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Vacunas e instituciones: cuatro lecciones desde la economía
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Jesús Fernández-Villaverde

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Vacunas e instituciones: cuatro lecciones desde la economía

Las cosas se pueden hacer bien y España puede volver al buen camino, pero nos tenemos que poner a ello ya mismo

Foto: Una sanitaria vacuna a una mujer en el Wanda Metropolitano en Madrid. (EFE)
Una sanitaria vacuna a una mujer en el Wanda Metropolitano en Madrid. (EFE)

Hoy, 3 de abril, me inoculan la segunda dosis de la vacuna contra el covid-19. A grandes trazos, y con muchas excepciones, en Estados Unidos se están destinando las vacunas de Pfizer-BioNTech a las grandes ciudades, por la dificultad logística asociada a su suministro; las de Moderna a las ciudades dormitorio y a las áreas rurales; y las de Johnson&Johnson’s Janssen a los profesores de primaria y secundaria para acelerar la reapertura escolar por ser de dosis única. Siguiendo este patrón, a mí me ha tocado la de Moderna.

Puede parecer que ha transcurrido una eternidad, pero solo hace unos 15 meses que nos llegaron las primeras noticias de que un extraño coronavirus se estaba propagando en China. No hace falta que relate qué sucedió después. Estar inmunizado contra el covid-19, como lo está aproximadamente el 31% de la población de Estados Unidos con al menos una dosis, en tan poco tiempo es un logro inaudito. Es, además, uno de los pocos focos brillantes en una gestión de la crisis que ha sido bastante decepcionante en casi todos los países occidentales, independientemente del color político de sus gobiernos.

¿Por qué Estados Unidos ha puesto unas tres dosis per cápita más que España?

¿Por qué yo ya tengo puesta la vacuna y muchísima gente en España, mucho mayor y con más riesgo que yo, no la tiene? ¿Por qué Estados Unidos ha puesto unas tres dosis per cápita más que España? Porque el desarrollo y distribución de la vacuna tienen un componente económico claro. Ciertas instituciones y políticas maximizan la probabilidad de desarrollar una vacuna eficaz y segura y su pronta distribución. En concreto, las cuatro lecciones que obtendremos de responder a las preguntas anteriores serán una buena ilustración práctica de los argumentos que estoy presentado en la serie de una 'Gran Estrategia para España' y, por tanto, motivo para intercalar esta entrada en la misma.

Moderna, la empresa que ha desarrollado mi vacuna, tiene su sede en Cambridge, Massachusetts. Esta ciudad, justo al norte de Boston, es históricamente famosa por ser la sede de Harvard y MIT y, más recientemente, por la gran cantidad de empresas tecnológicas que allí han proliferado. Esta concentración de tecnológicas no es una casualidad: una y otra vez vemos cómo los grandes silos de innovación se crean alrededor de universidades punteras. Mientras que en Cambridge son Harvard y MIT, en Silicon Valley es Stanford, en Austin es University of Texas y en Cambridge (Reino Unido) es la Universidad de Cambridge. En estos campus universitarios y los barrios adyacentes las ideas están en el 'aire' y una empresa emerge detrás de otra para intentar convertirse en el nuevo 'unicornio' de su sector.

Foto: El campus de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid. (EFE) Opinión

Moderna sigue este modelo de manera perfecta. La empresa fue fundada en 2010 por Derrick Rossi, que era en aquel entonces profesor en Harvard, para comercializar sus investigaciones en ARN mensajero. De hecho, el nombre de la empresa es un juego de palabras de esta tecnología (llamada mRNA en inglés, solo hace falta ponerle 'ode' en el medio). Estando en Cambridge le fue fácil reclutar a muchos empleados y comenzar su andadura.

La primera lección que aprendemos es que tener universidades que primen la excelencia académica frente al 'café para todos', con buena financiación y estructura de gobernanza, tiene unos efectos multiplicativos de primera categoría.

