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Pero, ¿qué demonios pasó el 6 de mayo?
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José Ignacio Bescós

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José Ignacio Bescós

Pero, ¿qué demonios pasó el 6 de mayo?

El 6 de mayo de 1978, algo cayó del cielo. En La Mamora, en el lado boliviano de la frontera con Argentina, una bola de fuego

El 6 de mayo de 1978, algo cayó del cielo. En La Mamora, en el lado boliviano de la frontera con Argentina, una bola de fuego se estrelló, dejando una estela de humo azul, temblores de tierra en ambos países, 800 mamoreños aterrados y un sinfín de preguntas sin responder.

Pero no, no me refiero a ese 6 de mayo y a lo que los conspiranoicos de turno consideran una de tantas maniobras de ocultación gubernamental del hecho incontrovertible de que “ya están aquí”. Los OVNIs que caen del cielo me llaman menos la atención que los mercados que se desploman sin razón aparente, yo soy así de prosaico.

El 6 de mayo de 2010, en las pantallas de Bloomberg, entre las 2 y las 3 de la tarde hora de Nueva York, una bola de fuego financiero, el índice Dow Jones, perdió mil puntos en cuestión de minutos, dejando una estela de asombros y un montón de traders no menos aterrados que los mamoreños de hace treinta años.

Pronto se buscó explicación para fenómeno tan paranormal. La primera, la más obvia: el error humano en forma de operador de dedos gordos, que en lugar de teclear una “m” de millón tecleó una “b” de billón. Explicación idiota, pero reconfortante. El sistema funciona, pero siempre hay un bobo que puede meterse en problemas.  Pues vale. Desgraciadamente, después de que CNBC diera pábulo a tan peregrina historia, Citi, supuesta víctima, desmentía la teoría del manazas.

Le tocaba el turno al fallo técnico, un error de programación y, por tanto, subsanable. Y también descartable y descartado, para inquietud del personal, después del repaso de incontables líneas de código. Así pues, sería cosa de ciberterroristas, o de hackers, o de...

Como esto de los mercados es cosa seria, y con la conspiración de los vendedores de oro ya tenemos suficiente, los órganos competentes se pusieron a la tarea de llegar al fondo de tan misterioso asunto.  El resultado fue que ni terroristas, ni hackers. La culpa, de los elementos. La causa del tropezón, según el comité mixto de la SEC (la CNMV americana) y la CFTC (comisión que regula el trading de futuros), fue de una tormenta perfecta formada, entre otras cosas, por el efecto en las acciones individuales de los cada vez más importantes ETFs sobre índices, las diferentes convenciones de mercado entre bolsas en las que pueden transarse instrumentos similares y el uso generalizado de órdenes automáticas de limitación de pérdida (stop-loss). O sea, que fallaron elementos consustanciales a los mercados modernos en un entorno (un mercado bajista en el día por culpa de las dudas europeas, con escasa liquidez) que favorecía el que una chispa causase un incendio repentino e impredecible.

La pregunta ahora es: ¿volverá a ocurrir? Después de tanto golpe de pecho, tanto quantitative easing, tanto paquete de rescate, ¿es posible que una combinación de factores técnicos de difícil control ponga en severo riesgo de colapso el sistema financiero internacional? ¿Será la búsqueda de eficiencia en el tamaño y la eliminación de cualquier redundancia (o sea, de vías alternativas para la canalización de liquidez) nuestro fin? ¿Será la siguiente the big one? Y, ya que lo llevamos crudo con las causas, ¿estamos preparados para minimizar los efectos?

Que alguien vaya a por Iker Jiménez y lo ponga a investigar, que de Mary Schapiro me fío más bien poco.

Buena semana a todos, y tengan cuidado ahí fuera. 

El 6 de mayo de 1978, algo cayó del cielo. En La Mamora, en el lado boliviano de la frontera con Argentina, una bola de fuego se estrelló, dejando una estela de humo azul, temblores de tierra en ambos países, 800 mamoreños aterrados y un sinfín de preguntas sin responder.