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La botella del ahorro, ¿medio vacía o medio llena?
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José Ignacio Bescós

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José Ignacio Bescós

La botella del ahorro, ¿medio vacía o medio llena?

Que me perdonen los cuatro millones largos (y subiendo) de parados por frivolizar la situación económica comparándola con una película de acción, pero es que ya

Que me perdonen los cuatro millones largos (y subiendo) de parados por frivolizar la situación económica comparándola con una película de acción, pero es que ya me dirán ustedes si el guión no es emocionante. Contra pronóstico, la tripulación de este avión en peligro parece haber conseguido desactivar la bomba escondida en la bodega.  Diferenciales con el bono alemán por debajo de los 200 puntos básicos, tipos largos relativamente lejos del umbral peliagudo, piropos de Strauss-Khan...  ¡Si hasta el FT, ese nido de antiespañoles y olé, le echa funéreas florecitas al de la muerte política anunciada! Claro que mejor no sacar a escena al pre-difunto presidente, que la metáfora cinematográfica se me va de las manos, pues no sé si ZP es el que puso la bomba, el que la desactivó, el piloto muerto de un infarto en la cabina o el pasajero histérico de la fila veinte. 

En cualquier caso, parece que estamos de celebración, con el pasaje de lo más alborozado. Tal vez por eso, por haber pasado tanto miedo y merecerse el personal risa nerviosa, abrazo y palmadita en la espalda, nadie se haya acercado al panel de mandos para comprobar si, supuestamente desbombados, tenemos el suficiente combustible como para llegar al aeropuerto más cercano. Y es que el asunto no es sólo apañar cuatro cajas de ahorros para evitar un rescate instantáneo.  Tan importante como eso, o más (que se lo digan a los irlandeses), es cómo vamos a arreglárnoslas para crecer lo suficiente como para pagar nuestras deudas, con o sin rescate.

Aquí juega un papel importante la capacidad de ahorro.  Tan importante que sorprende que no haya tenido más repercusión la sensible bajada de la tasa de ahorro durante este último año.  Tal vez sea porque a los más pensantes del Gobierno les parece una buena noticia.

Anticipándose a ella, José Manuel Campa invitaba a rebajar la tasa de ahorro para estimular el crecimiento económico.  A más consumo, más PIB (medio punto porcentual más por cada dos puntos de rebaja en la tasa de ahorro). Campa alegaba que “rebajar la tasa de ahorro se consigue dando confianza a las familias y para ello es clave estabilizar la situación económica y aplicar con eficacia las reforma”. Así pues, un menor ahorro es un éxito más que apuntar en el haber de los TEDAX económicos que nos gobiernan. 

Me gustaría comprar la mercancía del señor Campa. Para ello tendría que estar convencido de dos cosas.  Para empezar, tendría que creer que no ahorra quien quiere, sino quien puede. Desgraciadamente, la capacidad de ahorro de la porción menos pudiente tiene que ver con su renta disponible, y cuando uno pasa a moverse cerca del nivel de subsistencia, dejando de ingresar la parte de renta sobre la que era posible el ahorro, la tasa baja. Para mal. 

Por otra parte, las palabras de Campa parecen implicar que el único motivo de ahorro de los españoles deba ser el de cubrirse ante el incremento de la incertidumbre sobre la percepción futura de rentas derivado de la difícil situación en la que se encuentra el país.  Sin embargo, la principal función del ahorro es minimizar la amplitud de picos y valles de consumo en el tiempo.  Así, por mucho que se estabilice la economía y se apliquen las reformas, todos sabemos que de ésta saldremos con un déficit gigante que enjugar, mayores deudas que pagar y con la avería provocada en el motor económico español por un ladrillazo histórico.  Así pues, parecería sensato apostar por un saneamiento a futuro, individual y colectivo, que incluya una tasa relativamente alta de ahorro. 

Por último, en términos de las relaciones con quienes nos rodean y de la necesidad mil veces expresada de que sólo conseguiremos una situación estable dentro de la unión cambiaria a la que estamos adheridos si corregimos los desequilibrios que nos han llevado hasta aquí, en lugar de apostar por el consumo a corto plazo deberíamos estar proponiéndonos la reversión del saldo exterior deficitario.  Y sí, mejor educación y énfasis en I+D, pero ¿hay algo que pueda hacerse a más corto plazo, no sea que para cuando estemos supervitaminados y mineralizados esto sea un erial?  A lo mejor hay que jugar a estrechar el diferencial con Alemania en tasas de ahorro (las cuales, en tiempos de cuentas públicas hinchadas en medio mundo y de bancos tambaleantes, significan más que nunca tasas de inversión productiva).  Bien, pues esta es la situación.

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No es un recorrido demasiado alentador, la verdad.  Después del susto, volvemos por donde solíamos.  Niveles altos de ahorro los nuestros, sí, pero es que los alemanes, aun sin susto, siguen aumentando su tasa de ahorro, tacita a tacita, con lo que hacemos un pan con unas tortas.  ¿Es que ellos no tienen un Campa que les incite al consumo mientras el Campa de aquí modera su entusiasmo?  Porque, si no, vamos dados.  Pero uno no quiere ser aguafiestas.  Sigan ustedes de celebración, por favor, que hay que darse estas alegrías de vez en cuando.

Buena semana a todos, y tengan cuidado ahí fuera.

Que me perdonen los cuatro millones largos (y subiendo) de parados por frivolizar la situación económica comparándola con una película de acción, pero es que ya me dirán ustedes si el guión no es emocionante. Contra pronóstico, la tripulación de este avión en peligro parece haber conseguido desactivar la bomba escondida en la bodega.  Diferenciales con el bono alemán por debajo de los 200 puntos básicos, tipos largos relativamente lejos del umbral peliagudo, piropos de Strauss-Khan...  ¡Si hasta el FT, ese nido de antiespañoles y olé, le echa funéreas florecitas al de la muerte política anunciada! Claro que mejor no sacar a escena al pre-difunto presidente, que la metáfora cinematográfica se me va de las manos, pues no sé si ZP es el que puso la bomba, el que la desactivó, el piloto muerto de un infarto en la cabina o el pasajero histérico de la fila veinte.