Pero Moderna, solo con las ideas originales de Rossi, poco podría haber logrado (Rossi, de hecho, dejó la compañía en 2014). El segundo elemento para que las empresas emergentes crezcan es la financiación. Un aspecto casi único de la economía de Estados Unidos es el papel clave de los fondos de capital riesgo que han estado detrás de empresas tan diversas como Amazon, Facebook o Netflix. Aunque los fondos de capital riesgo han crecido mucho en Europa durante la última década, en 2020 las inversiones de capital riesgo en Estados Unidos (unos 119 millardos de euros) aún suponen unas tres veces y media las efectuadas en nuestro continente (unos 34 millardos de euros). Además, cabe resaltar que gran parte de estas inversiones se concentran en el Reino Unido, ya fuera de la Unión Europea. Esta financiación permite a las empresas lanzarse, tras un tiempo, a una salida bursátil.

¿Por qué existen estos fondos en Estados Unidos y, más en general, unos mercados financieros más flexibles que en Europa?

En el caso de Moderna, la empresa fue capaz de encontrar cantidades récord de financiación y sobrevivir al escepticismo de muchos 'expertos' que, especialmente entre 2015 y 2017, auguraron un negro futuro para la tecnología de ARN mensajero.

Además, y en contra de lo que a menudo se afirma, los mercados financieros han demostrado un más que notable grado de paciencia en las últimas décadas con las nuevas empresas tecnológicas. Otra de las compañías con una vacuna que puede ser aprobada en el futuro cercano, Novavax, fue fundada en 1987 y todavía no ha sido capaz de tener un producto autorizado. Y, sin embargo, los inversores han aguantado 34 años.

La segunda lección que aprendemos, por tanto, es que tener mercados financieros eficientes es clave para la prosperidad y la innovación

¿Por qué existen estos fondos de capital riesgo en Estados Unidos y, más en general, unos mercados financieros más flexibles que en Europa? Varias razones son claves. Primero, una regulación europea inadecuada. Segundo, altas barreras de entrada en los mercados financieros (un problema acuciante en España que pocos observadores resaltan). Tercero, un sistema legal lento e ineficiente, excesivamente formalista y con unos jueces que, en la mayoría de los casos, carecen de los conocimientos de finanzas y economía necesarios para decidir litigios en derecho mercantil.

La segunda lección que aprendemos, por tanto, es que tener mercados financieros eficientes es clave para la prosperidad y la innovación.

Pero la vacuna de Moderna no habría llegado al mercado sin un esfuerzo notable del Gobierno federal americano. La operación Warp Speed distribuyó unos 9 millardos de euros para acelerar el desarrollo de vacunas y tratamientos contra el covid-19. Moderna, en concreto, recibió en total más de 2 millardos de euros. Mientras que la Unión Europea andaba preocupada por el coste del programa o con el temor a que alguna farmacéutica obtuviera beneficios desproporcionados, la Administración americana prefirió regar con dólares a diestro y siniestro, diversificando el riesgo y con poca atención a la posibilidad de sobrecostes y redundancias.

De haber aceptado los 200 millones de dosis, es probable que se hubiese salvado la vida de unas 10.000 o 15.000 personas

Dadas las consecuencias económicas del covid-19, esta fue la decisión correcta. Si algo se puede criticar a la operación Warp Speed es que no fuera incluso más agresiva. Pfizer y BioNTech, que no recibieron financiación para el desarrollo de su vacuna (Pfizer tenía fondos suficientes para ello y prefirió la libertad de actuación extra que suponía no depender de los fondos federales), ofrecieron a la Administración 200 millones de dosis (para 100 millones de personas) en el verano de 2020. La Administración federal, ya preocupada por el coste excesivo, optó por pedir solo 100 millones de dosis. De haber aceptado los 200 millones de dosis es probable que se hubiese acelerado la vacunación unas tres semanas y salvado la vida de unas 10.000 o 15.000 personas.

