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Juan Ramón Rallo

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Desinflación desde China

Alrededor del 20% del sector inmobiliario chino se halla inmovilizado en viviendas no principales ante la expectativa de que la densidad urbana del país siga expandiéndose

Foto: Banderas de China desplegadas. (EFE/Jens Schuleter)
Banderas de China desplegadas. (EFE/Jens Schuleter)

Aunque la inflación está copando todos los titulares de prensa económica —y de manera muy comprensible: EEUU está experimentando el mayor repunte de precios en los últimos 40 años—, en el mundo también existen ahora mismo fuerzas potencialmente desinflacionistas que no deberíamos perder de vista (acaso esas fuerzas desinflacionarias son las que estén motivando que los bancos centrales no hayan reaccionado ya al alza de precios). Una de las más claras es lo que está sucediendo con China.

En un artículo anterior ya explicamos que la economía china se frenó cuasi en seco durante el tercer trimestre de este año: tanto la crisis energética (generadora de recurrentes apagones sobre su industria) como la crisis inmobiliaria (vinculada a las restricciones al crédito promotor impulsadas por el gobierno chino a comienzos de año) habían provocado un crecimiento trimestral anualizado inferior al 1%. La primera de estas crisis, la energética, es probable que haya comenzado a solucionarse durante el cuarto trimestre de este año gracias a que las autoridades chinas han ordenado incrementar la producción de carbón nacional; la segunda, empero, requerirá de una digestión más prolongada.

El tamaño del mercado inmobiliario chino supera los 50 billones de dólares: el mayor mercado inmobiliario del mundo

No en vano, esta misma semana conocíamos que el coloso inmobiliario, Evergrande, ya ha impagado —incluso tras los correspondientes períodos de gracia— algunos de los vencimientos de su deuda denominada en dólares. Es decir, Evergrande ya ha entrado en suspensión de pagos con respecto a su deuda en dólares. Ahora bien, dado que los acreedores extranjeros no pueden instar el concurso de la compañía dentro de China, no queda muy claro cuáles van a ser a partir de ahora las implicaciones de este 'default' selectivo. En condiciones normales, la empresa entraría en concurso de acreedores y o bien se renegociaría un nuevo calendario de pagos o bien se procedería a liquidar los 300.000 millones de dólares en activos de la empresa para reembolsar parte de los pasivos en manos de los acreedores. Pero el Partido Comunista chino no parece mostrar gran interés en una venta precipitada y desordenada de los activos inmobiliarios de Evergrande, de modo que todo apunta a que asistiremos a una digestión lenta y progresiva del ladrillo acumulado dentro de esta compañía.

Ahora bien, que no asistamos a un 'default' desordenado no equivale a decir que la economía china no vaya a enfrentarse a problemas precisamente por lo lenta que puede terminar siendo la digestión del ladrillo no solo de Evergrande, sino del conjunto del sector inmobiliario del país (que atraviesa por dificultades similares, o peores, a las de Evergrande). El tamaño del mercado inmobiliario chino supera los 50 billones de dólares: el mayor mercado inmobiliario del mundo. De ellos, alrededor del 20% (unos 10 billones de dólares) se hallan inmovilizados en viviendas no principales (secundarias y vacías) ante la expectativa de que puedan revenderse conforme la densidad urbana del país siga expandiéndose.

Durante la última década, el crecimiento económico de China ha representado cerca del 25% del crecimiento económico mundial

Parece bastante obvio, pues, que la digestión de toda esta megainversión en el ladrillo dependerá de la velocidad a la que pueda absorberse el stock de viviendas vacías, lo cual a su vez dependerá de la velocidad de la migración del campo a la ciudad, lo cual a su vez dependerá del crecimiento económico. Pero sucede que el crecimiento económico chino depende, en al menos un 30%, del sector de la construcción: de modo que si este sector se paraliza, el crecimiento económico también lo hará y, si el crecimiento económico se paraliza, la digestión será más lenta y complicada.

Añadan a todo lo anterior que gran parte de toda la esta expansión inmobiliaria se ha financiado con crédito bancario: de los 50 billones de dólares en activos bancarios, se estima que 20 billones dependen directa o indirectamente del ladrillo; y, a su vez, la banca únicamente posee 4 billones de euros en fondos propios para absorber pérdidas. Por tanto, la propia sostenibilidad financiera del sector bancario chino depende de que esos créditos inmobiliarios se amorticen puntualmente y esa amortización puntual dependerá a su vez de que se digiera adecuadamente la megainversión en el sector inmobiliario, lo cual a su vez dependerá de que China siga creciendo.

Como vemos, el embrollo no es menor, pues la crisis de modelo productivo chino podría entremezclarse con una crisis financiera, todo lo cual dificultaría a medio plazo el crecimiento económico del país. Y habida cuenta de que, durante la última década, el crecimiento económico de China ha representado cerca del 25% del crecimiento económico mundial, un fuerte parón tendría claras implicaciones sobre el gasto mundial agregado y, por tanto, sobre la inflación global.

Aunque la inflación está copando todos los titulares de prensa económica —y de manera muy comprensible: EEUU está experimentando el mayor repunte de precios en los últimos 40 años—, en el mundo también existen ahora mismo fuerzas potencialmente desinflacionistas que no deberíamos perder de vista (acaso esas fuerzas desinflacionarias son las que estén motivando que los bancos centrales no hayan reaccionado ya al alza de precios). Una de las más claras es lo que está sucediendo con China.

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