiciones. Eso, o más bien se han dado un festín embolsándose el spread demanda-oferta de su legión de clientes, clientes que cometen el pecado mortal de hacer dejación de soberanía intelectual en el dueño de algo que cada vez parece menos un mercado eficiente y más un casino en el que, rojo o negro, la banca siempre gana.

Algún día me animaré a escribir sobre random walks, martingalas y pirámides. Sé que de nada servirá, pues siempre habrá gente que sucumba a los tarotistas de mercado, con sus ciclos de Kondratieff, ondas de Elliott y sofisticados modelos Black-Litterman.  Pero, bueno, aquí, como en el 1,2,3, hemos venido a jugar.

Buena semana a todos, y tengan cuidado ahí fuera.

Puede que Rahm Emanuel no sea el personaje más simpático de la política americana, pero no se puede negar que el jefe de gabinete de Obama sabe cómo dejar huella en los medios. Suya es una de las frases más brillantes que se han pronunciado en estos últimos anni horribiles: “Nunca se debe desaprovechar una crisis”.  A algunos, les ha servido para impulsar una reforma sanitaria que ya intentó Hillary con penosos resultados. A otros, para darle un empujoncito a Europa, no se sabe muy bien si hacia la unidad de acción imprescindible para alcanzar el codiciado estatus de alternativa económica a Chimérica o hacia el abismo de la eurodescomposición. Y a otros, parece que ha tenido que venir un huracán financiero que se ha llevado buena parte de sus ahorros para abrir los ojos y hacerse un par de preguntas pertinentes sobre las escasas vestiduras del emperador financiero.