Esta colaboración entre el sector público y el privado ha sido siempre clave en la innovación tecnológica. Muchos aspectos de la investigación básica son o demasiado genéricos o inciertos para tener un valor de mercado que permita a las empresas financiar la misma al nivel socialmente óptimo. Yo lo compruebo en mi quehacer diario. Mi investigación se basa en dos técnicas llamadas métodos de cadenas de Markov Monte Carlo y métodos secuenciales de Monte Carlo. Estas técnicas se desarrollaron al calor del programa nuclear de Estados Unidos y, más tarde, del programa espacial. El creador del método de Monte Carlo, del que se derivan las técnicas más recientes, fue Stanislaw Ulam, que descubrió cómo solucionar problemas en física, hasta ese momento imposibles, mediante simulaciones en el primer ordenador de propósito general y Turing completo en Estados Unidos, el ENIAC, que estaba justo en mi universidad, Penn (mi oficina está a unos 200 metros de donde ENIAC estuvo ubicado).

El "algoritmo madre"

En 1945, cuando Ulam propuso el método de Monte Carlo, no tenía un uso comercial. Tuvieron que transcurrir varias décadas hasta que los científicos e ingenieros se familiarizasen con el método, que nuevos algoritmos más sofisticados nacieran del "algoritmo madre" y que los ordenadores se abarataran lo suficiente como para que estas técnicas tuviesen valor monetario.

Hoy, sin embargo, estas técnicas están presentes hasta en los sitios más insospechados, desde el aprendizaje automático (si usted ha pinchado en una película que le ha recomendado Netflix después de ver otras similares, ha empleado un producto diseñado con un método de Monte Carlo en el entrenamiento de una red neuronal) hasta la aviónica, la logística de distribución, la genética o los derivados financieros.

La tercera lección de esta entrada es que tener a gente como Ulam, John Von Neumann o Nicholas Metropolis pensando en una clase de problemas muy alejados de cualquier uso comercial cercano requiere del apoyo constante de los gobiernos.

Los incentivos que el mercado ofrece en términos de beneficios son más poderosos que cualquier regulación o sistema público

A la vez, no se puede dejar todo en manos de los gobiernos, que son muy capaces de dotar con recursos a la investigación cuando quieren pero suelen ser muy malos transformando la investigación básica en productos comerciales de éxito.

Un iPhone puede emplear mucha tecnología que tuvo su origen en el apoyo público, pero también necesita de un diseño atractivo, de la capacidad de asegurarnos que haya iPhones en todas las tiendas del mundo antes de la campaña de Navidad y de que el servicio al consumidor sea aceptable.

Los incentivos que el mercado ofrece en términos de beneficios son mucho más poderosos que cualquier regulación o sistema público de distribución. La compañía Coca-Cola vende unos 1.800 millones de bebidas cada día. Si pudiésemos administrar vacunas a la misma velocidad que Coca-Cola vende bebidas, el 100% de la población del planeta (incluidos los niños menores de 16 años) habría recibido la primera dosis de la vacuna en 4,28 días. Por supuesto, esta comparación es muy injusta: fabricar, distribuir y suministrar una vacuna es muchísimo más difícil que embotellar bebidas. Pero Coca-Cola demuestra, cada día, que tener una red logística de increíble complejidad es perfectamente factible.

Cultivar y distribuir naranjas no es tan complejo y en España lo hemos hecho durante siglos

A la vez, y en sentido contrario, sabemos que los supermercados de los países socialistas estaban siempre cortos de suministros. Una de mis compañeras en el doctorado, que creció en la Unión Soviética, me contó que su padre, para celebrar su decimosexto cumpleaños, le regaló una docena de naranjas, su comida favorita, que había obtenido gracias a sus contactos en el Ministerio de Defensa (no quise preguntar qué hacia el padre para tener tanto 'enchufe'). Mi compañera me explicaba que la emoción de ver 12 naranjas juntas había sido tanta que estuvo llorando de alegría durante varias horas. Cultivar y distribuir naranjas no es tan complejo y en España lo hemos hecho durante siglos.

