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La crisis soberana es cuestión de carácter
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José Ignacio Bescós

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José Ignacio Bescós

La crisis soberana es cuestión de carácter

Solía enseñarse que para conceder o no un préstamo un banco tenía que tener en consideración las cinco ces.La primera ce es la ce de capacidad,

Solía enseñarse que para conceder o no un préstamo un banco tenía que tener en consideración las cinco ces.

La primera ce es la ce de capacidad, la de rembolsar el crédito, basada en la generación de flujos futuros.  La segunda ce se refiere al capital de quien solicita el préstamo, particularmente en relación con el montante del mismo.  La tercera, al colateral, o sea, a los activos que puedan compensar al banco en caso de impago.  La cuarta, a las condiciones económicas en las que se desenvuelve la vida financiera del aspirante a prestatario.  Y la quinta, al carácter, un factor que incluye un elemento tangible, el historial crediticio, y uno intangible y, por tanto, difícil de evaluar, el de la honorabilidad.  ¿Está en la naturaleza del solicitante la obligación moral de devolver las deudas, más allá de lo que diga su scoring de crédito?

Para evaluar correctamente el carácter hacía falta un banquero cercano al cliente, experimentado y con instinto, conocedor de las debilidades y grandezas humanas.  En estos tiempos de securitizaciones masivas y líneas impersonales de atención al cliente, la evaluación cualitativa del carácter ha perdido importancia.  En lo particular y en lo general.

Así, a la hora de enfrentarnos a la crisis de deuda soberana, que ha puesto la idea de una Europa unida patas arriba, nos han empachado con previsiones de gastos e ingresos públicos (capacidad) de los distintos Estados, vaticinios de crecimientos subpar de aquí hasta donde la vista alcanza (condiciones), elementos productivos y nivel educativo del factor humano (capital) y hasta ideas peregrinas como la de vender islas para pagarse la fiesta (colateral).  Mas, salvo por la ocasional patada demagógica del periódico amarillista de turno, poco sobre el carácter, ese peliagudo intangible.

Por eso se agradece la iniciativa de Michael Lewis, quien ha tenido la idea de darse un garbeo por Grecia para sacar impresiones sobre ese nosequé que hace que se pueda o no confiar en que alguien te va a devolver la pasta que le prestaste.

Sin la afectación de un Tom Wolfe ni el caos de un Hunter S. Thompson, a base de un estilo entretenido, una inteligencia despierta, una curiosidad insaciable y una intuición sobrenatural sobre los fenómenos que modelan nuestras vidas, Lewis ha retratado los excesos de una generación, ya sean los de aquellos big swinging dicks de El póquer del mentiroso, las excentricidades puntocom de Lo nuevo nuevo o la gran estafa subprime en el imprescindible El gran corto.  Y ahora vuelve a hacerlo con este artículo de Vanity Fair que amenaza con convertirse en clásico.

¿Sus conclusiones después de hablar con empresarios, ministros, recaudadores de impuestos y hasta con los monjes de un monasterio que causaron la caída del anterior gobierno griego tras un escándalo de recalificación de terrenos?  El autor no se explica cómo nadie le ha podido prestar dinero a los griegos.  Sobre las posibilidades actuales de impago, tiene sus serias dudas, a pesar de lo nocivo que sería para la economía griega en general.  Cuestión de carácter.

Viene todo esto a propósito del enésimo e infructuoso intento de nuestras autoridades políticas, esta vez en la persona del Presidente del Gobierno, por convencer a los que manejan los dineros de que somos gente de fiar.  Supongo que es difícil ser convincente cuando un día alguien decide gastarse el dinero que no tiene en reparar agravios de antaño, al siguiente te montan una huelga general por una reforma que estaba de Dios y al siguiente, y al otro, y al otro, el grifo autonómico sigue abierto mientras tú vas predicando austeridad por ahí.

A ver si es que nosotros también vamos a tener, sobre todo, un problema de carácter.

Buena semana a todos, y tengan cuidado ahí fuera.

Solía enseñarse que para conceder o no un préstamo un banco tenía que tener en consideración las cinco ces.