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El futuro del euro
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Ignacio Rodríguez Añino

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El futuro del euro

Si bien para los europeos continentales en general, y para los españoles en particular el futuro del euro es indudable y no nos planteamos la desaparición

Si bien para los europeos continentales en general, y para los españoles en particular el futuro del euro es indudable y no nos planteamos la desaparición del mismo, en los países anglosajones la visión es muy distinta.

Yo trabajo en una gestora inglesa y me ha parecido interesante exponer hoy en esta columna cómo ven algunos de mis compañeros londinenses el futuro del euro:

1.- Los políticos europeos no quieren siquiera afrontar la posibilidad de la desaparición del euro, a pesar de las presiones que existen sobre la divisa única. Es, por decirlo directamente, una cuestión política, el mantenimiento del sueño de unos Estados Unidos de Europa que puedan competir con EEUU y con Asia de tú a tú.

2.- Sin embargo los mercados no piensan lo mismo, sino que contemplan dos escenarios: una estabilidad nacida de políticas estatales fuertes y muy intervencionistas (con el consiguiente coste social); o un período de gran incertidumbre y de caos. Los mercados, como siempre, han considerado la posibilidad del escenario negativo y lo han cotizado en el precio de los activos (por ejemplo, la deuda pública española).

3.- Así que lo que contemplamos ahora es la lucha entre los capitalistas y los gobiernos “negacionistas”. La posible prohibición de maniobras especulativas como las ventas a corto es una escaramuza inicial de una guerra que puede ir más allá.

4.- Pero incluso aunque lo nieguen, los políticos europeos han debido pensar qué hacer si, por un casual, el euro colapsa.

5.- Si el euro desaparece, el sistema financiero se enfrentaría a una crisis financiera sin precedentes. En el caso extremo, podríamos ver que el euro se convierte en un trozo de papel sin ningún valor. Además, todos los contratos legales en bonos y derivados existentes denominados en euros lo estarían en una moneda muerta, fallida. Si no se corrigiera esta situación, este colapso destruiría el mercado de capitales europeo y causaría una carnicería en las economías occidentales.

6.- Pero se puede instrumentar un camino intermedio, un plan B que quite presión al euro. Primero, se debería crear nuevas divisas como medio de intercambio comercial, y  con un cambio 1 a 1, un nuevo euro, que podemos llamar “Neuro” al que se referenciarían los contratos y las deudas pendientes. Es una situación ya conocida en Europa: el ECU utilizado en los últimos años del siglo XX

7.- El Neuro, el nuevo ECU, debería estar compuesto por una cartera de divisas europea bajo el auspicio del Banco Central Europeo, y se debería determinar qué tipo de divisa es este Neuro: si se basa en el Deutsche Mark sería una moneda fuerte favoreciendo a los ahorradores, sino, sería débil y beneficiaría a los endeudados. El peso de cada divisa se podría basara en los pesos de los diferentes PIB de los países componentes del mismo.

Hasta aquí, lo que piensan los anglosajones,  que sólo ven ventajas en esta estrategia: crear una nueva vía. Si además de la clásica euro Sí, euro No, existiera  también el Neuro, esta tercera opción dificultaría el trabajo de los especuladores. Sin duda el Neuro sería un paso atrás pero podría ser una buena base para poder retomar una moneda única más adelante.

Mis colegas ingleses reconocen que están sesgados contra el euro desde el inicio, ya la libra esterlina independiente ha permitido que el Reino Unido mantenga su política monetaria y cambiaria, ayudando a la economía británica a evitar o minimizar las crisis. Yo también creo que tienen la esperanza nostálgica de que su querida libra vuelva a ser una moneda de referencia en Europa, algo difícil de ver mientras siga existiendo el euro.

Ignacio Rodríguez Añino es responsable de M&G Investments en España

Si bien para los europeos continentales en general, y para los españoles en particular el futuro del euro es indudable y no nos planteamos la desaparición del mismo, en los países anglosajones la visión es muy distinta.