Laissez faire
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La desigualdad cae en España a mínimos de una década
En 2017, la sociedad española exhibió los menores niveles de desigualdad de renta desde el comienzo de la crisis
Durante los años más duros de la crisis económica, esos que constituyeron el caldo de cultivo de Podemos y otras formaciones populistas, era habitual escuchar aquello de que la recuperación no estaba llegando a las familias, que únicamente se concentraba en las cuentas de resultados de las megacorporaciones del Ibex 35. Y aunque era cierto que el crecimiento económico español podría haber sido mucho más inclusivo de lo que fue —el pésimamente regulado mercado laboral condena a la precariedad y al subempleo a varios millones de trabajadores, mientras que el ultraintervenido mercado inmobiliario ha disparado el precio de los alquileres erosionando la renta de los inquilinos—, debería haber resultado incuestionable que las muchas heridas abiertas durante la crisis sí estaban empezando a cerrarse: no en vano, el 80% del aumento de la desigualdad experimentado durante la depresión se debía a la destrucción de empleo, de modo que, creando unos 500.000 nuevos empleos al año, difícilmente cabía esperar que las rentas más bajas no fueran a beneficiarse de ese crecimiento y, por tanto, que la desigualdad comenzara a decrecer.
De hecho, así sucedió: en 2013, el índice Gini alcanzó el máximo valor en toda la crisis, a saber, 34,7. Y a partir de ahí, conforme la recuperación fue consolidándose, la cifra fue descendiendo: 34,6 en 2014; 34,5 en 2015; 34,1 en 2016, y, según acaba de publicar el Instituto Nacional de Estadística con su reciente 'Encuesta de condiciones de vida', 33,2 en 2017. Se trata del valor más bajo desde 2008, es decir, que en 2017 la sociedad española exhibió los menores niveles de desigualdad de renta desde el comienzo de la crisis. De hecho, si en la definición de renta incluimos los llamados 'alquileres imputados' (la renta en especie que perciben los propietarios de vivienda por estar residiendo en su inmueble), el índice Gini de España es incluso inferior al de 2008: es decir, se ubica en el nivel más reducido de toda la crisis económica y cada vez más cerca de los niveles precrisis (el índice en 2017 fue de 30,4 frente al 29,9 de 2007).
Índice Gini de España
Fuente: INE
A conclusiones similares llegamos si, en lugar de usar el índice Gini, recurrimos a la ratio S80/S20 (esto es, cuántas veces la renta media del 20% más rico supera la renta media del 20% más pobre). Mientras que en el peor momento de la crisis (2013-2014), llegó a ubicarse en 6,9 (es decir, los ingresos del 20% de españoles 'más ricos' eran casi siete veces superiores a los del 20% de españoles 'más pobres'), hoy esa ratio ha caído hasta 6, solo una décima por encima de 2008 y cuatro por encima de 2007. Si, a su vez, incluimos el alquiler imputado en la definición de renta, este diferencial disminuye hasta 5,1, únicamente tres décimas por encima de 2007.
Ratio S80/S20
Fuente: INE
¿A qué se debe la notable reducción de la desigualdad que hemos experimentado desde 2013? Pues, como decíamos, a que el crecimiento económico ha mejorado más los ingresos de las rentas bajas que los de las rentas altas. No en vano, entre 2007 y 2013, quienes más vieron caer su renta fueron los españoles más pobres: la renta máxima del 10% menos acaudalado se redujo un 18%, mientras que la renta mínima del 10% más rico apenas se bajó un 2% (conviene remarcar que quienes estaban entre el 10% más pobre en 2007 no tienen por qué ser los mismos que se encontraban entre el 10% más pobre en 2013).
Como ya hemos explicado, la causa principal de ese fenómeno es el paro: la destrucción de unos cuatro millones de empleos durante la crisis aumentó de un modo muy considerable el número de desempleados y subempleados entre las decilas más bajas de renta (mientras que las decilas altas, como mucho, sufrieron algún recorte salarial y alguna reducción del número de horas trabajadas).
En cambio, desde 2013, el crecimiento ha beneficiado de un modo mucho más intenso a las rentas bajas que a las rentas altas: la renta máxima del 10% más pobre ha subido un 20% (y la renta máxima del 20% más pobre, un 15%), mientras que la renta mínima del 10% más rico solo ha aumentado un 7% (al igual que la renta mínima del 20% más rico). La creación de dos millones de empleos no ha sido en balde y la recuperación ha concentrado sus frutos en los más desfavorecidos.
Variación del límite superior de cada decil de renta
Fuente: INE
Lo anterior, claro, no significa que dentro de la sociedad española no haya problema alguno de pobreza o de bajos estándares de vida: solo significa que la recuperación ha sido mucho más inclusiva de lo que a algunos partidos políticos les interesa reconocer.
Durante los años más duros de la crisis económica, esos que constituyeron el caldo de cultivo de Podemos y otras formaciones populistas, era habitual escuchar aquello de que la recuperación no estaba llegando a las familias, que únicamente se concentraba en las cuentas de resultados de las megacorporaciones del Ibex 35. Y aunque era cierto que el crecimiento económico español podría haber sido mucho más inclusivo de lo que fue —el pésimamente regulado mercado laboral condena a la precariedad y al subempleo a varios millones de trabajadores, mientras que el ultraintervenido mercado inmobiliario ha disparado el precio de los alquileres erosionando la renta de los inquilinos—, debería haber resultado incuestionable que las muchas heridas abiertas durante la crisis sí estaban empezando a cerrarse: no en vano, el 80% del aumento de la desigualdad experimentado durante la depresión se debía a la destrucción de empleo, de modo que, creando unos 500.000 nuevos empleos al año, difícilmente cabía esperar que las rentas más bajas no fueran a beneficiarse de ese crecimiento y, por tanto, que la desigualdad comenzara a decrecer.