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¿Por qué (casi) nadie quiere comprar petróleo ruso?
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Juan Ramón Rallo

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¿Por qué (casi) nadie quiere comprar petróleo ruso?

La renuncia occidental a comprar petróleo ruso solo está implicando, de momento, que paguemos el crudo bastante más caro sin que Rusia lo esté cobrando más barato

Foto: Suministro de gas ruso. (EFE/Nord Stream 2/Axel Schmidt)
Suministro de gas ruso. (EFE/Nord Stream 2/Axel Schmidt)
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De momento, ni EEUU ni la Unión Europea han impuesto ninguna sanción contra la importación de energía desde Rusia. Ambas economías, pero sobre todo Europa, están muy expuestas a la compra de petróleo o de gas ruso, de modo que a corto plazo no pueden permitirse embargos a gran escala contra sus combustibles fósiles. Ahora bien, que el sector público no haya impuesto, por ahora, ningún embargo energético no equivale a que el sector privado occidental no esté practicando uno por la vía de los hechos.

Y es que, desde que Rusia invadió Ucrania y muy especialmente desde que la Unión Europea y EEUU señalizaron que no iban de farol contra Putin, cada vez son más los inversores que se están negando a adquirir petróleo y gas ruso. Tan es así que el barril de petróleo de los Urales, el que comercializa Rusia, ha llegado a cotizar con casi 30 dólares de descuento frente al barril de petróleo Brent (extraído del mar del Norte y empleado como referencia de precios de mercado en Europa). Como Rusia sigue suministrando la misma cantidad de petróleo al mercado y la demanda específica por su barril ha caído, entonces los precios se reducen hasta que aparece un comprador (y, además, como sus antiguos compradores se agolpan en mayor medida para adquirir petróleo no ruso, entonces el precio de este último también se incrementa adicionalmente).

Ahora bien, ¿por qué las empresas europeas y estadounidenses están dejando de comprar combustibles fósiles de Rusia?

Ahora bien, ¿por qué las empresas europeas y estadounidenses están dejando de comprar combustibles fósiles de Rusia? Pues, en esencia, por tres motivos. Primero, por lo que podríamos denominar 'responsabilidad social corporativa'. Ahora mismo, invertir o mantener relaciones comerciales con Rusia deteriora la imagen de marca de una compañía, de ahí que muchas empresas estén abandonando el país, suspendiendo su actividad o cancelando sus exportaciones e importaciones. En materia energética, por ejemplo, British Gas, la mayor gasista de Reino Unido, ya anunció que dejaría de comprar gas ruso. En la medida en que muchas otras empresas sigan ese mismo camino, la demanda de energía rusa se reduce y, por tanto, su precio también se abarata.

Segundo, por el riesgo regulatorio: aunque ahora mismo las importaciones de energía desde Rusia no estén penalizadas, quizás en el futuro sí pasen a estarlo y, si en ese momento existen posiciones financieras abiertas, quién sabe si estas podrían ser objeto de sanción. A su vez, mantener tratos con la banca rusa también se ha convertido en una actividad sujeta a la incertidumbre de potenciales sanciones si se comete algún error o se es víctima de alguna ambigüedad normativa. De ahí que bancos y aseguradoras occidentales puedan haber escogido cortar de raíz cualquier trato con el sistema financiero ruso.

Foto: Un soldado ucraniano descansa en una trinchera cerca de la ciudad de Horlivka, controlada por los rebeldes pro Rusia. (EFE/Anatolii Stepanov)
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Y tercero, por el riesgo logístico: la mayor parte del petróleo ruso se transporta por vía marítima a través del mar Negro, el cual constituye ahora mismo zona de guerra. Las compañías de transporte marítimo y las aseguradoras son, pues, reacias a navegar por aguas tan problemáticas y, si no es posible trasladar el petróleo a destino, entonces lógicamente tampoco aparecerá comprador alguno.

En definitiva, la caída de la demanda del petróleo ruso obliga a rebajar su precio hasta lograr que se vacíe el mercado. ¿Buenas noticias en el frente anti-Putin? No tan rápido. Aunque cabría pensar que esta depreciación del barril de los Urales contribuirá a la asfixia financiera del Kremlin, tampoco nos equivoquemos: pese a que se esté vendiendo casi 30 dólares más barato que el barril Brent, el fuerte encarecimiento de este último implica que, a fin de cuentas, el precio del petróleo ruso sea aproximadamente el mismo que antes de la invasión. Por consiguiente, la renuncia occidental a comprar petróleo ruso solo está implicando, de momento, que Europa y EEUU pagan el crudo bastante más caro (aunque hay excepciones: Shell, por ejemplo, ha adquirido recientemente petróleo ruso a un descuento de 28,5 dólares sobre el Brent) sin que Rusia lo esté cobrando más barato.

De momento, ni EEUU ni la Unión Europea han impuesto ninguna sanción contra la importación de energía desde Rusia. Ambas economías, pero sobre todo Europa, están muy expuestas a la compra de petróleo o de gas ruso, de modo que a corto plazo no pueden permitirse embargos a gran escala contra sus combustibles fósiles. Ahora bien, que el sector público no haya impuesto, por ahora, ningún embargo energético no equivale a que el sector privado occidental no esté practicando uno por la vía de los hechos.

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