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Los nada obscenos beneficios de las farmacéuticas
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Juan Ramón Rallo

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Los nada obscenos beneficios de las farmacéuticas

Son las masas de consumidores las que salen especialmente beneficiadas del desarrollo y de la innovación económica que consigue impulsar el capitalismo

Foto: Foto: Reuters.
Foto: Reuters.

Comentaba recientemente en Twitter el economista Alex Tabarrok que “este año habrías obtenido mayores ganancias invirtiendo en dogecoin que en Pfizer. No soy capaz de decir lo deprimente que me parece”. Dejando de lado el asunto de dogecoin (que tiene más de casino digital que de inversión financiera), probablemente lo llamativo sea lo poco que se ha revalorizado la acción de Pfizer durante los últimos meses.

En lo que va de 2021, el precio de las acciones de la farmacéutica apenas ha aumentado un 5%, lo que en términos de capitalización solo supone una ganancia de 11.000 millones de dólares. Recordemos que la capitalización bursátil de una empresa no recoge los beneficios que ha acumulado hasta el momento, sino el valor presente de los beneficios que se espera que obtenga en el futuro, de modo que lo que nos están diciendo los inversores es que la capacidad esperada de generación de beneficios futuros de Pfizer apenas ha aumentado, en valor presente, unos 11.000 millones de dólares durante este año.

11.000 millones es una absoluta nadería en tanto en cuanto estamos hablando de la compañía que, junto a BioNTech, fue capaz de desarrollar la primera vacuna contra el coronavirus y que es, además, una de las que están funcionando de un modo más eficaz. Es decir, estamos hablando de una empresa que, al permitir el relanzamiento de la economía mundial, ha contribuido a evitar la destrucción de varios billones de dólares de riqueza solo en 2021. ¿Y la recompensa que obtiene por esta gesta es de apenas 11.000 millones de dólares?

Foto: Vial de la vacuna de AstraZeneca. (EFE)

Acaso se crea que el dato está sesgado por la elección de las fechas: como el anuncio de que la vacuna había sido completada se produjo a finales de 2020, tal vez deberíamos escoger como fecha inicial en la comparación una previa a que comunicaran el exitoso desarrollo del fármaco. Pero es que, aun tomando el valor de la acción en enero de 2020, la revalorización sigue siendo solo del 10%, poco más de 20.000 millones de dólares. El caso de Moderna no es tan distinto: la capitalización de la compañía se ha incrementado en casi 70.000 millones de dólares desde comienzos de 2020, pero aun así —y dejando de lado que toda esa revalorización no es imputable a las ganancias esperadas por la vacuna contra el coronavirus, sino en gran medida a la expectativa de que seguirán desarrollando prometedoras vacunas de ARN mensajero para otras patologías—, ¿qué son 70.000 millones de dólares frente a toda la devastación económica de varios billones de dólares que han contribuido a evitar?

Al final, e incluso a pesar del (discutible) sistema de protección estatal de las patentes, estas farmacéuticas solo han sido capaces de capturar una pequeña fracción de toda la riqueza que socialmente han contribuido a crear. Mas no pensemos que este fenómeno es excepcional, propio de los tiempos extraordinarios de la pandemia: el Nobel William Nordhaus ya estimó hace 15 años que las empresas estadounidenses apenas eran capaces de apropiarse del 2,2% del valor social que generaban mediante sus innovaciones.

Foto: Una jeringuilla, sobre el logo de Moderna. (Reuters)

En contra de lo que suele afirmarse tantas veces, el sistema capitalista no es un sistema económico configurado para concentrar las ganancias en manos de unas pocas grandes fortunas: al contrario, es el marco institucional más eficiente a la hora de conseguir dirigir el ingenio y el ahorro humanos hacia la creación de riqueza para el conjunto de la sociedad. Son las masas de consumidores las que salen especialmente beneficiadas del desarrollo y de la innovación económica que consigue impulsar el capitalismo: los empresarios, los innovadores y los accionistas logran apropiarse, sí, de una parte de ese pastel que ellos han creado para el mayor deleite de los demás, pero, como vemos, se trata de una porción del pastel que, en términos generales, suele ser diminuta… tanto más cuanto mayores sean las dinámicas competitivas dentro de un mercado. A todos aquellos que les parezcan obscenos los beneficios de algunas grandes empresas no amparadas en privilegios gubernamentales, que recuerden que mucho mayores (¿mucho más obscenas?) han sido las ganancias de bienestar que ha experimentado el resto de la sociedad.

Comentaba recientemente en Twitter el economista Alex Tabarrok que “este año habrías obtenido mayores ganancias invirtiendo en dogecoin que en Pfizer. No soy capaz de decir lo deprimente que me parece”. Dejando de lado el asunto de dogecoin (que tiene más de casino digital que de inversión financiera), probablemente lo llamativo sea lo poco que se ha revalorizado la acción de Pfizer durante los últimos meses.

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