Laissez faire
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¡No deroguen la reforma laboral!
Las dos críticas que Valerio lanza contra tal reforma —el abaratamiento del despido en los contratos indefinidos y la flexibilización de la negociación colectiva— son sus dos mayores virtudes
La nueva ministra de Trabajo, Magdalena Valerio, ha reclamado una revisión en profundidad de la reforma laboral del año 2012. A su entender, es necesario “eliminar absolutamente todos los efectos letales” que ha insuflado esta norma, en particular “el despido más liberalizado” y “el daño realizado a la negociación colectiva”. O expresado con otras palabras, los dos grandes agujeros negros de la reforma laboral serían la precarización del empleo (aumento de los empleos temporales a costa de los indefinidos aprovechando el menor coste de terminación contractual) y la devaluación laboral (recorte de salarios merced al menor poder de negociación laboral vinculado al desmantelamiento de la negociación colectiva).
Y, ciertamente, la reforma laboral de Rajoy dista de ser perfecta: al contrario, es susceptible de ser mejorada de un modo muy profundo en todas sus dimensiones. Ahora bien, las dos críticas principales que Valerio lanza contra tal reforma —el abaratamiento del despido en los contratos indefinidos y la flexibilización de la negociación colectiva— son precisamente sus dos mayores virtudes: a saber, aquellos aspectos en los que no debería darse marcha atrás sino, por el contrario, ahondar enérgica y audazmente.
Primero, el abaratamiento del despido de los contratos indefinidos —y el consecuente estrechamiento del diferencial entre el coste de rescisión del contrato indefinido y el del temporal— no ha precarizado la calidad del empleo previa a 2012 sino que la ha mejorado: en particular, la probabilidad de que, gracias a la reforma, los parados encuentren un empleo indefinido ha aumentado un 51% (un 88% entre los jóvenes), sin que simultáneamente se haya incrementado la probabilidad de saltar desde el paro a una ocupación temporal.
Nótese que no estoy diciendo que la probabilidad de encontrar un empleo indefinido sea alta a día de hoy (al contrario, continúa siendo deplorablemente baja), sino que esta se ha incrementado de un modo apreciable —en lugar de reducirse— merced a la reforma. Tan es así que, en la actualidad, nuestra tasa de temporalidad se halla entre cinco y siete puntos por debajo de la que, en otros momentos históricos, hemos exhibido con una tasa de paro similar a la actual (el 17%). O expresado de otra forma: la reforma laboral ha reducido —aunque de manera insuficiente— nuestra tasa de temporalidad estructural.
Segundo, el ajuste salarial dentro de cada centro de trabajo, posibilitado por la descentralización a nivel empresa de la negociación colectiva, ha sido esencial para frenar una mayor destrucción de empleo. A la postre, cuando los salarios no pueden ajustarse a los 'shocks' negativos que experimentan las empresas, la destrucción de puestos de trabajo se maximiza estérilmente. En este sentido, se estima que, sin la flexibilidad salarial que introdujo la reforma laboral, se habrían destruido 900.000 empleos más que los que se destruyeron a partir de 2012; y, a su vez, también se estima que, de haberse implantado tal flexibilidad en 2008, nos habríamos ahorrado la destrucción de dos millones de empleos (de los 2,7 millones que se perdieron).
O expresado de otra forma: sin la reforma laboral, la tasa de paro en 2013 no habría sido del 26,6%, sino del 30,5%; a su vez, con la reforma laboral en vigor desde 2008, no habríamos alcanzado una tasa de paro máxima del 26,6% sino del 18,1%. Esos más de 12 puntos de diferencia en la tasa de paro máxima con reforma laboral desde 2008 (18,1%) y sin reforma laboral en 2012 (30,5%) equivalen a casi tres millones de empleos potencialmente salvados gracias a la flexibilidad salarial que ahora el PSOE desea enterrar.
En definitiva, cargar contra las virtudes de la reforma laboral de 2012 —reducción del grado de dualidad entre tipologías contractuales y flexibilidad salarial ante cambios en la coyuntura— es una tremenda irresponsabilidad que atenta contra el bienestar de millones de trabajadores. Si el PSOE aspira a crear más empleo de calidad, entonces se equivoca queriendo reforzar la negociación colectiva sectorial y queriendo blindar los contratos de trabajo indefinidos. Si, en cambio, el PSOE aspira a generar más paro y más temporalidad, entonces acierta al querer regresar al modelo de relaciones laborales previo al año 2012: pues fue ese modelo de relaciones laborales el que nos brindó la tasa de temporalidad más alta así como el mayor volumen de destrucción de empleo de nuestros últimos 40 años de historia económica.
La nueva ministra de Trabajo, Magdalena Valerio, ha reclamado una revisión en profundidad de la reforma laboral del año 2012. A su entender, es necesario “eliminar absolutamente todos los efectos letales” que ha insuflado esta norma, en particular “el despido más liberalizado” y “el daño realizado a la negociación colectiva”. O expresado con otras palabras, los dos grandes agujeros negros de la reforma laboral serían la precarización del empleo (aumento de los empleos temporales a costa de los indefinidos aprovechando el menor coste de terminación contractual) y la devaluación laboral (recorte de salarios merced al menor poder de negociación laboral vinculado al desmantelamiento de la negociación colectiva).