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La mano visible
Por
Las elecciones generales de 2030
La debilidad parlamentaria del gobierno de Sánchez y los problemas legales en su entorno acercan un adelanto electoral en otoño o principios de 2026. Sin embargo, hay otros comicios que quizá sean mucho más relevantes para España: los de 2030
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La debilidad parlamentaria del gobierno de Pedro Sánchez y los crecientes problemas legales en su entorno han incrementado la probabilidad de un adelanto electoral en otoño o principios de 2026. Mientras muchos se centran en esas elecciones, yo llevo tiempo reflexionando sobre otras que quizá sean mucho más relevantes para el futuro de España: las elecciones generales de 2030.
Mi punto de partida es que las elecciones generales de 2023 (que analicé aquí, aquí y en esta charla) ofrecieron un resultado a la vez normal y extraño.
El resultado normal fue que la derecha nacional (PP y Vox) no alcanzó la mayoría absoluta. Como argumenté en detalle en los artículos anteriores, y en contra de lo que se ha repetido mil veces sin base estadística alguna, esto no se debió a la división del bloque de derechas ni a una mala campaña de Feijóo (aunque no fuera buena). Simplemente, es muy difícil que un partido en el gobierno pierda unas elecciones en Europa durante una fase de fuerte expansión económica, como la de 2023. Para mí, lo interesante no es que el PSOE obtuviera tantos como 121 escaños, como muchos se preguntan, sino que solo lograra 121. Dadas las circunstancias, su resultado natural habría sido entre 130 y 140 escaños.
El resultado extraño fue que, por primera vez desde la llegada de la democracia, no gobernó el bloque sociológico que ganó las elecciones, en este caso la derecha (que, en sus versiones nacionales y territoriales, sumó 184 diputados). La derecha territorial (Junts, PNV y CC) optó por pactar con el PSOE, priorizando su eje territorial (por ejemplo, en el caso de Junts, con la amnistía) sobre el eje socioeconómico. En ocasiones anteriores (como en 1996 y 2016) había pactado con la derecha nacional, de modo que gobierno y mayoría sociológica coincidían.
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Este pacto anticipaba, como expliqué en aquel entonces, una legislatura turbulenta desde el punto de vista de la política económica, como hemos comprobado. El gobierno es incapaz de sacar adelante unos presupuestos porque no hay manera de encajar a la vez a Podemos con Junts y PNV, y ha renunciado a un elemento fundamental del Estado democrático moderno: tener unas cuentas anuales aprobadas por una mayoría parlamentaria.
Dado este resultado de 2023 y lo que hemos visto desde entonces, ¿qué escenario tengo en la cabeza que nos lleva a las elecciones de 2030?
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En primer lugar, quiero enfatizar que hablaré de escenario y no de predicción. La diferencia entre ambos conceptos es sutil pero importante. Un escenario es un esquema de los eventos probables con la información disponible. Por ejemplo, un escenario sensato es que si el vuelo de Madrid a Asturias está programado a las 8.30 de la mañana del domingo y no hay amenaza de tormenta ni otra disrupción en el tráfico aéreo, el vuelo saldrá aproximadamente a las 8.40. Sin embargo, todos sabemos que los vuelos están sujetos a mil imprevistos (desde un miembro de la tripulación llegando tarde hasta una avería técnica en el último momento). Por ello, es muy difícil predecir a qué hora saldrá realmente el vuelo a Asturias y no puedo prometer con certeza que estaré en Cudillero a las 11.00.
Con la vida política pasa lo mismo: por mucho que las encuestas actuales sugieran una mayoría absoluta PP-Vox, existen riesgos incalculables. ¿Qué ocurrirá si, a dos semanas de las elecciones, comienza una guerra nuclear entre India y Pakistán?
Pero de igual manera que uno asume que la predicción exacta de la hora de salida de un vuelo es casi imposible, pero que trabajar con un escenario sensato permite organizar mejor el viaje, aquí quiero esbozar mi escenario electoral para España, siendo consciente de que cualquier evento a 5.000 kilómetros puede trastocarlo de la noche a la mañana.
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El primer elemento de mi escenario es, como apuntaba antes, que PP y Vox obtienen una mayoría absoluta (o se quedan a uno o dos diputados que UPN y CC pueden aportar). No solo prácticamente todas las encuestas (salvo el CIS, que ha perdido toda credibilidad) apuntan en esa dirección, sino que existen dos razones estructurales y dos coyunturales para ello.
