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Los lobos se dan un respiro
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José Ignacio Bescós

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José Ignacio Bescós

Los lobos se dan un respiro

Salvo sorpresa mayúscula y desagradable en las pruebas de esfuerzo bancario que tanto devanar de seso han provocado en las últimas semanas, parece que el verano

Salvo sorpresa mayúscula y desagradable en las pruebas de esfuerzo bancario que tanto devanar de seso han provocado en las últimas semanas, parece que el verano ha hecho bostezar a la famosa manada de lobos (que decía el sueco) y que de sus fauces abiertas ha caído la presa española. Aún viva, mire usted. Tanto es así, que hasta nos felicitamos por haber colocado tres mil millones de euros en bonos a quince años, aunque haya sido a una rentabilidad superior al 5%. Al fin y al cabo, no hace tanto que se temía que el Tesoro no fuese capaz de afrontar sus necesidades de financiación (algo más de 24.000 millones) en julio. Como además el ratio de montante demandado/montante cubierto es muy superior al de abril, los alborozados agentes económicos se palmotean las espaldas entre risotadas de alivio. Y a las alegrías directas se suman las alegrías de rebote. De Grecia vienen relativas buenas noticias, para variar, y los alemanes crecen a buen ritmo, con lo que algo nos tocará a nosotros, ¿no? Y el euro escalando a buen ritmo para retomar el 1,32 contra el dólar, el nivel desde el que se despeñó hace unos meses. Y las bolsas aguantando que es un primor. ¿Sacamos las copas y el cava, pues? 

Casi que todavía no. En estas ocasiones, es bueno recordar los sabios consejos de los filósofos de cabecera (gente de fina sensibilidad abstenerse). Sabido es que los mercados no son lineales en sus movimientos y que tanto al subir como al bajar hacen paraditas en el descansillo para tomar aire y corregir situaciones técnicas de sobrecompra o sobreventa. Nadie va a olvidarse de repente de la crisis fiscal en las cuentas periféricas. En lo que a España respecta y por mucho que nos empeñemos en el optimismo antropológico, ni el sector financiero está fuera de peligro ni las fotos macroeconómicas nos sacan favorecidos.

En lo financiero, los medios de aquí, allá y acullá se recrean en cómo nuestros bancos están utilizando al BCE de manera creciente como Monte de Piedad. Un incremento mensual en el recurso al banco central de un 48%, 126.000 millones de euros. Recordatorio patente de que el verdadero problema es la deuda privada, nada que no supiéramos. Y en lo macroeconómico, echen un vistazo a los deprimentes gráficos de Hugh. Se observa un nuevo bajón en la producción industrial que contrasta tristemente con la subida alemana. Por otra parte, desciende la fuerza laboral sin cambios apreciables en el porcentaje de desempleados, dato relevante en tanto en cuanto las posibles tensiones sociales minan la credibilidad de un país al que a cambio de soporte financiero de fuera se le piden sacrificios dolorosísimos (¿e inaguantables?). En el sector exterior, la balanza por cuenta corriente vuelve por sus fueros y, por si fueran pocas desgracias, aumenta el diferencial de inflación con Alemania, lo que unido al muy distinto crecimiento supone una nueva merma en la competitividad, problema de base cuya solución es imperativa si pretendemos salir del agujero en el que los burbujones de activos post-entrada en el euro nos han metido.

En fin, esperemos que los traders de volatilidad tengan razón y los mercados nos regalen un verano tranquilo. Yo albergo mis dudas, quizá recordando veranos pasados. Mas incluso si tienen razón, es muy posible que el otoño resulte un poco complicado. Y España, a pesar de pulpos clarividentes, copas doradas y bonos vendidos, sigue en la primera línea de fuego. Queda mucho trabajo que hacer y la complacencia es enemigo taimado.

Buen verano a todos, y tengan cuidado ahí fuera. Nos leemos en septiembre, Dios mediante.

Salvo sorpresa mayúscula y desagradable en las pruebas de esfuerzo bancario que tanto devanar de seso han provocado en las últimas semanas, parece que el verano ha hecho bostezar a la famosa manada de lobos (que decía el sueco) y que de sus fauces abiertas ha caído la presa española. Aún viva, mire usted. Tanto es así, que hasta nos felicitamos por haber colocado tres mil millones de euros en bonos a quince años, aunque haya sido a una rentabilidad superior al 5%. Al fin y al cabo, no hace tanto que se temía que el Tesoro no fuese capaz de afrontar sus necesidades de financiación (algo más de 24.000 millones) en julio. Como además el ratio de montante demandado/montante cubierto es muy superior al de abril, los alborozados agentes económicos se palmotean las espaldas entre risotadas de alivio. Y a las alegrías directas se suman las alegrías de rebote. De Grecia vienen relativas buenas noticias, para variar, y los alemanes crecen a buen ritmo, con lo que algo nos tocará a nosotros, ¿no? Y el euro escalando a buen ritmo para retomar el 1,32 contra el dólar, el nivel desde el que se despeñó hace unos meses. Y las bolsas aguantando que es un primor. ¿Sacamos las copas y el cava, pues?