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La austeridad británica da sus resultados
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José Ignacio Bescós

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José Ignacio Bescós

La austeridad británica da sus resultados

Publicaba ayer aquí mismo Álvaro Anchuelo la lista de lesionados en este partido que la selección mundial va perdiendo, de momento por la mínima, contra la

Publicaba ayer aquí mismo Álvaro Anchuelo la lista de lesionados en este partido que la selección mundial va perdiendo, de momento por la mínima, contra la realidad económica.  Eran los sospechosos habituales, los tendentes a la recaída a causa de excesos previos y debilidad muscular congénita, los que durante la crisis siempre han estado ahí. Todos los países de la fúnebre lista son, aunque no todos los que son estaban.  Italia, por ejemplo, renquea en la banda, pidiendo el cambio. No así Reino Unido, la gran sorpresa del torneo. 

Hagamos memoria. Hace dos años y medio, los más reputados comentaristas auguraban para los británicos una crisis cambiara de proporciones apocalípticas. Encontraban preocupantes paralelismos con la situación islandesa, basándose en la no pertenencia a la entonces percibida como protectora área euro, la exposición internacional del sector bancario, la limitada capacidad fiscal y la posesión de una divisa que no es moneda de reserva internacional. Un año después, seguían las voces autorizadas con sus terribles predicciones.  Ferguson, por ejemplo, incluía a Irlanda en la odiosa comparación, mientras Standard and Poors amenazaba con privar de la dorada triple A al rating de la deuda británica. Eran tiempos en los que el gobierno laborista argumentaba, como tantos otros, que las medidas de austeridad matarían el crecimiento y que de este embrollo habría que salir a golpe de estímulo.

Y llegó Cameron.

Y, a contrapelo, se embarcó en un programa de recortes del que ya hablamos aquí como un experimento que contrastaba con la aproximación americana al asunto. Un presupuesto casi de guerra pergeñado por un gobierno valiente que se sentía legitimado por su victoria electoral y que estuvo dispuesto a aguantar la presión en la calle de aquellos que se sintieron perjudicados por los recortes. Igualito que aquí, vamos. 

El resultado es, tal como se esperaba, doloroso. Los últimos seis meses, la economía de Reino Unido no ha crecido ni un poquito.  Cero. Y encima han tenido que sufrir, como todos, el repunte en la inflación derivada de las alzas en los precios de las materias primas, hasta el punto que las últimas cifras de IPC más que doblan el objetivo de Banco de Inglaterra (así que, un año más, le tocará a Mervyn King escribir su carta dando explicaciones).

El fantasma de la estagflación y la difícil situación fiscal deberían haber bastado para excitar el apetito de los tiburones que andan a la caza de economías en problemas. Sin embargo, desde los bajos alcanzados tras las elecciones, la libra ha ganado en este último año un 7% contra el euro y un 13% contra el dólar, y su bono a diez años ha reducido el diferencial en 10 puntos básicos contra el americano y en 75 contra el alemán. No sólo eso; ahora las agencias de rating adoran lo que antes detestaban, y el FMI se deshace en elogios hacia los gobernantes británicos, sugiriendo, como mucho, recortes impositivos a corto plazo para mitigar el dolor.

La suya no es una situación ideal, pero mejor que la de otros que yo me sé, que sólo son capaces de tirar de bisturí cuando los mercados los ponen al borde mismo del rescate. Ahora que soplan aires nuevos por estos yermos parajes, ¿serán capaces lo que lleguen de moverse contra corriente, siguiendo el ejemplo de sus conmilitones ingleses? Los primeros indicios no son esperanzadores.

Buena semana a todos, y tengan cuidado ahí fuera.

Publicaba ayer aquí mismo Álvaro Anchuelo la lista de lesionados en este partido que la selección mundial va perdiendo, de momento por la mínima, contra la realidad económica.  Eran los sospechosos habituales, los tendentes a la recaída a causa de excesos previos y debilidad muscular congénita, los que durante la crisis siempre han estado ahí. Todos los países de la fúnebre lista son, aunque no todos los que son estaban.  Italia, por ejemplo, renquea en la banda, pidiendo el cambio. No así Reino Unido, la gran sorpresa del torneo.