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L’Italia non è la Spagna
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José Ignacio Bescós

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José Ignacio Bescós

L’Italia non è la Spagna

Nos dieron seis meses de gracia, de Navidad al veranito. Lo que va de “España no es Grecia” a los tipos a diez años por encima del

Nos dieron seis meses de gracia, de Navidad al veranito. Lo que va de “España no es Grecia” a los tipos a diez años por encima del 6%. La verdad es que no sé si habríamos podido cambiar el guión. Quien más, quien menos, todos nos hemos dedicado a proponer reformas pequeñas y grandes, con un ojo puesto en el futuro del país y otro en la reacción de los mercados ante el caramelito con que tratábamos de entretener su hambre vorazAlgunas de esas reformas se han llevado a cabo y otras se han quedado en el camino. Con ellas hemos ganado tiempo y poco más. Nosotros o franceses y alemanes, a los que la relativa calma del último semestre ha servido para que sus bancos reduzcan posiciones en nuestro país.

En fin, han sido seis meses engañosos que han dado para que don José Blanco, el mismo que veía conspiradores en cada página color salmón, tratara al líder de “salvador del euro” y para que doña Elena Salgado afirmase hace sólo unos días (¡qué tino, madre mía!), que el diferencial con Alemania probaba que no había contagio. Vamos, que una vez más, España no era Grecia, ni Irlanda, ni Portugal. Pero ya dijimos en su momento que no era cuestión de ser, sino de parecer.

Ahora nos va tocando estar en el lado malo de las comparaciones. A base de cerrar los ojos mientras subía la marea, nos encontramos con el agua al cuello y el foco de preocupación ha pasado a los pies mojados de los italianos. En un proceso que hemos visto desde el lado bueno, analistas y políticos empiezan a tratar de poner distancia entre los males españoles y las “virtudes” italianas. De la misma forma que se agitaba el mayor tamaño de la economía o la menor bancarización española con respecto a Irlanda, hoy en Italia se apela a lo limitado de los déficits presupuestarios a pesar del alto nivel de deuda pública y a los repetidos superávits primarios, impensables en España. También cuentan con una elevada tasa de ahorro y con una posición inversora neta sensiblemente menos desfavorable que la española. Ambos factores, en pura teoría y a la japonesa, deberían redundar en una limitada dependencia del capital extranjero. Por otro lado, la deuda privada es cinco veces menor que la nuestra, la tasa de desempleo es menos de la mitad y la exposición de los bancos italianos a los mercados periféricos es limitada. 

¿Le servirá de algo a Italia jugar al juego de las diferencias si llegamos a ahogarnos y ellos ven cómo el agua turbia del rescate inminente o algo peor les abraza la cintura? Es dudoso, por mucho que se 'desberlusconicen'. Este es un proceso circular de profecías autocumplidas. La rentabilidad de la deuda refleja, entre otras cosas, la posibilidad de un impago, impago que depende de la sostenibilidad de las cuentas públicas, la cual depende del pago de los intereses de una deuda gigante. Es decir, que si al mercado le resulta rentable no creer en tus posibilidades, venderá tu deuda, encareciendo tu financiación y hurtando cualquier posibilidad real de salvación. Y los mandamases europeos han hecho todo lo posible en este semestre maldito (haciendo poco y mal) para que nadie crea ya en nadie.

A la hora de lanzar mensajes a favor de la salvaguarda del euro como construcción cuasipolítica se exaltan las ventajas de la unión en un mundo global. Nos hubiera ido mejor a los periféricos si nos hubiéramos aplicado el cuento a nosotros y desde el principio. El “divide y vencerás” alemán nos está haciendo fosfatina. Por separado. Lástima que uno se dé cuenta sólo cuando estira el cuello para que el agua no le inunde los pulmones. Demasiado tarde, señor Presidente. Y gracias por la ayudita, señor Opositor. Gran sentido de Estado el de los dos.

Buena semana a todos, y tengan cuidado ahí fuera. 

Nos dieron seis meses de gracia, de Navidad al veranito. Lo que va de “España no es Grecia” a los tipos a diez años por encima del 6%. La verdad es que no sé si habríamos podido cambiar el guión. Quien más, quien menos, todos nos hemos dedicado a proponer reformas pequeñas y grandes, con un ojo puesto en el futuro del país y otro en la reacción de los mercados ante el caramelito con que tratábamos de entretener su hambre vorazAlgunas de esas reformas se han llevado a cabo y otras se han quedado en el camino. Con ellas hemos ganado tiempo y poco más. Nosotros o franceses y alemanes, a los que la relativa calma del último semestre ha servido para que sus bancos reduzcan posiciones en nuestro país.