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Se hace saber que Spain is Different
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José Ignacio Bescós

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José Ignacio Bescós

Se hace saber que Spain is Different

España no es Grecia.  España no es Grecia.  España no es...  ¡Caray con el mantra, qué cansino!  Pero es que los mantras es lo que tienen,

España no es Grecia.  España no es Grecia.  España no es...  ¡Caray con el mantra, qué cansino!  Pero es que los mantras es lo que tienen, me dirán, que se repiten, ahí está la gracia. Vale, contesto yo, se lo compro si el dichoso mantra cumple con su sánscrita función, la de liberar la mente y provocar una transformación. 

Y aquí, por mucho que la suma sacerdotisa Salgado y su acólito Campa lleven meses repitiendo ese mantra que nos hace desgreciados, seguimos en la que estábamos, o sea, dirigiéndonos a buen ritmo hacia el precipicio de los paquetes de ayuda, las reestructuraciones de deuda y vaya usted a saber qué más.  Si acaso, la transformación se ha producido en el propio mantra.  Ahora la fuerza de los acontecimientos lo ha alargado un poco.  Ahora Campa canta que España “ni era Grecia, ni es Irlanda, ni lo será”.  Supongo que en breve habrá que añadir a Portugal.  En fin, todo sea para hacer el mantra más variadito.

Dicho esto, lo cierto es que Campa tiene razón.  España no es Grecia.  Claro que cuando los irlandeses decían “Irlanda no es Grecia” este verano también tenían sus razones.  Frente a los griegos de mano rota y mentira estadística, honestidad y austeridad.  Y en premio a sus esfuerzos, un frenazo brutal en el PIB que se traduce en sequía de ingresos presupuestarios que a su vez se traduce en un espectacular déficit previsto para este año del ¡32%!  Y recortes en los ratings crediticios que encarecen la deuda actual.  Y un sector bancario acromegálico, y una insensata garantía de todos sus depósitos, órdago lanzado en lo más alto de la crisis financiera que ahora viene a morderles la moral. 

Pero Irlanda no es Grecia, ¡a quién se le ocurre!  Claro que cuando a finales del año pasado el ministro de finanzas griego decía que “Grecia no es Dubai” también tenía sus razones.  Desde luego, el estallido de una megaburbuja inmobiliaria no está en el top 3 de sus problemas.  Claro que cuando por esas fechas se decía que “Dubai no es Lehman”, también existían poderosas razones.  Claro que cuando se decía que “Lehman no es...”

“Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada.”  Tolstoi aplicaba el cuento a Stepan Arkadyevitch Oblonsky y los suyos.  Si en lugar de escribir Ana Karenina y maltratar a la parienta se hubiera dedicado a escribir en un medio online español ciento treinta y pico años más tarde tal vez lo hubiera aplicado a esta gran y mal avenida familia de la que todos formamos parte. 

Porque España no es Grecia, aunque comparta con ella males como la brutal perdida de competitividad contra el corazón de Europa, los efectos de una política fiscal laxa que añadir a una política monetaria hiperlaxa resultante de haber unido nuestros destinos a los alemanes, el bono de cien viajes en el vagón de cola de una buena parte de esas estadísticas (inversión en i+d, calidad educativa...) y un interesante expediente de impagos a lo largo de la Historia (y si creen que este factor no es relevante, lean a Rogoff y Reinhart, por favor). 

España no es Grecia para bien porque, entre otras cosas, nuestro montante de deuda pública sobre PIB es bastante más manejable que el impropio 125% de los griegos.  Pero tampoco es Grecia para mal, pues nuestro problema no es de deuda pública, sino privada, y uno de los toros con los que los griegos no tienen que lidiar es con nuestro simpático y quebrado sistema de cajas y cajitas de ahorro.  Tampoco España es Irlanda, tampoco.  No hemos hecho de avalista por un montante de varias veces nuestro PIB.  Sin embargo, nos vendría bien tener su capacidad exportadora, su penetración tecnológica e incluso su tasa de paro (aún ocho puntos porcentuales por debajo de la española, incluso después de haberla doblado en el último año, tras los draconianos ajustes económicos).

En resumidas cuentas, podemos engañarnos a base de buscar las taras ajenas de las que nosotros carecemos, pero nos va  a servir de poco. Con un paro inmenso, una deuda total (pública y privada) inasumible, un déficit de las administraciones públicas inmanejable, un stock de viviendas inconcebible y un crecimiento económico inexistente, hay sobradas razones para la preocupación, por mucho mantra que nos repitan los que conducen los destinos del país.  España no es Grecia ni Irlanda.  España es España y eso no es ningún consuelo.

Buena semana a todos, y tengan cuidado ahí fuera.

España no es Grecia.  España no es Grecia.  España no es...  ¡Caray con el mantra, qué cansino!  Pero es que los mantras es lo que tienen, me dirán, que se repiten, ahí está la gracia. Vale, contesto yo, se lo compro si el dichoso mantra cumple con su sánscrita función, la de liberar la mente y provocar una transformación. 

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