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No habrá quita, sino larga espera
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Jesús Sánchez-Quiñones

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No habrá quita, sino larga espera

La reacción de los mercados financieros tras el triunfo de Syriza en las elecciones griegas pone de manifiesto el cambio de percepción sobre el daño que

Foto: Alexis Tsipras, nuevo primer ministro griego
Alexis Tsipras, nuevo primer ministro griego

La reacción de los mercados financieros tras el triunfo de Syriza en las elecciones griegas pone de manifiesto el cambio de percepción sobre el daño que Grecia puede ocasionar al conjunto de la Eurozona. Se descuenta una dulcificación considerable de las férreas posiciones mantenidas por Syriza y una cierta flexibilidad de las autoridades europeas al estilo de lo ocurrido con Irlanda en el año 2013.

Conviene recordar que Grecia ya ha recibido dos rescates por un importe conjunto de doscientos cuarenta mil millones de euros (240.000.000.000 €), desembolsados por sus socios europeos y por el FMI. Adicionalmente, no hay que olvidar que los tenedores privados de bonos griegos ya sufrieron quitas del 78,5% del nominal de los bonos, que supuso la condonación de 100.000 millones de euros de deuda. Es obvio que dicha quita no ha resuelto el problema de la economía griega.

Todas estas ayudas han servido, entre otras cosas, para que Grecia pudiera financiar los gigantescos déficits de sus cuentas públicas. En otras palabras, sin la ayuda internacional, Grecia no podría haber hecho frente al pago de los sueldos públicos, de las pensiones o de la sanidad pública. Lógicamente, los rescates desembolsados en fases estaban condicionados a la minoración gradual del déficit público griego. Esto es lo que ha llevado a la denostada “austeridad”. El origen del actual problema griego radica en una pésima gestión de las finanzas públicas durante los últimos veinte años. Entre 1994 y 2009 el déficit público medio fue del 6,7% del PIB anual. El mal viene de lejos.

Fuente: Previsiones Comisión Europea, otoño 2014

Ahora, tras los rescates y la quita al sector privado, el 80% de la deuda pública griega está en manos de entidades públicas internacionales: FMI, ESMF (fondo de rescate europeo) y BCE. Del restante porcentaje, una parte significativa está en manos de los bancos griegos que, a su vez, los han depositado en el BCE como garantía de su financiación.

No es previsible que se lleve a cabo una quita de sus bonos soberanos. Implicaría necesidades de capital adicionales en los bancos helenos, o alternativamente una quita a los acreedores de las distintas entidades, entre ellos a los depositantes.

Sin embargo, el BCE ya realizó con Irlanda unas operaciones de refinanciación (reestructuración) alargando los plazos de vencimientos y, a su vez, reduciendo los tipos de interés aplicados.

Irlanda, tras haber nacionalizado su banca y haber recibido un rescate de las autoridades europeas en 2010, emitió un pagaré (promissory note) por importe de 34.000 millones de euros que cedió al Anglo Irish Bank (AIB), quien a su vez lo descontó en el BCE a cambio de liquidez. En 2013, con la liquidación del banco, el pagarése convirtió en bonos soberanos irlandeses que no serán totalmente amortizados hasta dentro de 40 años, frente a los diez años de vencimiento del pagaré en aquel momento. Adicionalmente, el tipo de interés se redujo desde más del 8% a niveles del 3%. Esta reestructuración de la deuda irlandesa pasó casi desapercibida.

El ejemplo irlandés seguramente servirá de modelo a seguir: alargamiento considerable de plazos y rebaja de los intereses aplicados. No habrá quita, pero sí una larga espera.Aun así, la minoración del gasto en intereses y el aplazamiento del pago del principal de la deuda pública no aseguran en absoluto una mejora sustancial de la economía helena si no se acometen reformas severas. Depende del nuevo Gobierno griego crear confianza en su economía como hizo Lula en Brasil a partir de 2004. Por sí sola, una segunda reestructuración de la deuda griega no resolverá sus problemas, como no lo hizo la primera quita.

La reacción de los mercados financieros tras el triunfo de Syriza en las elecciones griegas pone de manifiesto el cambio de percepción sobre el daño que Grecia puede ocasionar al conjunto de la Eurozona. Se descuenta una dulcificación considerable de las férreas posiciones mantenidas por Syriza y una cierta flexibilidad de las autoridades europeas al estilo de lo ocurrido con Irlanda en el año 2013.

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