Es noticia
La descapitalización que viene
  1. Economía
  2. Información privilegiada
José Ignacio Bescós

Información privilegiada

Por
José Ignacio Bescós

La descapitalización que viene

Ahora que a este país no lo reconoce ni la madre que lo parió, como prometió Guerra, los programas especiales de Nochevieja han perdido fuste. Pero hubo

Ahora que a este país no lo reconoce ni la madre que lo parió, como prometió Guerra, los programas especiales de Nochevieja han perdido fuste. Pero hubo un tiempo en que una parodia afortunada minutos después de las uvas podía cimentar la fama de un humorista para siempre.  Así ocurrió con las empanadillas de Móstoles y, mucho antes, con aquel Antonio, ¡vente p’a España, tío! que tantas alegrías dio a Josele, su creador. Recién muerto Franco, Josele se disfrazaba de currante para hablarle a su hermano Antonio, uno de tantos españoles que buscó mejor vida emigrando a Alemania, del nuevo clima de libertades y de cómo merecía la pena volver a construir país. 

Antonio volvió, y con él miles de emigrados. Traían con ellos lo aprendido fuera. Esto permitió, por ejemplo, que en su momento la apuesta de los fabricantes de coches por una producción en la periferia barata (en términos de mano de obra) nos convirtiese en una potencia en la industria automovilística y de componentes.

Mal que bien, los coches aguantan, no así los componentes.  fectos secundarios de la prosperidad de los últimos años. El nuevo Antonio cobra el doble que un checo, a menos que sea uno de los sufridos ecuatorianos con que hemos tratado de paliar el déficit de competitividad. A cambio, el hijo de Antonio es licenciado, master y remaster, parte de “la generación mejor formada de la historia de España”, que dijo el compadre de Guerra. Pero ahora que vienen mal dadas, Antonio jr., como su padre hace cuarenta años, hace números que no salen, y empieza a pensar que igual va tocando hacer las maletas. Natural, viviendo en un país que le ha dado la posibilidad de formarse, pero que ha decidido que los formados suficiente tienen con la educación, convirtiéndose en el país de la OCDE donde es menor el diferencial salarial entre quienes poseen formación superior y el resto de trabajadores. Condenado, en el mejor de los casos, al pago mileurista por su esfuerzo, se ha preguntado si no hubiera sido más rentable cultivar el glúteo (200.000 aspirantes al título de Mejor Culo de España), que parece que aquí se valora más que la cabeza.

Ha dado la puntilla el final de nuestra escapada. Si la solución pasa por una combinación de deflación salarial y mayores impuestos, el sol y las cañitas no bastarán para retener a los más talentosos de entre la generación de pobretones ilustrados. Otra economía doméstica es posible. Pronto empezaran a twittear “Antonio, ¡vente p’a Alemania, tío!”.

Señor presi, si de verdad cree usted que lo que hagamos ahora determinará el futuro económico para veinte años, ya puede usted ponerse a trabajar, no para evitar una dramática descapitalización vía fuga de talentos, que eso ya no depende de usted, sino para inventarse algo a veinte años vista que ayude a recuperar a lo más granado de una generación que algunos dan por perdida. Este país de pirámide demográfica invertida y alarmante proporción de funcionarios y clases pasivas se juega el descenso a la tercera división.

Ahora que a este país no lo reconoce ni la madre que lo parió, como prometió Guerra, los programas especiales de Nochevieja han perdido fuste. Pero hubo un tiempo en que una parodia afortunada minutos después de las uvas podía cimentar la fama de un humorista para siempre.  Así ocurrió con las empanadillas de Móstoles y, mucho antes, con aquel Antonio, ¡vente p’a España, tío! que tantas alegrías dio a Josele, su creador. Recién muerto Franco, Josele se disfrazaba de currante para hablarle a su hermano Antonio, uno de tantos españoles que buscó mejor vida emigrando a Alemania, del nuevo clima de libertades y de cómo merecía la pena volver a construir país.