La primera razón estructural es que España es cada vez más de derechas, en gran parte por el giro andaluz. Las elecciones europeas de 2024 fueron un hito que ha pasado desapercibido: por primera vez, la derecha nacional ganó con mayoría absoluta (31 diputados de 61) estas elecciones. Conviene recordar que una circunscripción nacional única es el peor escenario posible para esa derecha (sí, que haya gente de derechas en Madrid que defienda una circunscripción nacional única, que claramente perjudica a sus intereses, sigue siendo uno de los grandes misterios que me he encontrado).
La segunda razón estructural es el creciente malestar con la situación económica. Aunque el PIB crece a buen ritmo, buena parte del crecimiento se explica por la acelerada llegada de emigrantes. En cambio, los salarios llevan décadas estancados y el precio de la vivienda se ha disparado en muchas grandes ciudades.
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La primera razón coyuntural es el desgaste de credibilidad del PSOE por sus problemas de corrupción, que, casi con seguridad, irá a más. El coste electoral de la corrupción es no lineal: comienza siendo reducido, con escándalos aislados, pero se dispara cuando estos se acumulan.
La segunda razón coyuntural es la debilidad de Sumar y la muy probable fragmentación electoral de ese espacio entre Sumar, Podemos y partidos territoriales como Compromís. Podemos tiene un fuerte incentivo para ir en solitario y, aunque solo logre un puñado de escaños, convertirse en el "líder" de la oposición más combativa frente al nuevo gobierno de derechas. Casi tan importantes como los 121 diputados del PSOE en 2023 fueron los 31 de Sumar. A diferencia del voto de la derecha nacional, el de Sumar está concentrado en provincias donde la división entre varias candidaturas tiene un coste electoral muy elevado.
El segundo elemento de mi escenario es la formación de un gobierno en solitario del PP con apoyo parlamentario de Vox. Este es quizá el punto más incierto de todo el escenario. ¿Preferirá el PP incorporar a Vox en el gobierno para intentar neutralizarlo? ¿O exigirá Vox entrar con ministros? Aunque no tengo información directa (más allá de lo que leo en prensa), Feijóo tiene incentivos, especialmente ante Europa y el PPE, para mantener a Vox a cierta distancia, y Vox, por su parte, puede querer marcar perfil sin forzar elecciones anticipadas saliéndose del gobierno tras un desaire.
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El tercer elemento de mi escenario es el fracaso relativo del gobierno en solitario del PP. De nuevo, confluyen razones estructurales y coyunturales.
La primera razón estructural, y quizá la más importante, es que los grandes problemas de España (pensiones, estancamiento salarial, baja productividad, vivienda) requieren reformas profundas que el electorado del PP no apoya. Pensemos en dos ejemplos: pensiones y vivienda. Una rebaja en el valor real de las pensiones (por ejemplo, no actualizándolas completamente con la inflación) recortaría los ingresos de uno de los principales apoyos del PP, los jubilados. Una política de vivienda que abarate precios erosionaría la riqueza de ese mismo grupo. Además, los votantes mayores tienden a rechazar cualquier cambio, por pura inercia vital. Ni Feijóo ni el PP querrán arriesgar su base cometiendo lo que sería, para ellos, un suicidio electoral.
La segunda razón estructural es la falta de visión del PP sobre qué hacer con España. Aunque este problema afecta a buena parte de la derecha liberal-conservadora europea, en el PP es especialmente agudo. Desde el año 2000, el partido se ha limitado a gestionar lo heredado. Las pocas reformas posteriores a 2011 fueron impuestas desde Bruselas. Algún día alguien explicará a fondo cómo la mayoría absoluta de Rajoy en 2011 fue una de las grandes oportunidades perdidas de la historia reciente de España. Feijóo, para empeorar las cosas, no solo no sabe de economía, sino que resulta evidente que se siente incómodo hablando del tema y prefiere evitarlo.
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La primera razón coyuntural es que los objetivos del PP y Vox son muy distintos y que, además, la relación entre ambos partidos está atravesada por una evidente animadversión personal. Toda la legislatura estará marcada por un roce constante entre las dos formaciones.
La segunda razón coyuntural serán los escándalos de corrupción que salpicarán al PP durante la legislatura. Si algo hemos aprendido del caso Cerdán es que la corrupción está incrustada en el ADN tanto del PSOE como del PP. Por mucho que Feijóo pueda ser probo (algo que ignoro, aunque estoy dispuesto a concederle el beneficio de la duda), hay muchos detrás de él que probablemente no lo sean. La forma en que se seleccionan las élites políticas en España hace que esta situación de corrupción sistémica sea casi inevitable.
