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La solución no la tiene España
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Ignacio Rodríguez Añino

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La solución no la tiene España

La solución no la tiene España. Lo que necesita España es recuperar credibilidad a corto plazo y eso es imposible si no nos conceden tiempo.

La solución no la tiene España. Lo que necesita España es recuperar credibilidad a corto plazo y eso es imposible si no nos conceden tiempo.

La falta de credibilidad de España viene de los últimos años: la negación de la crisis, “tenemos el sistema financiero más sólido del mundo”, los brotes verdes, el 6% de déficit que “vamos a cumplir sí o sí”  y que se convierte en días el 7,4%, en el 8% y subiendo, el descontrol sobre las prestaciones de un paro inmenso, la ignorancia de las cuentas de las comunidades autónomas...

Sólo a partir del último año, España ha empezado a hacer sus deberes, pero todavía queda mucha tarea. Antes se ignoró la realidad y se intentó, mediante una estrategia de negación de lo negativo, que el mero transcurrir del tiempo y una esperada mejoría de las condiciones internacionales nos ayudaran a salir de la crisis. Cuando esto no ha sido posible y hemos afrontado la cruda realidad – “cuando despertó, la crisis-dinosaurio todavía estaba allí” (y que me perdone Augusto Monterroso)- nos vemos abocados a tomar en meses medidas drásticas que se tenían que haber llevado a cabo desde 2009 por lo menos. Que la reestructuración bancaria - ¡que todavía no ha terminado!- no se hiciera hace años ha tenido un impacto importantísimo en la quiebra de la confianza de los mercados financieros hacia España

La crisis actual del euro no se gestó en la burbuja inmobiliaria de Estados Unidos, ni en la de los periféricos, sino en el mismo momento de su nacimiento como divisa. Hacer una moneda única sin unidad fiscal ni bancaria es provocar tensiones a medio plazo.

La creación del euro supuso una transferencia de competitividad de los países periféricos hacia Alemania y otros países del norte de Europa, que vieron además ampliarse su mercado para exportaciones en nuevos países inundados de liquidez barata. Pero España, a partir del euro, no tiene el mecanismo clásico de ganancia de competitividad: devaluaciones como las que vivimos en los años 90. Ahora, esa ganancia vendrá motivada por bajada de salarios (el paro obliga)  y menor consumo. Un ajuste mucho más duro que la devaluación y mucho más tardío, con lo que los problemas se agravan.

Pero vayamos a posibles soluciones a la situación actual. Por ahora parece que no funciona nada: ni 100.000 millones para el rescate bancario, ni los resultados de las  elecciones griegas, ni los anuncios de posibles nuevos recortes… Mientras tanto, España paga cada vez más cara su deuda, lo que significa mayor dificultad para reducir el déficit (los intereses son más altos). Para romper este circulo vicioso, cualquier país podría verse tentado a salir del euro.

En el lado positivo, con ello recuperaría su autonomía bancaria, devaluaría y ganaría competitividad rápidamente, aplicaría quitas a su deuda, las exportaciones le permitirían reducir el déficit comercial, generar empleo, subir impuestos…

Pero habría que tener en cuenta también el coste, que sería altísimo porque, en el lado negativo, el país fuera del euro se convertiría en un apestado de los mercados internacionales de deuda, tendría un peligro serio de huida de capitales si se sospechara una situación así antes de tomar la medida, el peligro de bancarrota de todo el sistema bancario sería enorme, como la caída del PIB (en Grecia se habla del 50%).

La solución sólo pasa  por tomar una posición conjunta y convincente en los órganos de poder europeos – BCE y Comisión Europea- para establecer las políticas de unidad fiscal y bancaria, y control de gastos comunes necesarias. También hay que construir y utilizar mecanismos de ayuda a aquellos países que estén cumpliendo sus programas de austeridad (ayuda del BCE en un primer momento y eurobonos después) y establecer multas a aquellos que no lo hagan.

Mientras no actúe el BCE o la Comisión Europea, probablemente a cambio de nuevas y duras medidas (IVA, impuestos indirectos, administraciones públicas), no veremos una solución, porque ésta ya no está en las manos de España.

La solución no la tiene España. Lo que necesita España es recuperar credibilidad a corto plazo y eso es imposible si no nos conceden tiempo.