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Ben y el arte del 'Bull Riding'
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José Ignacio Bescós

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José Ignacio Bescós

Ben y el arte del 'Bull Riding'

Tratar de mantenerse encima de dos toneladas de carne de vacuno cabreado no es para todo el mundo. Incluso el jinete más competente puede presumir de

Tratar de mantenerse encima de dos toneladas de carne de vacuno cabreado no es para todo el mundo. Incluso el jinete más competente puede presumir de un historial médico espantoso. Eso sí, su extracto bancario no es menos impresionante.

El riesgo trae recompensas, así que, si gozas de admirable fuerza en las extremidades inferiores, reflejos rápidos y una gran tolerancia para el dolor, puedes ganarte muy bien la vida a base de series infernales de ocho segundos sobre la bestia. Pero primero, jovencito o jovencita, trata de aprender una cosa o dos de los profesionales. De los chinos, por ejemplo, con mucho los mejores jinetes del mundo. Después de todo, han estado montando el más temible de los toros durante bastante más tiempo que ocho míseros segundos.

Un régimen de cambio fijo ("flotación administrada" si se quiere comulgar con el eufemismo del fijador de modeda) comporta ciertos riesgos. Cuando un país adopta un tipo de cambio fijo ata su destino monetario al de la economía de referencia. Esto es útil en términos de credibilidad si se desea mantener un régimen de exportación saludable al tiempo que aumenta la base de capital. La acumulación de capital es un elemento clave en los milagros de crecimiento de Asia de la segunda mitad del siglo pasado. Sin embargo, la afluencia de capital extranjero es difícil de controlar, el crédito infla burbujas y las burbujas finalmente estallan.Uno de estos tristes episodios dejó en 1997 al sudeste asiático hecho unos zorros. Una caída bursátil del 75% en Tailandia, una contracción de 13% en el PIB de Indonesia y la duplicación en el ratio coreano de deuda sobre PIB son modos muy dramáticos de caerse del toro.

Los chinos, sabios ellos, tomaron nota. Así, durante más de una década han depurado un estilo único de monta que mezcla la fijación de paridades ventajosas para el yuan y un agresivo crecimiento impulsado por las exportaciones. Todo esto con la inestimable ayuda de un público estadounidense muy dispuesto a nadar en deuda para pagar los artículos made in China. Esa montaña de deuda se financia a tipos de interés ridículos, cortesía de los exportadores. Y, ¿cómo se acumulan esos ahorros? Vendiendo a los importadores derrochones, un ciclo diabólico, que aplacó el toro por un tiempo. Esta aparentemente próspera tranquilidad económica acabó siendo conocida como "la gran moderación".

Pero eso es historia antigua. La gran moderación resultó ser la precursora de la madre de todas las crisis y ahora el nombre del juego es "tú la llevas". Los principales jugadores son el dueño del toro y su jinete.

Hay un amplio consenso entre políticos, analistas y economistas de universidad y artículo en periódico de postín sobre la necesidad de corregir los desequilibrios que condujeron a este lío. EEUU debe perseverar en su reconstrucción del ahorro privado (la tasa de ahorro personal ha aumentado de menos del 2% antes de la debacle de 2007 a alrededor del 6% de la renta disponible ahora) sin apostar hasta la camisa en la experimentos fiscales y monetarios. China debe revaluar el yuan y concentrarse en políticas que fomenten sus ciudadanos a atenuar esa perniciosa manía de sobreahorrar (estimulando por ejemplo la demanda interna, mejorando la protección por desempleo, la atención sanitaria y el pago de pensiones). Pero esto llevará tiempo y mucha coordinación, y no está en la naturaleza del toro dejar de patear en el aire ni en la del corredor desmontar por propia iniciativa.

Dos acontecimientos económicos en estos últimos y moviditos días ilustran el modo rodeo prevalente en Chimérica. El primero es la propuesta de Geithner al G-20. Su idea de limitar el desequilibrio en la cuenta corriente, ya sea déficit o superávit, al 4% del PIB es tan sensata como inviable. Sin embargo, ha cumplido con su probable objetivo. Así, obligó a Japón y Alemania, dos de los tres grandes glotones del ahorro, a retratarse y a desestimarla sin paliativos.

El tercer glotón se tomó algo más de tiempo, pero Cui Tiankai, viceministro de Exteriores de un régimen comunista, se recreó en la jugada al hablar de cómo la idea del secretario del Tesoro le recordaba a los días de las economías planificadas. Descarada monta del toro, sí señor. En cualquier caso, al aparecer como el bando razonable, EEUU podría atenuar el golpe asestado por Toro Salvaje Bernanke al lanzar su nueva ronda de flexibilización cuantitativa (quantitative easing, QEII). Así, franceses, canadienses y británicos, todos países deficitarios, se apresuraron a respaldar la idea de Geithner. Mientras, la brigada de sospechosos habituales, encabezada por el inefable Goldman, acudió al rescate moral de Bernanke ensalzando las muchas virtudes del QEII y su triple efecto estimulante: menores tipos reales de interés, aumento de precios de los activos y depreciación del tipo de cambio. Argumentaban que el QEII es tan buena medicina que el paciente mostraba una mejora en su salud antes incluso de tomársela.

En teoría, una menor tasa de interés real supone bajar el listón de la inversión y anticipar el consumo futuro. En la práctica, a excepción de en los rendimientos de los imperfectos bonos indexados y en el sempiterno y efervescente oro no se ven signos significativos de mayores expectativas de inflación. En teoría, el aumento de precios de los activos fomenta el crecimiento económico a través del efecto riqueza. En la práctica, este efecto ha sido tradicionalmente pequeño, y el precio pagado en términos de sobreinversión y burbujeo no ha valido la pena. En teoría, una menor tasa de cambio favorece las exportaciones, lo que puede corregir los desequilibrios que Geithner y la mitad del mundo denuncian estos días. En la práctica, todo el ejercicio es inútil si el jinete se mantiene firme. A menos, por supuesto, que el objetivo del pataleo bovino sea precisamente sacudirse al chino mediante la creación de un brote de inflación que aumente sus costes laborales, disminuyendo así su competitividad.

Tal vez Bernanke y cía. alberguen la esperanza de que la inflación cause a los chinos graves problemas económicos y políticos que a la larga les obliguen a revaluar el yuan. Pero, ¿lo harán? En este juego altamente geoestratégico, ¿es prudente tratar de forzar la mano de aquel que, más allá de tus rescates, tus paquetes fiscales y tu QEI, sacó al mundo del borde de la depresión mediante la promulgación de un paquete de estímulo por valor del 13% del PIB? ¿Es inteligente molestar al comprador de último recurso de la deuda europea, que además es tu principal acreedor? ¿Es recomendable utilizar para la tarea el equivalente monetario de una bomba nuclear?

Martin Wolf, el comentarista de FT, apostó hace no mucho tiempo por el toro. Argumentaba que la imprenta de dinero está en EEUU y contra eso no hay tutía. Sin embargo, una cosa que ha demostrado esta crisis prolongada es que los chinos son unos jinetes excelentes. Veremos si el toro no se derrumba de puro cansancio.

Buena semana a todos, y tengan cuidado ahí fuera.

Tratar de mantenerse encima de dos toneladas de carne de vacuno cabreado no es para todo el mundo. Incluso el jinete más competente puede presumir de un historial médico espantoso. Eso sí, su extracto bancario no es menos impresionante.

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