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Diez años después: menos temporalidad y más empleo público
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Juan Ramón Rallo

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Diez años después: menos temporalidad y más empleo público

En los últimos 10 años, la temporalidad ha bajado y la presencia laboral del Estado —por desgracia— ha aumentado

Foto: Una oficina de empleo en Madrid. (Reuters)
Una oficina de empleo en Madrid. (Reuters)

El mercado laboral español ha concluido 2018 con 19,56 millones de trabajadores, de los cuales 12,03 millones son asalariados indefinidos y 2,8 millones, autónomos. Durante los últimos cinco años, desde que arrancara la recuperación, la evolución de nuestros registros laborales ha sido notablemente positiva: 2,43 millones de nuevos empleos; de los cuales 2,36 millones son trabajadores por cuenta ajena; de los cuales 1,27 millones son asalariados indefinidos, y de los cuales 1,22 millones son indefinidos a tiempo completo. Es más, el número de trabajadores que se hallan en un empleo a tiempo parcial de manera involuntaria —aquellos que preferirían un empleo a jornada completa— se ha reducido en 210.000.

La tasa de paro se sitúa en el nivel de hace una década

Puede, sin embargo, que la comparativa más adecuada no sea con la situación de hace un lustro, sino de hace una década: es decir, puede que resulte más interesante contrastar cómo nos encontrábamos a finales de 2008 (cuando la crisis apenas había arrancado y cuando, además, la tan criticada reforma laboral no estaba en vigor) con 2018 (cuando ya acumulamos cinco años de recuperación con la muleta de la reforma laboral). ¿Cómo pinta nuestro mercado de trabajo una década después de que estallara la depresión? Si hiciéramos caso a algunos juicios apresurados, tenderíamos a pensar que hoy hay mucho menos empleo, tanto en el sector privado como especialmente en el sector público, y que, además, un porcentaje mucho mayor de ese menor empleo es de carácter temporal. La realidad, sin embargo, es más bien la opuesta: no hay mucho menos empleo que en 2008; no hay mayor temporalidad, y, finalmente, los puestos de trabajo en la Administración pública son más abundantes que entonces.

Así, y en lo relativo al volumen de empleo, el número de ocupados es actualmente de 19,56 millones frente a los 20,05 de finales de 2008. Estamos, pues, a menos de medio millón de personas de recuperar las cifras de ocupación de hace una década. Asimismo, la tasa de paro a finales de 2018 es solo ligeramente superior a la del cierre de 2008: el 14,4% frente al 13,8%. Los habrá que sostengan que estos guarismos son engañosos por cuanto la creación del empleo se ha logrado merced a una fragmentación del número de horas trabajadas (que donde antes había un puesto de trabajo, ahora hay varios de ellos): y, ciertamente, ese argumento tiene un poso de verdad, pero sus conclusiones son enormemente exageradas.

Foto: Foto de archivo de una oficina de empleo. (REUTERS)

En particular, el número total de horas trabajadas por semana en el cuarto trimestre de 2018 fue de 628,6 millones, mientras que en el cuarto trimestre de 2008 ascendieron a 679,5 millones. Es decir, mientras que el número de ocupados es solo un 2,5% inferior a hace una década, el número de horas trabajadas lo es un 7,5% (parte de este diferencial se explica en que el porcentaje de empleo parcial ha aumentado desde el 13,8% del empleo total en 2008 al 14,5% en la actualidad). Por tanto, sí, ha habido un cierto reparto del número de horas trabajadas, pero ese leve reparto ni muchísimo menos explica el fuerte resurgir del empleo a lo largo de la última década.

Segundo, en contra de lo que tiende a pregonarse, la ocupación presente en la actualidad no es más precaria que la existente en 2008. La tasa de temporalidad a finales de 2018 fue del 26,8%, mientras que la prevalente a cierre de 2008 ascendió al 27,7%: es decir, con una tasa de paro similar, la temporalidad era más alta hace una década (sin reforma laboral) de lo que lo es ahora mismo (con reforma laboral). Semejante evolución, de hecho, es coherente con las conclusiones de algunos estudios, que indican que la reforma laboral ha incrementado apreciablemente la probabilidad de encontrar un empleo indefinido (si bien esta sigue siendo escandalosamente baja).

Y tercero, aunque llevamos años escuchando que los recortes del gasto decretados desde Bruselas han desmantelado el sector público español y, por consiguiente, han dejado al Estado de bienestar tiritando, lo cierto es que el empleo público es hoy superior al existente hace una década: en particular, a cierre de 2018, el número de empleados públicos ascendía a 3,21 millones frente a los 3,081 de finales de 2008. Es decir, en la última década, la Administración ha incorporado a 130.000 nuevos trabajadores, de modo que el empleo público ha pasado de representar el 15,3% del empleo total en 2008 a suponer el 16,4% en la actualidad.

En definitiva, el mercado laboral español prácticamente ha recuperado los niveles de puestos de trabajo de hace una década y, en contra del imaginario popular, no son puestos de trabajo ni más precarios ni con menor presencia del sector público: la temporalidad ha bajado y la presencia laboral del Estado —por desgracia— ha aumentado. Dejemos de difundir tales mitos que solo contribuyen a sentar las bases para reivindicar una contraproducente derogación de la reforma laboral y un injustificable engorde del tamaño del Estado.

El mercado laboral español ha concluido 2018 con 19,56 millones de trabajadores, de los cuales 12,03 millones son asalariados indefinidos y 2,8 millones, autónomos. Durante los últimos cinco años, desde que arrancara la recuperación, la evolución de nuestros registros laborales ha sido notablemente positiva: 2,43 millones de nuevos empleos; de los cuales 2,36 millones son trabajadores por cuenta ajena; de los cuales 1,27 millones son asalariados indefinidos, y de los cuales 1,22 millones son indefinidos a tiempo completo. Es más, el número de trabajadores que se hallan en un empleo a tiempo parcial de manera involuntaria —aquellos que preferirían un empleo a jornada completa— se ha reducido en 210.000.

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