Laissez faire
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Una mirada a la productividad española durante los últimos 170 años
Si queremos relanzar la productividad, necesitamos de más libertad económica y de menos subsidios y privilegios regulatorios a las empresas
Existen dos formas de incrementar nuestra renta per cápita: o trabajar más horas o volvernos más productivos por cada hora que trabajamos. La primera estrategia tiene más recorrido del que en principio podría parecer: aumentando la población activa, reduciendo la tasa de paro y no desincentivando fiscalmente las jornadas a tiempo completo puede lograrse un muy importante incremento de nuestra renta per cápita (gran parte de las diferencias entre Europa y EEUU responden justamente a eso: las menores horas trabajadas en Europa debido, entre otros factores, a los más elevados tipos marginales dentro del IRPF). Pero, en todo caso, es obvio que a largo plazo la única forma de aumentar sostenidamente nuestro bienestar es con una mayor productividad por hora trabajada: no solo porque, para una población dada, existe un número máximo de horas potencialmente 'trabajables', sino porque parte de nuestro bienestar puede proceder precisamente de reducir el número de horas trabajadas sin experimentar mermas en nuestros ingresos, algo que solo podemos lograr con mayor productividad.
Y, a este respecto, las noticias no son positivas para la economía española: nuestra productividad lleva 30 años estancada, de ahí que el crecimiento de la renta per cápita que hemos experimentado durante estas tres décadas se haya debido en gran medida al aumento de horas trabajadas.
Ciertamente, en un país como España, con una tasa de actividad tan modesta y una tasa de paro tan elevada, todavía contamos con margen para continuar creciendo mediante la creación de empleo. Pero, al margen de que, como ya hemos señalado, se trata de una estrategia limitada en el largo plazo, apostar por el crecimiento extensivo en lugar de por el intensivo (mayor uso de factores en lugar de un mayor aprovechamiento de cada factor) constreñirá la revalorización de los salarios reales y nos abocará a que, en términos generales, los ingresos medios solo aumenten por hogar (por incremento de la ocupación media por familia) y no tanto por trabajador. Así pues, más nos valdría empezar a preocuparnos por la evolución de la productividad y, en particular, por cómo podemos mejorarla.
En este sentido, los economistas Leandro de la Escosura y Joan Rosés nos acaban de proporcionar una estimación de la evolución de la productividad en España durante los últimos 170 años, así como de los factores que la han estimulado y de los que la están frenando. Las conclusiones, de las que cabe extraer las pertinentes lecciones, son las siguientes.
Primero, entre 1850 y 1950, el PIB español creció a una media anual del 1,5%, siendo la mejora de la productividad responsable de nueve décimas de ese crecimiento (y el aumento de número de horas trabajadas, de las otras seis décimas); durante el desarrollismo español, el PIB se disparó a un crecimiento anual del 6,2%, y prácticamente todo ese crecimiento (5,8 puntos de los 6,2) se debió a una mejoría de la productividad; a partir de 1975, el crecimiento ha ido fluctuando en función del entorno macroeconómico, dado que apenas volvimos a crecer un 1,5% entre 1975 y 1985 (y en este caso, gracias al aumento de la productividad debido a la reconversión industrial, esto es, al cierre de industrias ineficientes), posteriormente, con la entrada en Europa, nos expandimos a un ritmo del 3,7% anual (pero apenas 1,2 puntos fueron por mejora de la productividad), y tras la crisis 2008-2013, volvimos a crecer al 2,6%, pero esencialmente por el incremento de horas trabajadas (dos puntos de 2,6). En suma, salvo en la etapa desarrollista (y durante los felices años veinte), España no ha sido capaz de crecer sustancialmente (por ejemplo, por encima del 2,5% anual) sin depender esencialmente del incremento del número de horas trabajadas. Crecimientos elevados merced a aumentos notables de la productividad nos son desconocidos.
El motor del aumento de nuestra productividad, salvo en la época desarrollista, ha sido la acumulación de capital por trabajador
Segundo, el motor del aumento de nuestra productividad, salvo en la época desarrollista, ha sido la acumulación de capital por trabajador y no la mejora de la eficiencia de los procesos productivos por incorporación de nuevas tecnologías: en el conjunto del periodo 1850-2019, el incremento del capital por trabajador es responsable de la mitad del aumento de la productividad, mientras que las mejoras de eficiencia solo de un tercio. La eficiencia del proceso productivo ha mejorado especialmente en aquellos periodos en los que hemos incorporado tecnología extranjera disruptiva: por ejemplo, los ferrocarriles en el periodo 1850-1892, la electrificación durante la década 1920-1930 o la industrialización sobre la base de la producción en masa durante el periodo 1954-1975. En el resto de etapas, sin embargo, la evolución de la eficiencia ha sido bastante pobre, hasta el punto de que entre 1986 y 2013 fue negativa (en parte, porque la economía española se reestructuró hacia sectores poco intensivos en tecnología, como la construcción) y desde 2013 apenas ha experimentado una muy tímida remontada.
Tercero, ¿cuáles son las causas de este estancamiento persistente de la productividad, mucho más gravoso que en el resto de Europa? De acuerdo con los autores, las restricciones a la competencia en los mercados de bienes y de factores productivos, junto a los subsidios gubernamentales y a los privilegios otorgados a los grupos de presión, explican la baja inversión en I+D+i y en otros activos intangibles, lo que contribuye a impulsar sectores económicos intensivos en trabajo de baja cualificación en lugar de sectores intensivos en capital e innovación (personalmente, también añadiría la burbuja crediticia como un elemento que ha inducido una sobreinversión en sectores de bajo retorno que pasaron a volverse atractivos al calor de los bajos tipos de interés).
Así pues, si queremos relanzar la productividad para a su vez relanzar un crecimiento económico intenso que sea sostenible a largo plazo, necesitamos de más libertad económica y de menos subsidios y privilegios regulatorios a las empresas. No parece, por desgracia, que vayamos a aprovechar los 140.000 millones de euros de Bruselas para nada remotamente parecido a eso.
Existen dos formas de incrementar nuestra renta per cápita: o trabajar más horas o volvernos más productivos por cada hora que trabajamos. La primera estrategia tiene más recorrido del que en principio podría parecer: aumentando la población activa, reduciendo la tasa de paro y no desincentivando fiscalmente las jornadas a tiempo completo puede lograrse un muy importante incremento de nuestra renta per cápita (gran parte de las diferencias entre Europa y EEUU responden justamente a eso: las menores horas trabajadas en Europa debido, entre otros factores, a los más elevados tipos marginales dentro del IRPF). Pero, en todo caso, es obvio que a largo plazo la única forma de aumentar sostenidamente nuestro bienestar es con una mayor productividad por hora trabajada: no solo porque, para una población dada, existe un número máximo de horas potencialmente 'trabajables', sino porque parte de nuestro bienestar puede proceder precisamente de reducir el número de horas trabajadas sin experimentar mermas en nuestros ingresos, algo que solo podemos lograr con mayor productividad.