Esta experiencia se comprueba en Estados Unidos a diario, ya que las farmacias privadas (donde me han inoculado a mí) están siendo mucho más eficientes que los centros federales de vacunación en la distribución de la vacuna.

Los incentivos monetarios importan mucho

La cuarta y última lección de esta entrada es que los incentivos monetarios importan mucho. No es una casualidad que una vacuna desarrollada con menos ánimo de lucro, AstraZeneca-Oxford, sea la que más problemas está dando, desde unos ensayos clínicos llenos de errores a una distribución pésima y unas relaciones públicas de aficionado. Siempre que veo a muchos en las redes sociales atacando a las grandes farmacéuticas me entran las dudas de si es por pura ignorancia o demagogia infantil. El 99% de los 'críticos' con la industria farmacéutica responden en su vida diaria a los incentivos monetarios exactamente igual que las empresas que tanto fustigan.

Con estas cuatro lecciones podemos ya responder a la pregunta de por qué yo ya tengo puesta la vacuna y gente mucho mayor que yo en España no. Estados Unidos no lo ha hecho bien en esta epidemia, ni muchísimo menos. Si estuviese escribiendo para un medio americano sería increíblemente negativo con la gestión que se ha llevado a cabo. Pero, dentro de lo malo, Estados Unidos ha sabido compaginar universidades de excelencia, mercados financieros eficientes, ayudas públicas generosas e incentivos monetarios privados mejor que Europa.

Aunque Europa lo hace peor, unos países, en particular Alemania y el Reino Unido, lo hacen "menos mal" y otros "incluso peor"

No es solo es el caso de las vacunas. Los ejemplos en ciencia y tecnología son numerosos. Apostaría que usted, querido lector, ha empleado hoy al menos un producto o servicio de alguna de las siguientes empresas: Amazon, Google, Microsoft, Apple, Facebook, Twitter o Netflix. Lo mismo lo ha hecho sin ni darse cuenta, mirando una página web que emplea un servidor de Amazon o 'software' de Microsoft. Todas ellas son empresas de Estados Unidos. Si, por el contrario, pienso en los productos o servicios que yo he empleado en los últimos días no me viene ninguno europeo a la cabeza excepto mis dos coches: ambos son alemanes.

Y el que mis dos coches sean alemanes ilustra otro punto clave: aunque de media Europa lo hace peor, unos países, en particular Alemania y el Reino Unido, lo hacen "menos mal" (BioNTech es alemana, Oxford es británica) y otros "incluso peor". Tristemente, España está en este segundo grupo. Mi énfasis en una "gran estrategia para España" no es una idea abstracta, es la necesidad de cambios profundos en nuestra nación.

Si a usted le da rabia no estar ya vacunado (o estar en el paro o su empresa al borde de la quiebra) piense, por favor, que esto no es casualidad. Es la consecuencia de décadas de haber descuidado la selección y formación de nuestras élites públicas, de no defender el Estado de derecho y la independencia de la justicia, de políticas fiscales irresponsables, de la falta de interés por la educación y la investigación, de no tener la regulación financiera adecuada, de rescatar a empresas como Plus Ultra, y de una clase política, de centro, izquierda y derecha, más preocupada por el titular del telediario que por el bienestar de todos. Las cosas se pueden hacer bien y España puede volver al buen camino, pero nos tenemos que poner a ello ya mismo.

Hoy, 3 de abril, me inoculan la segunda dosis de la vacuna contra el covid-19. A grandes trazos, y con muchas excepciones, en Estados Unidos se están destinando las vacunas de Pfizer-BioNTech a las grandes ciudades, por la dificultad logística asociada a su suministro; las de Moderna a las ciudades dormitorio y a las áreas rurales; y las de Johnson&Johnson’s Janssen a los profesores de primaria y secundaria para acelerar la reapertura escolar por ser de dosis única. Siguiendo este patrón, a mí me ha tocado la de Moderna.

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