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La política fiscal es demasiado importante para dejársela a los políticos
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José Ignacio Bescós

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José Ignacio Bescós

La política fiscal es demasiado importante para dejársela a los políticos

Algunos afortunados siguen siendo centrando la polémica de si ahora toca acelerón o frenazo presupuestario. Hasta Soros echa su cuarto a espadas, afeando a Merkel lo que

Algunos afortunados siguen siendo centrando la polémica de si ahora toca acelerón o frenazo presupuestario. Hasta Soros echa su cuarto a espadas, afeando a Merkel lo que le afeábamos desde aquí y jugueteando con la perspectiva de una salida alemana del euro. Nosotros (insertar melancólico suspiro) no tenemos esa suerte. A nosotros el terremoto económico nos pilló en una muy delicada situación fiscal, de manera que ahora, si no se materializa el experimento mental de Soros, no cabe otra que recortar. En el momento más inoportuno.

Causa gran desazón releer los viejos editoriales de la prensa afín al partido gobernante, cuando, en 2004, Solbes dinamitaba la Ley de Estabilidad Presupuestaria a las primeras de cambio.  El fin del integrismo fiscal titulaba Cinco Días. Manda narices. Comenzaba entonces esta carrera por gastarse lo que había y lo que no había con la excusa de que había que compensar el déficit social de gobiernos anteriores. Déficit social, otra de esas expresiones-comodín que tan fácil ha sido incrustar en el inconsciente colectivo.

Leyendo a los distintos y distinguidos comentaristas que pueblan los medios del ramo llegaríase a la edificante conclusión de que esta prociclidad suicida es el resultado de una mortífera combinación. Mézclese la supina incompetencia del peor gobierno de nuestra democracia (otra frasecita que ha hecho fortuna, lanzada ésta, como una granada de mano, desde el otro lado de la trinchera), la estupidez de un amplio sector del electorado y unas gotitas de crisis internacional, y agítese. 

A mí, que soy el más tonto del lugar, me cuesta imbecilizar a buena parte de mis compatriotas con tan pedrocastriana ligereza. Por eso me pregunto si todos, gobierno y votantes, no estarán actuando de acuerdo a los principios de una estricta racionalidad. Porque, aplicando el tradicional ejemplo familiar (y tratando de no caer en la falacia de la composición), unos padres equilibrados y amorosos bien se preocuparán de apartar una porción de sus salarios para cuando toque hacer esfuerzos económicos que redunden en el éxito futuro de la prole, cosa que los hijos más mayores entenderán y agradecerán. Pero si papá es alcohólico y mamá ludópata, más vale gastarse las pagas extraordinarias en viajes a Disneylandia, que al menos algo disfrutarán los niños. Y cuando vengan mal dadas, a apretarse el cinturón. Y de ayudar a pagar el máster del hijo brillante nos olvidamos. O sea, que la salutífera prociclicidad fiscal (por la vía de los estabilizadores automáticos y de una sensata política impositiva) será propia de países donde el electorado tenga cierta confianza en que el gobierno no adopte una posición clientelar (uso de recursos para pagar favores políticos), semidictatorial (embarcarse en una costosa campaña bélica contra el sentir de la inmensa mayoría) o directamente corrupta (en términos técnicos, llevárselo crudo).

En un país medianamente normal, existirán órganos que fiscalizasen las veleidades del gobierno con el gasto y ayudasen así a cimentar la mayor o menor confianza de la ciudadanía en la clase política. En la Ínsula Bananaria, se ha perdido completamente la fe en los políticos, de lo que se espera lo que se espera, así que en épocas de abundancia se elige al manirroto, al que se sustituye por don Riguroso cuando llegan las vacas flacas. Naturalmente, a éste se le da la patada antes de que se haga fuerte y empiece a hacer tonterías con el dinero de todos. En fin, no sé si esta grosera simplificación se nos aplica o no, pero no estaría de más que empezásemos a pensar en fomentar la independencia de ciertas instituciones fundamentales. Algunos lo llevan pidiendo desde hace tiempo, pero visto el chamarileo de tirios y troyanos con otros órganos vitales, les sugiero que esperen sentados.

Buena semana a todos, y tengan cuidado ahí fuera.

Algunos afortunados siguen siendo centrando la polémica de si ahora toca acelerón o frenazo presupuestario. Hasta Soros echa su cuarto a espadas, afeando a Merkel lo que le afeábamos desde aquí y jugueteando con la perspectiva de una salida alemana del euro. Nosotros (insertar melancólico suspiro) no tenemos esa suerte. A nosotros el terremoto económico nos pilló en una muy delicada situación fiscal, de manera que ahora, si no se materializa el experimento mental de Soros, no cabe otra que recortar. En el momento más inoportuno.