El cuarto elemento de mi escenario es la posible descomposición electoral del PSOE. Pedro Sánchez mantiene el poder porque las distintas tribus del partido saben que él es el único pegamento que las mantiene unidas y en el gobierno. Pero el día que se pierda el poder, se abren todas las posibilidades. Sánchez ha maniobrado para seguir al frente del PSOE incluso fuera del gobierno, pero el día después de una derrota electoral, con problemas judiciales sobre la mesa, su situación será muy difícil y lo mismo tiene que escaparse al exilio en Venezuela. Además, el PSOE comprobará que su apuesta por Cataluña y el País Vasco, sus dos principales graneros electorales actuales, empieza a pasar una factura muy costosa en el resto de España, una factura que ya no se puede tapar con transferencias presupuestarias una vez fuera del poder. Personalmente, creo que la aprobación del cupo catalán será el suicidio electoral del PSOE en Andalucía y Extremadura durante una generación.
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Esta descomposición seguiría el patrón vivido por los partidos socialistas en Francia, Italia y Grecia (y en menor medida en Portugal). Como siempre insisto en mis artículos: España sigue el patrón social y político de los países de su entorno con unos años de retraso, y todas las afirmaciones sobre una supuesta "excepción nacional" acaban siendo erróneas (por ese mismo motivo Vox, o algo similar a Vox, no va a desaparecer).
El PSOE se enfrenta, además, al reto de Aliança Catalana. Mi escenario base es que Aliança entra en el Congreso al menos por Barcelona en las próximas elecciones. Dado nuestro sistema electoral, eso supondría casi seguro como mínimo dos diputados que "desaparecen" del bloque territorial que puede apoyar al PSOE. Pensemos en los números: PP+Vox+UPN+CC obtuvieron 172 diputados en 2023 (los votos de la fallida investidura de Feijóo) y PSOE+"todos los demás", 178. Si restamos dos de "todos los demás" y se los damos a Aliança Catalana (ya que lo más probable es que no salgan del PP o Vox), PSOE+"todos los demás" se quedan en 176 escaños, un margen demasiado estrecho para resistir cualquier pérdida adicional. Si Aliança llega a tres o cuatro diputados, entonces formar gobierno sería sencillamente imposible para el PSOE.
Una vía de supervivencia electoral para el PSOE sería imitar el giro anti-inmigración de sus homólogos escandinavos (y en buena medida del Labour británico). Incluso Sinn Féin se ha movido en esa dirección: el gran hueco electoral ahora mismo en Europa es la izquierda populista anti-inmigración. Las alternativas de izquierda jacobina planteadas en España no conducen a nada. El PSOE, por su parte, siempre ha tenido buen olfato político, cambiar de opinión 180 grados nunca ha sido un problema para él, y cuenta con un equipo mediático sincronizado capaz de explicar a sus votantes lo que sea necesario sin excesivo apego a la coherencia.
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El quinto y último elemento de mi escenario es la llegada a las elecciones generales de 2030 (o anticipadas, si la relación entre PP y Vox se deteriora) con un PP que ya no tiene nada que ofrecer al electorado, ni siquiera sacar a Sánchez de la Moncloa; un PSOE descompuesto; problemas presupuestarios más graves que los actuales; las consecuencias de la inmigración más visibles; y cuatro años más de estancamiento salarial.
En ese punto, España habrá recorrido todas las etapas políticas posibles desde la gran crisis financiera: una mayoría absoluta de la derecha convencional, una mayoría parlamentaria de la derecha convencional y reformista (C’s), una mayoría parlamentaria del PSOE con "todos los demás" y, finalmente, una mayoría parlamentaria de la derecha convencional con la nueva derecha (Vox).
¿Qué pasará entonces? Lo ignoro. Las sociedades son sistemas dinámicos complejos que no se prestan a ejercicios de adivinación. ¿Surgirá un nuevo Pablo Iglesias, con menos lastre del pasado, que esta vez sí "conquiste el cielo"? ¿O encontrará Vox a su Meloni y llegará al poder? ¿O quedaremos paralizados durante otros cuatro años con elecciones constantes, como entre 2015 y 2019? ¿O entraremos en un proceso constituyente, repitiendo casi punto por punto el ciclo de la primera restauración borbónica (1874–1931 vs. 1975–2030), abriéndose todas las posibilidades? Como diría Santa Teresa de Jesús, son estos tiempos recios.
La debilidad parlamentaria del gobierno de Pedro Sánchez y los crecientes problemas legales en su entorno han incrementado la probabilidad de un adelanto electoral en otoño o principios de 2026. Mientras muchos se centran en esas elecciones, yo llevo tiempo reflexionando sobre otras que quizá sean mucho más relevantes para el futuro de España: las elecciones generales de 2030.