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Venezuela: una devastación económica sin precedentes
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Juan Ramón Rallo

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Venezuela: una devastación económica sin precedentes

El 96% de la población venezolana vive ahora mismo en situación de pobreza

Foto: Un hombre descansa junto a basura en Caracas. (EFE)
Un hombre descansa junto a basura en Caracas. (EFE)

Aunque en 2020 ya nos hayamos olvidado, hubo un tiempo, allá por la primera década de este siglo, en que buena parte de la extrema izquierda occidental consideraba Venezuela, la revolución socialista bolivariana, como un ejemplo a seguir, no solo para el resto de países de la región sino incluso para sociedades como la estadounidense o la española. El chavismo llevaba desde 2002 sobreexplotando los ingresos petroleros del país en un contexto global de precios del crudo inusualmente altos y ello permitió alumbrar no solo un crecimiento económico notable —aunque de bases extremadamente frágiles—, sino también un gigantesco entramado de redes clientelares que constituía la envidia de cualquier pseudodemócrata con aspiraciones a tirano: patrimonializar el Estado para ganar reiteradamente las elecciones a golpe de talonario.

Pero la economía de monocultivo venezolana estaba condenada a derrumbarse tan pronto como lo hicieran las regalías petroleras. Y así, a partir de 2013, convergieron dos fenómenos que terminaron condenando el país a uno de los mayores empobrecimientos sociales en toda la historia de la humanidad: por un lado, la producción petrolera de PDVSA comenzó a declinar tras años de desmantelamiento de su capital físico y humano (es lo que sucede cuando te fundes todas las ganancias de la compañía no en reponer el capital depreciado, sino en desplegar redes clientelares); por otro, los precios internacionales del crudo comenzaron una senda de abaratamiento que, con altibajos, prosigue hasta hoy.

Foto: Fila de vehículos para respostar en Venezuela. (Reuters)

Así, privado de sus extraordinarios ingresos petroleros, el régimen bolivariano quedó expuesto a su estrepitoso fracaso al no haber impulsado el desarrollo diversificado de Venezuela: sin petróleo, desaparecía la gallina de los huevos de oro. Y sin gallina de los huevos de oro, el régimen se quedó como gallina descabezada que solo supo recurrir a políticas económicas nefastas que terminaron por destruir el escaso tejido productivo alternativo que subsistía.

El régimen bolivariano quedó expuesto a su estrepitoso fracaso de no haber impulsado el desarrollo diversificado de Venezuela

Los controles de precios, las confiscaciones y las monetizaciones masivas de déficits públicos gigantescos aniquilaron la economía y con ella los últimos mimbres de la convivencia: es decir, la debacle económica dio lugar a una quiebra institucional que a su vez continuó agravando la debacle económica. Hoy, como decíamos, la situación es completamente trágica: el país vive una situación de desestructuración propio de una guerra civil y las sanciones externas de EEUU han agravado el colapso (si bien este es anterior a tales sanciones). En este sentido, la última encuesta de Encovi ('Encuesta de condiciones de vida', elaborada por la Universidad Católica André Bello) describe un panorama terrorífico:

  • Entre 2013 y 2019, el PIB venezolano cayó un 70%.
  • El 96% de la población venezolana vive ahora mismo en situación de pobreza (ingresa menos del doble de lo necesario para consumir 2.200 calorías diarias) y el 79,3% lo hace en situación de pobreza extrema (personas que no ingresan lo suficiente como para consumir 2.200 calorías diarias).
  • Pese a esa cuasi universal pobreza, la desigualdad de ingresos es muy elevada (los hay mucho más pobres que otro): el índice Gini se ubicó en 0,51, muy por encima no solo de los países desarrollados, sino de muchos países subdesarrollados (Venezuela es más desigual que el Congo, Zimbabue, Haití, Guatemala o Colombia).
Foto: Un empleado de una gasolinera estatal, frente a un camión cisterna de PDVSA. (Reuters)

En suma, el llamado 'socialismo del siglo XXI' se ha saldado con un absoluto fracaso de dramáticas consecuencias para la población que lo padeció. Aun así, serán pocos quienes se conmuevan por la tragedia venezolana y se sientan impelidos a replantearse sus ideas: la disonancia cognitiva es tan sumamente potente que, no lo olvidemos, incluso personajes públicos como Errejón han seguido afirmando en medio de este desolador contexto que Venezuela ha experimentado un progreso muy notable y que la población disfruta del lujo de efectuar tres comidas diarias. Los fanáticos de izquierdas ni siquiera se plantean que puedan estar equivocados después de haber provocado la destrucción del 70% del PIB del país.

Aunque en 2020 ya nos hayamos olvidado, hubo un tiempo, allá por la primera década de este siglo, en que buena parte de la extrema izquierda occidental consideraba Venezuela, la revolución socialista bolivariana, como un ejemplo a seguir, no solo para el resto de países de la región sino incluso para sociedades como la estadounidense o la española. El chavismo llevaba desde 2002 sobreexplotando los ingresos petroleros del país en un contexto global de precios del crudo inusualmente altos y ello permitió alumbrar no solo un crecimiento económico notable —aunque de bases extremadamente frágiles—, sino también un gigantesco entramado de redes clientelares que constituía la envidia de cualquier pseudodemócrata con aspiraciones a tirano: patrimonializar el Estado para ganar reiteradamente las elecciones a golpe de talonario.

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