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Lotería, trabajo y felicidad
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José Ignacio Bescós

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José Ignacio Bescós

Lotería, trabajo y felicidad

Este maldito 2010 ha sido año de mucho llorar, así que me van a permitir una frivolidad navideña.A mí hay ciertas tradiciones de estas “entrañables fechas”

Este maldito 2010 ha sido año de mucho llorar, así que me van a permitir una frivolidad navideña.

A mí hay ciertas tradiciones de estas “entrañables fechas” que ni fu ni fa.  La lotería, por ejemplo. No le encuentro mucha gracia a ese ejercicio patrocinado por el Estado, fiscalmente hiper-regresivo, que consiste en recaudar el dinero de muchos para que unos pocos descorchen el inevitable cava en la inevitable administración de lotería.  Tal vez sea porque es el mismo Estado empeñado en combatir vicios privados del ciudadano y en sacarle los cuartos con afán redistributivo (en el mejor de los casos) durante los otros once meses del año. Tal vez sea porque uno es muy susceptible y no le gusta oír hablar tanto del Gordo (¿para cuándo el cambio a “la Gorda”  o a “la Obesa Mórbida”?  ¿Cómo es que pierden estas ocasiones las mentes lúcidas de Sanidad, Igualdad y Fraternidad?)

Reconozco, eso sí, que la lotería de Navidad da para ver momentos (pelín bochornosos) de felicidad ajena en la tele y para echarse al coleto estadísticas curiosas.  Por ejemplo, eso de que un 10% de los españoles dejarían de trabajar si les tocase el Rellenito, el Robusto, el Bajo de Tórax.  Supongo que estos benditos creen que la pastizara les pondría en un estado de felicidad sólo alcanzable por los ricos.  ¿Serviría de algo contarles que numerosos estudios demuestran ese adagio reaccionario, “el dinero no da la felicidad”?  Particular interés tiene el de Brickman, Coates y Janoff-Bulmann, de 1978, en el que los sujetos de estudio eran precisamente ganadores de la lotería, tan felices o tan poco felices como el grupo de control y mucho menos capaces de disfrutar de los pequeños placeres de la vida.  Léanlo, si pueden, y verán cómo consuela a los que, como servidor, ni la pedrea ha tocado.  Y si quieren ir un poco más allá, trasladen las conclusiones del estudio al país entero, ahora que toca apretarse el cinturón y olvidarse de los dispendios de la última década, después de que nos tocara el Gordo en forma de moneda estable, fondos de cohesión y tipos al tres por ciento.

Igual ahora volvemos a discernir lo que es verdaderamente importante y empezamos a reconstruir un sistema de valores comunes desde ahí.  Para eso, hace falta olvidarse de loterías apelando a otro adagio antiguo: “la mejor lotería es el trabajo”.  Eso significa, entre otras cosas, olvidarse del 10% de infelices con ansias de quimérica felicidad para resaltar al 54% que no dejaría de trabajar por encontrarse a gusto con la labor que desempeñan (el otro 36% se tomaría un periodo sabático para decidir, o sea, se pegarían unas vacaciones de padre y muy señor mío).

Y es que, si hacemos caso a ciertos investigadores de la universidad de Aberdeen, la satisfacción en el trabajo parece ser el elemento fundamental en la determinación de la felicidad del individuo.  O sea, que algo debemos de estar haciendo mal, y para muestra una tabla, la última del año, una comparativa paneuropea del porcentaje de trabajadores satisfechos. 

Así pues, además de contar con un 15% menos de paro que nosotros, los daneses tienen un 15% más entre los empleados satisfechos.  No es de extrañar pensando en la segmentación en nuestro mercado laboral entre veteranos enquistados en las plantillas y eventuales de usar y tirar.  Tampoco considerando la sobreproducción de titulados universitarios y su infraremuneración.  Pero que no sea extraño no significa que no podamos aspirar a un poco más de felicidad en el trabajo.  Después del de empleos para los parados, no es mal deseo para el año entrante.

 ¿Y esto a qué venía?  Ah, al Gordo de Navidad.  Pues eso, felicidades a los premiados.  Y a los que no, también.

 Buenas fiestas a todos, y nos leemos a la vuelta de Reyes.

Este maldito 2010 ha sido año de mucho llorar, así que me van a permitir una frivolidad navideña.