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¿Por qué la electricidad se ha encarecido hasta máximos históricos?
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Juan Ramón Rallo

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¿Por qué la electricidad se ha encarecido hasta máximos históricos?

Hasta que se generalice una tecnología barata y de suministro confiable para generar electricidad, la factura de la luz se mantendrá cara (y cada vez más)

Foto: Parque de energía eólica. (EFE)
Parque de energía eólica. (EFE)

El precio de la electricidad en el mercado mayorista se ha disparado hasta su máximo histórico en un mes de abril. Nunca por estas fechas el coste de la energía había sido tan caro como en la actualidad: para hacernos una idea, el precio medio del megavatio-hora fue el mes pasado de 65,02 euros, mientras que en 2019 fue de 50,41, en 2018 de 42,67 y en 2017 de 43,69 euros. ¿A qué se debe este repunte tan considerable de entre 15 y 20 euros por megavatio-hora?

Si uno consulta los titulares de la mayoría de periódicos de España, encontraremos un culpable común: la especulación. Al parecer, los especuladores estarían poniéndose las botas con los derechos de emisión de CO₂ y ello habría elevado el coste de generación. La realidad, como de costumbre, es bastante más compleja y, dentro de esa complejidad, la especulación es únicamente un síntoma de disyuntivas bastante más profundas que muchos ciudadanos se niegan a reconocer.

Empecemos por lo básico: ¿qué son los derechos de emisión de CO₂? Pues, como su nombre indica, son una autorización a emitir CO₂ que ha de ser adquirida por aquellos sectores regulados cuya actividad implique emitir CO₂, por ejemplo, el sector de la generación eléctrica. Si, para generar electricidad, una central ha de contar con una de esas autorizaciones, el coste de esa autorización necesariamente integrará el precio pedido al que esa central se muestra dispuesta a vender electricidad: por consiguiente, cuando más se encarezcan esos derechos, más se encarecerá el coste de generación y, por ende, la factura eléctrica.

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En este sentido, el coste de los derechos de emisión se ha disparado durante los últimos años: desde el entorno de los 4-5 euros por tonelada de CO₂ en el periodo 2013-2017, hasta los casi 50 actuales, pasando por los 20-25 de 2018 y 2019. Teniendo en cuenta que las centrales de ciclo combinado (que, en nuestro mercado marginalista, suelen ser las que terminan marcando el precio) exhiben un factor de emisión de 0,4-0,5 toneladas por megavatio-hora, estamos diciendo que únicamente este elemento ha pasado de costarnos entre 2-2,5 euros por megavatio-hora en el periodo 2013-2017 a 20-25 euros en la actualidad (mientras que en 2018-2019 tenían un coste en torno a 10 euros). Pues bien, aquí encontramos el histórico sobrecoste de entre 15 y 20 euros en el precio del megavatio-hora de 2021 frente al vigente en años anteriores. Misterio resuelto.

Ahora bien, ¿por qué se están encareciendo tanto los derechos de emisión de CO₂? ¿Por la especulación que tiende a elevarlos por una voraz irracionalidad lucrativa? No, si su precio sube tanto es porque Bruselas pretende justamente que suban: de ahí que en los últimos años haya reducido su número y haya alertado de que va a seguir recortándolo en el futuro. A la postre, si Bruselas quisiera frenar esa supuesta ola especulativa que encarece la luz en contra del deseo de los políticos, lo tendría muy sencillo: bastaría con aumentar la oferta de derechos de emisión de CO₂. La cantidad de estos no está limitada por motivos naturales, sino por criterios políticos: no requeriríamos más que una firma de los burócratas comunitarios para multiplicar las existencias de esos derechos y conseguir que su precio se desplomara.

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Pero esto último es algo que ni se plantea porque, como decimos, Bruselas quiere que los derechos de emisión de CO₂ se encarezcan aun cuando ello suponga que durante un tiempo los ciudadanos pagaremos una factura eléctrica más onerosa. Lo que se busca es que las centrales que empleen combustibles fósiles pasen a internalizar el daño que contribuyen a generar (por ejemplo, vía cambio climático) y que ello las vuelva menos competitivas frente a otras centrales como las eléctricas, fomentando así la transición energética (puesto que, cuanto más caro sea el ciclo combinado, más baratas se vuelven relativamente las renovables).

Mi objetivo con este artículo no es juzgar si estamos acertando a la hora de encarecer tanto el CO₂. Mi objetivo es más modesto: poner de manifiesto la contradicción en la que incurren todos aquellos que reclaman luchar contra el cambio climático mientras se oponen al encarecimiento del precio de la electricidad generada a través de combustibles fósiles. Si de lo que se trata es de, por un lado, reducir el consumo de carbón y gas, al tiempo que, por otro, se rentabiliza la inversión sustitutiva en renovables, el camino es indudablemente encarecer el coste de la electricidad procedente de combustibles fósiles (internalizando así la externalidad negativa que constituye la contaminación que generan). Lo que no tiene mucho sentido es darse golpes en el pecho a favor de luchar contra el cambio climático y luego quejarse de que la factura de la luz se vuelve muy cara. Hasta que se generalice una tecnología barata y de suministro confiable para generar electricidad, la factura de la luz se mantendrá cara (y cada vez más) porque ese es el peaje a pagar para luchar contra el cambio climático penalizando el uso de combustibles fósiles.

El precio de la electricidad en el mercado mayorista se ha disparado hasta su máximo histórico en un mes de abril. Nunca por estas fechas el coste de la energía había sido tan caro como en la actualidad: para hacernos una idea, el precio medio del megavatio-hora fue el mes pasado de 65,02 euros, mientras que en 2019 fue de 50,41, en 2018 de 42,67 y en 2017 de 43,69 euros. ¿A qué se debe este repunte tan considerable de entre 15 y 20 euros por megavatio-hora?

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