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¿Cuáles son las opciones de Putin para estabilizar el rublo?
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Juan Ramón Rallo

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¿Cuáles son las opciones de Putin para estabilizar el rublo?

Las sanciones sí están dañando la economía rusa y las opciones de Putin para limitar ese daño se han reducido y encarecido de manera muy considerable

Foto: Foto: Reuters/Archivo/Dado Ruvic.
Foto: Reuters/Archivo/Dado Ruvic.
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Como ya explicamos en el artículo anterior, las nuevas sanciones adoptadas por la Unión Europea y Estados Unidos contra Rusia sí han tenido un impacto directo sobre su economía y, muy en particular, sobre la cotización del rublo. La divisa rusa, que había cerrado el viernes pasado en el equivalente a 83 rublos por dólar (y a 75 rublos por dólar antes de la invasión de Ucrania), se desplomó hasta un tipo de cambio por encima de los 100 rublos por dólar. La caída, empero, habría sido mucho mayor si las autoridades rusas no estuvieran ahora mismo interviniendo en el mercado para frenar su caída. ¿Y cómo están interviniendo en el mercado de divisas? Pues a través de las tres únicas vías en las que puede intervenirse.

Si una moneda se deprecia con respecto a otra es porque mucha gente la quiere vender y muy poca gente la quiere comprar. Así que hay tres formas básicas de intervenir: 1. Prohibir vender u obligar a comprar; 2. Desincentivar la venta o incentivar la compra; 3. Compra directa por el Estado. Rusia está ahora mismo utilizando los tres mecanismos con el rublo.

Primero, el Estado ruso ha obligado a sus compañías globales (las energéticas son especialmente relevantes en este contexto) a utilizar el 80% de sus ingresos en divisa extranjera para comprar rublos. Se trata de un control de capitales en toda regla: en lugar de permitir comprar o mantener en balance euros, dólares o libras, el Estado ruso obliga a esas empresas a que compren rublos, con la esperanza de contrarrestar el alud vendedor que se está produciendo en otros sectores de la población rusa. Obviamente, la medida contribuirá a descapitalizar a esas grandes empresas si el rublo se sigue depreciando: tendrán que destinar sus ingresos a invertir en un activo en caída libre.

Segundo, el Estado ruso ha tratado de incentivar la compra de rublos (o de desincentivar su venta) elevando los tipos de interés del banco central desde el 9,5% al 20%. Ni siquiera durante la guerra de Crimea los tipos se ubicaron en niveles remotamente cercanos a los actuales. Los altos tipos de interés internos vuelven más atractivo adquirir depósitos en rublos (remunerados al 20% anual) que cuando los tipos estaban al 9,5%, de modo que parte de los inversores podría pensárselo dos veces antes de vender rublos y comprar otras divisas. El problema, claro está, es cuánto tiempo puede resistir la economía rusa con unos tipos nominales del 20% sin que la inflación se dispare (reduciendo los tipos reales) o sin que se entre en una ronda de impagos generalizados. En cualquiera de ambos escenarios, el precio a pagar por estabilizar a corto plazo el rublo será sin duda muy elevado.

Foto: Imagen de refugiados en la frontera de Polonia con Ucrania. (EFE/Biel Aliño)

Y tercero, el Estado ruso también puede comprar directamente rublos en el mercado: en un escenario en el que todos venden y nadie compra, el sector público podría aparecer como el gran comprador que mantuviera el valor del rublo. Ese era probablemente el plan que había concebido en un principio el Kremlin para mantener a flote el rublo: destinar las reservas externas de su banco central (compuestas esencialmente por euros, oro, dólares, libras y yuanes) a elevar la demanda de rublos. Putin disponía de una hucha valorada en unos 650.000 millones de dólares para tal fin: pero las sanciones occidentales han congelado la mitad de esos activos externos y, por tanto, no podrá emplearlos en estabilizar el rublo. Tampoco le será sencillo utilizar la otra mitad: el oro en suelo ruso, por ejemplo, no podrá ser vendido (a cambio de rublos) a otros bancos centrales o a otros inversores occidentales, de modo que únicamente le queda la opción de llegar a acuerdos bilaterales con bancos centrales extranjeros no alineados (por ejemplo, el de China) para que estos compren rublos a cambio de la entrega de oro físico por parte de Rusia. Y, en cualquier caso, si la guerra prosigue y es necesario financiarla con la emisión de nuevos rublos, las menguantes reservas no servirán para parar la sangría del rublo.

En definitiva, las sanciones sí están dañando la economía rusa y las opciones de Putin para limitar ese daño se han reducido y encarecido de manera muy considerable.

Como ya explicamos en el artículo anterior, las nuevas sanciones adoptadas por la Unión Europea y Estados Unidos contra Rusia sí han tenido un impacto directo sobre su economía y, muy en particular, sobre la cotización del rublo. La divisa rusa, que había cerrado el viernes pasado en el equivalente a 83 rublos por dólar (y a 75 rublos por dólar antes de la invasión de Ucrania), se desplomó hasta un tipo de cambio por encima de los 100 rublos por dólar. La caída, empero, habría sido mucho mayor si las autoridades rusas no estuvieran ahora mismo interviniendo en el mercado para frenar su caída. ¿Y cómo están interviniendo en el mercado de divisas? Pues a través de las tres únicas vías en las que puede intervenirse.

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