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Juan Ramón Rallo

Laissez faire

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El parche Escrivá

Los ajustes del gasto terminarán llegando sí o sí: si no llegan hoy, llegarán mañana, y de manera más concentrada y cruenta

Foto: El ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá. (EFE)
El ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá. (EFE)

¿Por qué Sánchez nombró a José Luis Escrivá ministro de Seguridad Social? Aunque obviamente no estamos en la cabeza del presidente del Gobierno para conocer sus motivaciones, una conjetura bastante razonable es que lo escogió porque, entre todos los expertos en la situación financiera de este organismo público, Escrivá era con diferencia el más optimista, el que —ya como presidente de la AIReF— auguraba un futuro menos problemático para esta Administración. Un candidato idóneo para un presidente que deseaba confirmar su pasividad reformista: en lugar de dejarse guiar por el camino que le marcan los expertos, Sánchez escogió a los expertos en función del camino por el que quería ser guiado.

Así las cosas, la reforma de la Seguridad Social que de momento ha planteado el ministro Escrivá no soluciona, ni lejanamente, los retos a largo plazo de nuestro sistema de pensiones públicas. Baste constatar que la propuesta estrella del ministerio para ajustar a largo plazo la bomba de gasto que supondrá la jubilación de la generación del 'baby boom' es aumentar las bonificaciones al retraso voluntario de la jubilación así como incrementar las penalizaciones a la jubilación anticipada para, de ese modo, elevar en dos años la edad efectiva de jubilación. Un objetivo que ni siquiera es seguro que vaya a cumplirse —¿serán suficientes tales bonificaciones y penalizaciones para ello?— pero que, aun cuando se cumpliera, no arreglaría nada.

Y es que, de acuerdo con las últimas estimaciones de la AIReF, un retraso de dos años en la edad efectiva de jubilación contribuirá a reducir el gasto público en el equivalente al 0,8% del PIB en el año 2050. No demasiado… sobre todo si tenemos en cuenta que la propia AIReF estima que abolir —como pretende abolir Escrivá— el factor de sostenibilidad de las pensiones (merced al cual la pensión de los nuevos jubilados se reduciría alrededor de un 5% por cada año que hubiese aumentado hasta ese momento la esperanza de vida) contribuirá a incrementar el gasto en un 0,9% del PIB en el año 2050. Dicho de otra forma: esta reforma, tal cual se nos ha presentado hasta el momento, no contribuye a contener el gasto explosivo del sistema de pensiones en nada a largo plazo (sí lo moderará algo a medio plazo).

No es de extrañar, por consiguiente, que Escrivá haya redoblado los esfuerzos para edulcorar ante Bruselas la gravedad de la situación financiera de nuestra Seguridad Social. Pero la gravedad real de la situación no debería ser ocultada, especialmente ante quienes van a regalarnos 80.000 millones de euros para que pongamos a punto nuestra economía. Al cabo, incluso aunque todo evolucionara del mejor modo imaginable, con esta 'reforma', la deuda pública terminará aumentando en unos 50 puntos del PIB para el año 2050. Y, como digo, eso en el escenario idílico que plantea la AIReF: a saber, que el número de inmigrantes (especialmente en edad de trabajar) aumente a una media de 330.000 por año y que la tasa de paro se reduzca al 7% durante las próximas décadas.

No parece que la estrategia más prudente sea consolidar a largo plazo unos pasivos estatales entre el 150% y el 200% del PIB

Si, en cambio, nos planteamos un escenario menos idílico, pero probablemente más realista, por ejemplo, que el número de inmigrantes solo crece en 165.000 al año y que la tasa de paro se ubica en el nivel medio de los últimos 40 años, entonces la deuda pública se incrementaría no en 50 sino en 90 puntos de PIB para 2050. Ubicándose actualmente en el 120% del PIB, no parece que la estrategia más prudente sea consolidar a largo plazo unos pasivos estatales entre el 150% y el 200% del PIB.

Por ello, los ajustes del gasto terminarán llegando sí o sí: si no llegan hoy, llegarán mañana, y de manera más concentrada y cruenta. Todo lo cual, por cierto, solo pone de manifiesto la absoluta obscenidad de la otra pata de la reforma de la Seguridad Social que está impulsando Escrivá: la subida de las cotizaciones a los trabajadores autónomos mediante la imposición de un nuevo sistema de contribuciones vinculadas a sus ingresos reales. Este colectivo pagará más hoy para ser castigado mañana con ese inevitable recortazo en las contraprestaciones sociales prometidas.

Ojalá Bruselas se dé cuenta de que, en materia de pensiones públicas, seguimos al borde del abismo.

¿Por qué Sánchez nombró a José Luis Escrivá ministro de Seguridad Social? Aunque obviamente no estamos en la cabeza del presidente del Gobierno para conocer sus motivaciones, una conjetura bastante razonable es que lo escogió porque, entre todos los expertos en la situación financiera de este organismo público, Escrivá era con diferencia el más optimista, el que —ya como presidente de la AIReF— auguraba un futuro menos problemático para esta Administración. Un candidato idóneo para un presidente que deseaba confirmar su pasividad reformista: en lugar de dejarse guiar por el camino que le marcan los expertos, Sánchez escogió a los expertos en función del camino por el que quería ser guiado.

Gasto público José Luis Escrivá Seguridad Social
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